Panamá, México, Canadá y Groenlandia. Trump no ha dejado de mencionar un singular póker de territorios en las semanas previas a su segunda toma de posesión como presidente de Estados Unidos. Unos han saludado el combo con la ceja arqueada; otros se han limitado a sonreír (pero poco). Los próximos días sabremos si el empresario pretendía con sus palabras anticipar una reformulación del concepto de patio trasero, con la incorporación del Gran Norte como teatro de operaciones. O si, por el contrario, se trata de un simple desiderátum con tinte de provocación marca de la casa.
Michael Ignatieff (Toronto, 77 años) atiende desde el frío vienés para hablar de Canadá y, por supuesto, de lo que se viene con el nuevo-viejo inquilino de la Casa Blanca. «Se supone que a los canadienses nos encanta el invierno. En realidad, yo lo odio, prefiero el sol español. Soy un canadiense raro, pero no el único. Alrededor de un millón de compatriotas huyen todos los años a Florida, California y Arizona», cuenta por videollamada el premio Princesa de Asturias de Ciencias Sociales 2024.
Discípulo del filósofo Isaiah Berlin, profesor de Historia en Universidad Central Europea, antiguo periodista y ex líder de oposición al gobierno de su país entre 2008 y 2011, siempre es generoso con su tiempo y jamás se aparta de la vía diplomática.
- ¿Qué podemos esperar del segundo mandato de Trump? ¿Cuál es su mayor preocupación? ¿Le genera ilusión en algún sentido?
- La gran incógnita es qué camino seguirá. Hay dos. Uno conduce a perpetuar la visión estadounidense del poder surgida tras el final de la II Guerra Mundial, que consiste en mantener un orden internacional basado en reglas e instituciones --con la Carta de las Naciones Unidas como viga maestra-- y proporcionar al mundo un catálogo de servicios públicos gratuitos. La Marina de EEUU permite la navegación, lo que se traduce en un entorno seguro de libre comercio. También está la pertenencia a la OTAN y las alianzas establecidas en Asia: la condición de EEUU como potencia global. El otro camino es muy diferente. Llevaría a Trump a reconocer que el mundo está dividido en tres esferas de influencia. Los chinos tienen una esfera de influencia en el este de Asia. Los rusos tienen la suya en Eurasia y Europa del Este. Y Estados Unidos tiene otra que abarca desde Groenlandia a Chile. No creo que Trump haya decidido por qué camino avanzará, pero sus comentarios sobre Groenlandia, Canadá, México y Panamá no se entienden a menos que se vean como un intento de redefinición de la esfera de influencia estadounidense.
- ¿En qué se traduciría este giro estratégico para Europa?
- Sería sumamente preocupante. Estuve en Budapest hace un par de días. EEUU podría admitir que Hungría está dentro de la esfera de influencia rusa, lo que tendría consecuencias catastróficas para Ucrania. Supondría un impacto severo en la OTAN, porque obligaría al viejo continente a costearse su propia seguridad... y el presupuesto de Defensa español tendría que pasar de menos del 2% actual al 5%, con todo lo que eso conlleva. De forma análoga, y si Trump admite que China tiene una esfera legítima de influencia en el este de Asia como gran potencia, las perspectivas para Taiwán son muy sombrías. Y lo mismo se podría decir de las perspectivas para Corea del Sur.
- ¿Por qué Trump querría cambiar la arquitectura vigente desde 1945?
- Es importante recordar que el presidente electo está captando una señal muy fuerte lanzada por la sociedad estadounidense. No entiende por qué su país tiene que mantener su compromiso con la estabilidad de Oriente Medio, con el este de Asia, con todas partes. Le preocupa que esto implique participar en guerras eternas en defensa de sus aliados. No entiende por qué esto es de un interés vital. Algo que es importante subrayar es que Trump habla constantemente de paz, creo que porque así transmite a su base de votantes el mensaje de que no está en guerra en ninguna parte. La división del mundo en esferas de influencia es, en su marco mental, una estrategia para la paz.
- ¿Qué piensa cuando lo escucha decir que Canadá debería integrarse en Estados Unidos y que a muchos canadienses les gustaría ser el 51 estado americano?
