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Vivir en el conflicto es vivir en democracia

No existen dos Españas, nunca las hubo, ni siquiera en las épocas de mayor tensión social y política. No se puede hacer política con unos versos de Machado

Un momento del debate parlamentario de ayer, miércoles 19 de febrero, en el Congreso de los Diputados.
Un momento del debate parlamentario de ayer, miércoles 19 de febrero, en el Congreso de los Diputados.ZipiEFE
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"La neutralización de la polaridad, aunque tenga un rostro a menudo amable y pacificador, suele esconder una tentación totalitaria". Y al leer esto, entiende uno que el libro de Armando Zerolo, Contra la tercera España, editado por Deusto, es también un libro contra el populismo. Pero no el teórico, sino el instalado desde hace años en el Gobierno. Y de manera inevitable viene a la memoria la imagen de Iglesias o Errejón (tanto da) llevando bajo el brazo un libro de Carl Schmitt. Podemos ha sido ya fagocitado por el PSOE que ha heredado, entre otras cosas, la forma de entender la política como una lucha hasta la destrucción entre amigos y enemigos. Esa es la manera en que el nacional socialismo concibió no sólo las relaciones internacionales, sino la política interior.

Aquello que Schmitt teorizó en El concepto de lo político, uno de sus textos más influyentes, es lo mismo que hace el Gobierno de coalición progresista con el PP. Lo explica, en el prólogo Ángel Rivero. Desde la llegada de Rodríguez Zapatero, el PP ha sido deslegitimado para ocupar puestos de gobierno bajo la acusación de ser un partido de extrema derecha. Es decir, explica Rivero, "el PP ha sido convertido en el enemigo político y esto ha desencadenado una dialéctica negativa que ha servido para justificar, no sólo la exclusión del PP de la conversación política (...) sino las alianzas contra natura con partidos minoritarios que carecían de toda vitola democrática: partidos vinculados con la práctica terrorista, el golpe de Estado secesionista o con vocación, simple y llanamente, de derrocar la democracia en nombre de la revolución".

Nunca hubo, tampoco, una tercera España que al postularse como la solución al conflicto, lo que hace es romper la comunicación entre los polos

A esto es a lo que Zerolo llama polarización. Su libro, sin embargo, lo que hace es defender la polaridad, algo así como constatar que la condición humana realmente existente vive en el conflicto permanente, en una inevitable pulsión de enemistad que sólo, afirma Zerolo, puede mitigar el liberalismo y el Estado de derecho. "La polaridad", explica el profesor de Filosofía Política del CEU, "es la tensión que surge por la diferencia entre los polos y, bien conducida, es un bien. La polarización indica el deseo de acabar con uno de los dos polos, o los dos. Eliminar la polaridad para evitar la polarización sería como tirar el agua sucia de la bañera con el bebé dentro". Porque los dos polos están necesariamente vinculados y forman una sola entidad. No existen, y esta es una de la conclusiones del autor, dos Españas, nunca las hubo, ni siquiera en las épocas de mayor tensión social y política: la Restauración monárquica, las guerras carlistas, la guerra Civil... y mucho menos una tercera que al postularse como la solución al conflicto, lo que hace es romper la comunicación entre los polos. "Al problema de la polarización", concluye, esta hipotética tercera España responde "con algo mucho peor: un angelicalismo político que se postula como la única solución al conflicto. Es una idea con piel de cordero y cuerpo de lobo". Quizá tendríamos que leer a Machado de otra forma. O no hacer política con unos versos.