A principios de los años 90, un periodista treintañero más bien enclenque, miope y escaso de pelo se preparaba para hacer el viaje de su vida. En la mochila había metido una cámara de fotos, la grabadora y varias libretas como las del cole. Seguramente, también algún mapa. Su destino era la tierra entonces empapelada con pósters de Yasir Arafat, líder de la Organización para la Liberación de Palestina. Así que mientras el mundo giraba el cuello hacia Oriente Medio en plena Guerra del Golfo, aquel freelance con talento para el dibujo a mano recorría mercados, visitaba hospitales y, en definitiva, se empotraba durante dos meses en la vida cotidiana de los habitantes de Gaza y Cisjordania.
Nadie en ningún periódico, revista o fanzine esperaba con impaciencia el resultado de semejante trabajo de campo. Nadie salvo su propio autor era consciente de la relevancia de los testimonios reunidos, de las experiencias vividas y de los contactos hechos. Pero en la mochila de vuelta, junto a sus pertrechos, el periodista Joe Sacco se llevó el borrador de uno de los mejores retratos histórico-político-sociales del eterno conflicto árabe-israelí. Y también el esbozo de lo que acabó siendo el título fundacional del género que reenganchó al noveno arte al público adulto y hoy se conoce como reporterismo en viñetas o periodismo historietístico: Palestina: en la Franja de Gaza (2002).
En su irreprochable candidez de enviado especial al país de los sóviets, sólo Tintín se había atrevido a intentar hacer crónica con el lenguaje del cómic occidental. Con su primera gran obra, Sacco (Kirkop, Malta, 64 años) demostró al mundo que tebeizar la labor de corresponsal era posible. Que para cubrir conflictos no era imprescindible cargar con un teléfono por satélite del tamaño de una caja de zapatos: con un lápiz y un bloc podía ser suficiente. Marjane Satrapi, Guy Delisle, Riad Sattouf, Ted Rall, Sarah Glidden o Igort siguieron sus pasos tomando notas y autorretratándose en primera línea en Irán, Corea del Norte, China, Israel, Birmania, Siria, Afganistán, Turquía, Ucrania, Rusia...
Aunque peregrinó por los Balcanes, Cachemira o el Cáucaso como el miembro arty de la tribu de enviados especiales, el interés de Sacco por la región más caliente del planeta siguió vivo. Después de su primera incursión firmó Notas al pie de Gaza(2009), en el que recreaba un episodio tan abominable como olvidado (salvo en Rafah y Jan Yunis): la eliminación a sangre fría de más de un centenar de civiles palestinos a manos de soldados israelíes en el contexto de la Guerra del Sinaí (1956).
"Cuando estudié Periodismo me condujeron por un camino equivocado. Los medios de comunicación de Estados Unidos me desinformaron y engañaron. Crecí pensando que los palestinos eran terroristas y tuve que descubrir por mi cuenta que no era así", confiesa por videollamada desde su casa en Portland. "Palestina sigue siendo una cuestión moral y el gran signo de interrogación sobre Occidente: el que cuestiona cuáles son nuestros valores. España es una excepción, parece estar digiriendo bastante bien la evolución de los acontecimientos comparada con el resto de Europa".
Los dos álbumes palestinos convirtieron al historietista no en el palestinológo de guardia cuando un paseo de Ariel Sharon por la explanada de las mezquitas terminaba en lluvia de piedras o después del enésimo atentado suicida, sino en portavoz tranquilo de las denuncias de un pueblo hacinado durante décadas en campos de refugiados, desplazado por colonos de olivares bicentenarios o emparedado existencialmente entre muros y alambradas con mucho chip.
Hasta que se produjo la masacre del 7 de octubre de 2023.
"Mi respuesta inicial a la incursión de Hamás fue de parálisis. La magnitud de las muertes de los civiles israelíes me horrorizó y me abrumó, por mucho que el ataque estuviese justificado militarmente", escribe en la primera línea de la primera página de su nuevo título: La guerra de Gaza. "Cualquiera que hubiese seguido la actualidad de Oriente Próximo aunque fuese por encima sabría que la respuesta de Israel sería rápida y desproporcionada. Aun así, estaba preparado para lo peor pero sólo en teoría. La realidad del asalto a Gaza, tal como relataron los valientes periodistas palestinos desde sus puestos mortíferos, casi escapaba a mi comprensión".
Publicado por Reservoir Books, como el resto de los títulos de Sacco en España, La guerra de Gaza es diametralmente distinto tanto en enfoque como en tono a sus dos entregas predecesoras. El autor, que no ha puesto el pie en Oriente Próximo en dos décadas, se aparta de la senda de la crónica para -más columnista que reportero- criticar las decisiones de Netanyahu y Biden en el último año. No estamos, por tanto, ante una novela gráfica, sino ante un ensayo ilustrado que el autor fue publicando por entregas en la web de The Comics Journal conforme la situación se fue recrudeciendo y que ahora llega al lector en castellano.