- Solemos bromear al respecto. Por ejemplo, a los españoles les cuesta un poco entendernos porque no son capaces de distinguir a un canadiense de un americano. Tenemos el mismo aspecto y hablamos igual [ríe]... Pero sería una locura subestimar la determinación de los canadienses de seguir siendo canadienses. Creo que, sea cual sea el gobierno -y en este momento no tenemos ninguno, hasta que se celebren elecciones en abril o mayo-, se reunirá con Trump y será muy duro con él. Las cartas que podemos poner sobre la mesa son valiosas. Esta mañana me desperté leyendo sobre el germanio, un mineral crítico. Canadá dispone de mucho germanio en su subsuelo. También podemos usar la carta del petróleo, la del gas, la del trigo... Usemos esas cartas con agresividad y digámosle a Trump: si nos impones aranceles, tendrás aranceles compensatorios por nuestra parte. Gravaremos cualquier producto que se envíe al norte. Y sus consumidores -aquí está la clave- tendrán que pagar esos aranceles. Representamos una décima parte del tamaño de los Estados Unidos, sí, pero tenemos una fuerza económica considerable y debemos jugar nuestras bazas. La política arancelaria de Trump tendrá efectos inflacionarios perjudiciales para su país. Así que lo mejor es que no haga nada de lo que está diciendo. Mantengamos una frontera abierta que lleva así más de un siglo. Canadá ha estado en la órbita histórica de EEUU muchas veces, con momentos existenciales. En las elecciones de 1911 y de 1988 se pusieron sobre la mesa estas opciones. En las de 2025 volverán a estar.
- ¿A qué le recuerdan los planes -intenciones, más bien- expansionistas de Trump?
- A todo el mundo le recuerda al imperialismo yanqui en América Latina. A Canadá también le recuerda lo de su destino manifiesto. Hubo políticos estadounidenses en el siglo XIX que dijeron que el destino manifiesto de Estados Unidos era expandirse. Considero que esa interpretación es incorrecta. No creo que Trump pretenda construir un imperio en América Latina, ni que quiera apropiarse de Canadá. No es idiota. Lo que quiere es tener una esfera de influencia desde Groenlandia, en el norte, hasta Chile, en el sur. Quiere decirle a China: no vas a disponer de más puertos en América Latina. No vas a beneficiarte de acuerdos especiales en el Canal de Panamá; el Canal de Panamá es nuestro. No necesitamos adueñarnos de él, pero sí tener un uso dominante. Necesita decirle a México: estamos cerrando la frontera porque no podemos asumir más inmigrantes. Queremos que México sea base de operaciones para los fabricantes estadounidenses con mano de obra barata. Quiere decirle a Canadá que desea sus recursos. Cree que todo esto hará que Estados Unidos vuelva a ser grande de nuevo.
- Crucemos el Mar de Labrador. ¿Groenlandia podría ser la Alaska del siglo XXI? ¿Ve factible que se convierta en territorio estadounidense con un acuerdo de compra o incluso mediante la exhibición de fuerza?
- La exhibición de fuerza es muy poco probable. Groenlandia es rica en recursos, pero no dispone de infraestructura para extraerlos. Por lo tanto, es increíblemente caro extraer minerales críticos de su subsuelo. Es un escenario que descarto. Lo que sí veo es la posibilidad de que EEUU amplíe la base militar de Thule y sus equipos de vigilancia. Puedo ver a Groenlandia convirtiéndose en una base clave, dotada con sistemas de alerta temprana frente a misiles rusos y chinos. También veo que aumente el patrullaje por parte de submarinos nucleares y rompehielos estadounidenses a través del Paso del Noroeste para controlar el tráfico ruso y chino a través de las vías navegables canadienses. Eso supondría una intromisión en nuestra soberanía. ¿Debemos permitir que los estadounidenses controlen de facto lo que consideramos una vía navegable canadiense? Podría ser fuente de conflicto en las próximas décadas.
"Que los billonarios no sólo influyan en la Casa Blanca sino que también dirijan el gobierno puede ser nuevo y siniestro"
- En la mentalidad de Trump, Canadá ha pasado de ser un país vecino y estrecho aliado a una potencial colonia o, peor incluso, un enemigo. Es una percepción distópica que recuerda a la rivalidad entre Gilead y Canadá que plantea Margaret Atwood en 'El cuento de la criada'. Algo así es imposible que se haga realidad. ¿O no?
- Margaret Atwood es una gran escritora, pero espero que lo que cuenta en su libro siga siendo ciencia ficción... Lo que resulta chocante para españoles, británicos, franceses, alemanes e incluso canadienses es que Trump nos trate como enemigos después de cuatro años en los que nos consideró amigos. Es chocante. Sobre todo, porque en su primer mandato fue tan amistoso como con Putin, Xi y Orban. Lo que descoloca por completo de Trump es que trata a los líderes de las democracias como adversarios y a los de las autocracias como amigos. No lo entiendo... Todo el mundo dice que es un presidente transaccional, que funciona acordando una cosa por otra, de manera que no entiende las alianzas. En consecuencia, no entiende que si quiere que EEUU vuelva a ser grande debe tener aliados. Vamos a tener que convencerlo de que las alianzas son parte de lo que ha convertido a su país en una potencia mundial. Si dinamita las alianzas, socava el poder estadounidense.
- Mencionaba antes el germanio. Una cuarta parte del petróleo que EEUU consume todos los días (4,3 de cada 20 millones) procede de Canadá. Canadá también es el mayor proveedor estadounidense de acero, aluminio y uranio. Pero Trump insiste en hablar de ponerle un impuesto del 25% a todos los productos canadienses si no detiene el flujo de inmigrantes y drogas a Estados Unidos. ¿Su discurso se basa en un falso desequilibrio?
- Absolutamente. El problema con la inmigración está en la frontera mexicana, no en la canadiense. El problema con el fentanilo y otras drogas está en la frontera mexicana, no en la canadiense. Nuestro problema en la frontera son las armas de fuego. Tenemos un serio problema con las armas que entran de contrabando en Canadá, lo que aumenta los niveles de delincuencia. Hay tareas pendientes en la frontera, pero Trump ha creado un problema ficticio para amenazarnos. Tenemos que responder, ya lo estamos haciendo, con controles fronterizos más estrictos. Pero no hay duda de que los problemas de Estados Unidos están en la frontera mexicana. No me gustaría ser presidente de México en este momento, aunque la señora Sheinbaum es dura de pelar y sabrá como manejarlo. Así que no le daré ningún consejo.
- Trump cuenta ahora con un apoyo del que carecía en 2016: los gurús tecnológicos Elon Musk y Peter Thiel. Musk va a ser su superasesor en eficiencia gubernamental. Thiel es una especie de oráculo intelectual. ¿Le preocupan que estos magnates tengan un peso decisivo en las decisiones del presidente y, por tanto, en la vida de millones de personas?
- Los oligarcas estadounidenses siempre han tenido acceso a la Casa Blanca, ya fuera con gobiernos demócratas o republicanos. Pero que los multimillonarios no sólo ejerzan influencia, sino que también dirijan el gobierno puede ser nuevo y siniestro. Resulta paradójico con lo que ha permitido la reelección de Trump. Él decía: "Escucho a los estadounidenses que han sido olvidados por los ricos y las élites". Ahora él ha metido a las élites tecnológicas en la Casa Blanca. Sus votantes podrían decirle: ¿No se suponía que tu presidencia nos iba a poner a nosotros en el centro? ¿Cómo es que ahora el que va a estar en el centro es Musk? Hay una contradicción entre lo que prometió en la campaña electoral y lo que está haciendo, y eso políticamente puede ser un problema muy serio para él.
- En un artículo recientemente publicado en el 'Financial Times', Thiel ha anunciado la llegada de una nueva era después del paréntesis que supuso el mandato de Biden, que tilda de "aberración". El empresario asegura que el futuro demanda "ideas nuevas y extrañas". ¿Intuye lo que quiere decir?
- No. Tiene que ver con un síndrome: las personas que se hacen muy ricas muy jóvenes sienten que el dinero demuestra que son genios. Se han hecho millonarios porque han detectado oportunidades que nadie más podía ver, de modo que creen que son genios. Pienso que debemos ser muy, muy escépticos con las afirmaciones de cualquiera que crea que su fortuna lo convierte en un genio. He pasado algún tiempo con personas que interpretan su éxito económico como prueba de su genialidad, cuando a menudo se trató de una cuestión de suerte. Me gusta la gente rica, no tengo ningún problema con ella. Pero no asumas que eres un genio simplemente porque tienes éxito. Musk lo hace. Thiel lo hace. Bezos lo hace. Jobs lo hacía. Todos pensaban que eran genios. Admiro lo que han logrado, pero eso no los convierte automáticamente en genios, y mucho menos en genios políticos. No les da ningún derecho a controlar la política estadounidense. Hasta donde sé, tienes que ser elegido para ejercer alguna influencia en ella.
- ¿Le sorprende el cambio de Silicon Valley de posiciones liberales a lo que se conoce como tecnofeudalismo?
- Estos emprendedores comenzaron siendo parte del ecosistema político liberal de California y han virado muy fuertemente hacia la derecha. En parte se explica de forma sencilla: quieren impuestos más bajos y menos regulación, lo suyo es puro interés personal. En parte se debe también a la percepción de que la era liberal se ha terminado y quieren ser parte de la nueva era, supongo. En realidad, no me sorprende. Es una combinación de interés propio descarado y arrogancia intelectual.
"No creo que a Trump le importe mucho Ucrania... pero sí que le importa Trump. Un acuerdo de paz que se vea como una victoria de Putin le perjudicaría a él"
- Su trayectoria ha destacado por la defensa de los derechos universales. A través de sus programas de televisión, artículos periodísticos y libros ha aportado ideas para la superación de las diferencias étnicas y religiosas y ha buscado puntos de encuentro en el contexto de la globalización. ¿Siente que precisamente todo esto está a punto de desaparecer o ha desparecido ya por culpa del nuevo orden mundial que encarnan los líderes populistas y reaccionarios?