"Como alguien que ha escrito y dibujado mucho sobre el tema palestino, debía pronunciarme. De hecho, uno de mis amigos de Gaza me escribió: 'Por favor, alza la voz contra estos crímenes'. Su súplica estuvo resonando en mi cabeza mientras lentamente (demasiado quizá) esperé a que maduraran mis pensamientos", explica en esa página-prólogo, la primera de apenas 30. Sólo después, se sentó a dibujar.
- ¿Tuvo la sensación de que los acontecimientos se desarrollaban a mucha mayor velocidad de la que usted era capaz de analizar?
- Sí, por supuesto. Y todavía sigue siendo así. Podríamos estar aquí hablando un mes entero y Oriente Próximo podría cambiar de nuevo. Tras la victoria de Trump no se sabe qué va a pasar. Lo que ha pasado durante la presidencia de Biden ha sido atroz y lo que podría suceder con Trump también podría serlo... Siempre tengo la sensación de que los eventos se desarrollan más rápido de lo que puedo dibujar, de ahí que la mayor parte de mi carrera la haya dedicado al periodismo lento, tomándome mi tiempo para intentar contar historias universales. Pero este libro, en concreto, es un panfleto político. Está pensado para ser consumido en el acto.
- Israel ha alcanzado un alto el fuego con Hizbulá y los ataques en Líbano prácticamente han cesado. No ha sucedido lo mismo en Gaza con Hamás. ¿Por qué?
- No le puedo responder porque no conozco todos los detalles y tampoco soy un estratega geopolítico. Pero parece que el ejército israelí estaba pasando un momento difícil en Líbano. Estaba infligiendo muchas bajas a Hizbulá y, colateralmente, a la población civil, pero también había sufrido daños y no conseguía avanzar demasiado. Se enfrentaba a la presión de luchar en dos frentes, a pesar de contar con apoyo diplomático y militar de Estados Unidos y de Europa occidental, sobre todo de Alemania. Sus planes para Gaza no están claros, aunque parece que pretenden anexionársela o controlarla de alguna manera. Al menos, en parte. En cuanto a su población, no estoy seguro de lo que puede ser de ella.
- ¿Esperaba que la respuesta de Israel en Gaza fuera la que está siendo?
- Intuía que iba a ser mucho más dura de lo que estamos acostumbrados. Un par de días después del 7 de octubre, Netanyahu comenzó a referirse a los palestinos como Amalec, una tribu mencionada en el Antiguo Testamento y de la que Yahvé ordenó que fuera exterminado hasta el último varón, mujer, niño o animal. Cuando dijo eso, supe que iba a ir más allá de lo imaginable. Es un genocidio, básicamente. El nivel de destrucción de Gaza es tan impresionante que ni siquiera puedo recrearlo en imágenes.
Por primera vez en su carrera, Sacco intercala referencias bíblicas en sus páginas ambientadas en la cuna de las tres grandes religiones. Además de la referencia a Amalec, alude tangencialmente al pasaje de los justos de Sodoma y retrata a Biden como la estatua de sal en la que se transformó la esposa de Lot. También recurre a su historia familiar, algo poco frecuente, para enfatizar que la historia, sobre todo, la trágica, suele rimar. En este caso, retrata a su madre, nonagenaria y víctima de bombardeos italianos en Malta durante la II Guerra Mundial, para hablar de la persistencia del trauma bélico en las próximas generaciones de gazatíes.
"Estados Unidos se quedado sin credibilidad permitiendo que Israel haga lo que está haciendo en Gaza"
- ¿La sensación de parálisis frente a la barbarie que experimentó usted y cualquier observador neutral del conflicto tras el 7-O la provoca ahora la acción del IDF?
- Mi parálisis tuvo que ver con la escala de aquellos atentados, combinada con la respuesta inmediata de Israel. No tuve tiempo de digerir lo que les había pasado a los israelíes antes de que comenzaran lo que ha resultado ser una campaña genocida. Ahora asistimos a un duelo de narrativas en relación a Gaza: la que afirma que Israel tiene derecho a defenderse sin restricciones -y si hablas de límite, te acusan de antisemita- y la que califica sus acciones de genocidio y exige una respuesta más humana. La primera es la que agitan los gobiernos occidentales. La segunda es la que emana de la opinión pública y de cada vez más ONG, como Amnistía Internacional.
- El uso del lenguaje es fundamental en cualquier conflicto, como vimos en la eufemística 'operación militar especial' de Rusia en Ucrania. Usted denuncia la "autodefensa genocida" que está llevando a cabo Israel. ¿Cómo observa el uso del lenguaje alguien que hace novelas gráficas y mezcla textos e imágenes?
- El lenguaje es realmente importante, por eso debatimos sobre palabras como genocidio. ¿Qué significa? ¿Se ha sobrepasado la definición legal de genocidio? ¿Existe una definición más amplia? ¿Cuál es el estándar de autodefensa? En Occidente tenemos metido en la cabeza que Israel tiene derecho a la autodefensa. Bueno, examinemos qué significa este concepto. ¿Equivale a carta blanca para hacer cualquier cosa? Cuando la autodefensa llega al nivel de genocidio estamos ante un problema. ¿Pretender exterminar a los enemigos también es autodefensa? Pasa lo mismo con el término escudo humano.
- En el ensayo reproduce el consejo que le dio a un amigo hace tiempo sobre lo que los palestinos debían hacer frente a Israel: seguir el manual de Gandhi y practicar la no violencia. ¿En esa época todavía había margen para ser ingenuo?
- Sí, por supuesto. Quiero decir, preferiría que las acciones de protesta fueran no violentas. Mira lo que pasó la semana pasada en Corea del Sur, con la declaración de la ley marcial y la reacción popular... A veces, la no violencia puede funcionar. Crecí con las historias de Gandhi y Luther King y las prefiero. Creo que la mayoría de la gente la prefiere. Sin embargo, ¿quién soy yo para decir cómo debe resistir la gente? He acabado harto de señalar con el dedo. Puede que no me guste que se responda con violencia a la violencia. Pero no depende de mí tomar estas decisiones. No sé cómo reaccionaría si yo viviera con las condiciones de los habitantes de Gaza.
Cuenta el gran referente del cómic adulto de autor que quiso saber qué había detrás del retrato del palestino con pasamontañas y metralleta a raíz de la masacre de Sabra y Chatila (1982), cuando miles de refugiados palestinos residentes en estos barrios de Beirut fueron asesinados por una falange cristiana libanesa. En La guerra de Gaza, el historietista ilustra el viaje que sigue su cheque como contribuyente de Hacienda hasta que se convierte en arma arrojadiza sobre la población civil de otros países. Una pequeña salpicadura de humor negro marca de la casa que remite a la tradicional categorización del disidente ideológico como enemigo del Estado.
"El estado actual de los medios de comunicación occidentales es bastante atroz en general: les gustar estar cerca del poder y sentirse parte del equipo del gobierno"
- ¿Ha recibido alguna amenaza por su posición acerca del conflicto?
- No lo sé, no estoy en redes sociales. Hay una cuenta de Instagram con mi nombre, que estoy intentando cerrar, pero no soy yo... No he recibido ninguna amenaza porque me mantengo al margen. Sé que algunas librerías pueden no querer tener mis obras en sus expositores, pero están en su derecho. No siento que nadie haya restringido mi libertad de expresión de momento.
- En otro de sus pensamientos ilustrados recuerda que Israel se presentó durante mucho tiempo después del Holocausto como 'Una luz entre las naciones'. ¿Ha dilapidado su crédito moral?
- Probablemente lo haya hecho durante el tiempo que me quede de vida... Se ha convertido en un paria internacional, aunque lo que en realidad pretendía señalar con este libro es el papel de Occidente y, en particular, de EEUU. ¿Quién va a escuchar nuestros sermones sobre el Estado de derecho y sobre cómo deberían ser las cosas? No nos queda credibilidad. A Alemania, tampoco. Irlanda y España, como decía antes, parecen estar yendo por un camino un poco diferente. Y me alegro.
- Cualquier mínimo gesto de confianza entre palestinos e israelíes parece imposible. No solo ahora, sino en el futuro que vivirán varias generaciones. ¿Se le ocurre alguna iniciativa que pueda ayudar a restablecer lazos entre pueblos?
- A corto plazo, no. Les llevará mucho tiempo reconciliarse. La crisis sigue abierta y no sabemos qué es lo siguiente que va a pasar. Los palestinos podrían ser exterminados por completo en Gaza o ser expulsados de la Franja. Los israelíes podrían apoderarse de parte o de toda Cisjordania. Podría iniciarse una guerra con Irán. La guerra con Hizbulá podría reabrirse. Hay que prestar atención a lo que pasa en Siria... En otras palabras, es demasiado pronto para hablar de reconciliación a cuando todo Oriente Medio podría estallar en llamas.
En los últimos tiempos, da la impresión de que el periodista y dibujante estadounidense de origen europeo ha querido poner su talento para la narración en algo que no sea la limpieza étnica o el ulular de las bombas. Después de dedicar su segunda vida de reportero al desmembramiento de la antigua Yugoslavia con Gorazde: zona protegida(2000) e Historias de Bosnia (2016), después también de recrear el espanto de la I Guerra Mundial en los más de siete metros de desplegable de La Gran Guerra (2013), sorprendió a todo el mundo en 2020 con Un tributo a la tierra. En él, abundando con sensibilidad en el clan de los desfavorecidos, presentaba el drama cultural, medioambiental e íntimo de los habitantes originales del noroeste de Canadá.
Hasta que la extrema volatilidad del avispero de Tierra Santa le empujó a la casilla de salida.
- ¿Por qué este conflicto es diferente a cualquier otro? ¿Por qué parece irresoluble?
- Hubo un tiempo en que podría haber sido solucionable. Tal vez algún día, en un futuro, muy lejano, podamos pensar en una solución. La idea de los Estados estuvo sobre la mesa en algún momento. Ahora parece cada vez menos probable... ¿Por qué es irresoluble? Israel está financiado, armado y cubierto diplomáticamente por la superpotencia mundial, Estados Unidos, y por Occidente. Sus acciones nunca han tenido ningún tipo de consecuencias. Siempre ha podido hacer lo que ha querido y abrirse camino a través de las bombas para encontrar lo que considera soluciones. Habría sido mejor, no sólo para los palestinos, sino también para los israelíes, que se hubieran dado cuenta de dónde están en Oriente Próximo. O que, desde su posición de fuerza, tratasen a sus enemigos de una manera justa, porque así es como se consigue la paz. Ahora, en cambio, se sienten intocables.
- ¿Qué suele decir o pensar cuando oye algo sobre los bebés israelíes decapitados en los kibutz, imagen de la barbarie a la que dedica otra reflexión?
- Cuando aparecieron los informes, me quedé en shock. Pero, como soy periodista, necesitaba alguna evidencia antes de dar esa versión por buena. Pronto quedó de manifiesto que se trataba de una invención. Todavía hay cosas que no sabemos sobre lo que sucedió. Se puede afirmar justificadamente que Hamás cometió atrocidades el 7 de octubre, vaya eso por delante. Pero si se trata de deshumanizar al adversario, lo peor que podría decirse de él es que decapita bebés o los mete en un horno. Biden compró todo esto, afirmó haber visto estas imágenes, siguió hablando de ellas incluso cuando había sido desacreditado por la propia Casa Blanca, abriendo así las puertas a lo que ha acabado en genocidio. Para mí, Biden es un criminal de guerra. Debería haber una orden de arresto contra él, sin duda.
- ¿Cómo están sus amigos gazatíes después de 14 meses de ofensiva militar?
- Uno de ellos logró salir de la Franja después de pasar un par de meses en Jan Yunis. Su casa quedó destruida, pero tuvo suerte. Trabajaba para una ONG y pudo pagar para que él, su esposa y sus hijos salieran. Otro amigo sigue aún en Gaza. Al principio de la operación recibía noticias suyas a menudo. Me contó que toda su familia había sido asesinada. Sus mensajes se hicieron cada vez más cortos y menos frecuentes conforme fue pasando el tiempo. En lugar de enviarme tres o cuatro frases sobre lo que estaba pasando, me contaba: 'Nos hemos mudado a Deir al-Balah' o 'Estamos de vuelta en Rafah'. No he sabido nada de él tres semanas. Es complicado mantenerse en contacto desde allí debido a la falta de suministro eléctrico o conexión. No sé qué habrá pasado con él. Lo que sí sé es que todos los lugares que conocí en Gaza han sido arrasados.
- ¿Qué diagnóstico hace del estado actual de los medios de comunicación y de la salud del periodismo en Occidente?
- Diría que es bastante atroz en general. Los medios convencionales en Estados Unidos, y probablemente en gran parte de Europa, se limitan a seguir las directrices del gobierno de turno. Les gustar estar cerca del poder y sentirse parte del equipo, básicamente. El periodismo, sin embargo, va de someter a escrutinio no solo al otro equipo, sino a tu propio maldito equipo. Quiero decir que se supone que debe consistir en que nuestros líderes rindan cuentas y, de alguna manera, cuestionar lo que dicen y separar la verdad de la mentira... Lo bueno es que están surgiendo muchos periodistas independientes que están haciendo un buen trabajo. Están investigando lo que pasa. El descrédito de los medios convencionales está dando lugar a una cobertura más honesta por parte de algunos profesionales independientes.
- ¿En qué proyecto trabaja ahora?
- En mi libro sobre los Rolling Stones. Necesitaba tomarme un descanso de algunas cosas... Sé que volveré a publicar sobre Gaza, pero estoy dejando que mis pensamientos se asienten primero.
La guerra de Gaza
Editorial Reservoir Books. 36 páginas. 8,90 euros. Puede comprarlo aquí