- Por supuesto. Doy clase de Derechos Humanos los lunes, miércoles y jueves y les digo a mis estudiantes que es posible que estemos asistiendo al fin de la era en la que los DDHH han sido esenciales... en el arco de mi propia vida. Comenzó en 1945 y puede terminar en 2025. La arquitectura que sostiene el orden internacional se está desmoronando y los derechos humanos están siendo violados en todas partes. No solo sus enemigos los están violando. China es claramente un enemigo de los derechos humanos, igual que Rusia. Pero los derechos humanos también está siendo violados por sus defensores. Israel ha sido un amigo histórico de los derechos humanos, pero su operación en Gaza ha violado la Convención de Ginebra, los derechos humanos y las leyes de la guerra. Dicho esto, hay derechos que no se van suspender. Por ejemplo, los de los homosexuales. No veo nada que me haga creer que la administración Trump sea lo suficientemente estúpida como para revertir los avances que han logrado los estadounidenses homosexuales en materia de igualdad. No veo nada que me haga creer que va a revertir los avances logrados por las mujeres. Y no veo nada que me haga creer que vayan a revertir los avances logrados por los negros. Nadie piensa que los avances logrados por homosexuales, mujeres y negros sean perfectos. Lo que digo es que no veo indicios de que puede producirse algún un retroceso en relación a ellos.
- Tal vez el aborto sea una excepción a lo que comenta [la anulación de la sentencia Roe vs. Wade hizo que, desde el 1 de junio de 2023, el aborto esté totalmente prohibido en 14 estados y sea inviable en la práctica en muchos otros].
- El aborto es una posible excepción porque es un tema religioso para mucha gente y existe un base electoral sustancial que hará que abortar sea más complicado. Estoy de acuerdo con usted. Pero en otros aspectos básicos no veo indicios de que vayamos a regresar a los días que recuerdo de joven, cuando los negros no podían votar en el sur de Estados Unidos, las mujeres estaban en la cocina y los gais, en el armario. No veo nada en la agenda del Partido Republicano que me haga creer que esos tiempos pueden volver. Sería un suicidio electoral. Debemos recordar que Trump obtuvo un apoyo electoral considerable por parte de la comunidad negra. Muchos gais también le votaron. Esto hace que la situación sea más complicada.
- ¿Confía en la capacidad de Trump para ponerle fin a la guerra en Ucrania de manera justa y, de paso, disuadir a China?
- Pienso que quiere reducir su aportación a la guerra de Ucrania. Si sumamos el apoyo económico de Europa, que es de unos 100.000 millones, al de Estados Unidos, que es de 66.000 o 67.000 millones, sale una cantidad enorme de dinero. Trump estará pensando: quitemos ese dinero de ahí. Sin embargo, un acuerdo de paz que se vea como una victoria de Putin sería perjudicial para Trump. No me la sensación de que tenga prisa por llegar a un acuerdo que suponga traicionar a Ucrania. No creo que a Trump le importe Ucrania... pero sí le importa Trump. En cuanto a China, creo que será lo más duro que pueda en materia de aranceles y en transferencia de tecnología. El problema con Taiwán es que no quiere arriesgarse a iniciar la III Guerra Mundial y que sabe que defender la isla es militarmente muy, muy difícil.
- Ha dicho repetidamente que Europa tenía motivos para estar preocupada con el regreso de Trump. Que en su primer mandato cometió errores que ahora tal vez no cometa. El profesor Michael Sandel es de su misma opinión. ¿Cuáles son los límites de Trump?
- Los tiene. Tiene límites dentro de la burocracia, porque no puede despedir a todos los empleados de la administración federal. Tiene gente que se opondrá a él desde dentro y le dirá: esta medida es una locura, no puede hacer esto, lo siento. Habrá jueces que le planten cara. Se enfrentará a algunos medios de comunicación y al 49 % de la población que no le votó. Trump ganó las elecciones de forma justa. Los mecanismos de control y equilibrio del sistema estadounidense no están rotos y habrá resistencia interna. Trump no es un emperador, es un presidente elegido constitucionalmente. Debemos confiar en que la estructura constitucional sobreviva a una presidencia de Trump.
- La última vez que hablé con usted, durante su visita del pasado mes de mayo a Madrid y justo un día antes de que le concedieran el Princesa de Asturias, le pregunté sobre su vida en Viena. Me habló del peso de la historia y de cómo una ciudad como la austríaca sobrevivió al desplome de un imperio. Washington DC está haciendo el viaje inverso: de capital simbólica de la República a capital del Imperio. ¿Comparte esta sensación?
- Es una pregunta maravillosa. Me encantan Viena y sus hermosos edificios imperiales. Respecto a la percepción de Estados Unidos, siempre he tenido reservas. Sé que es algo en lo que la gente no suele estar de acuerdo conmigo, pero siempre he tenido dudas de que sea correcto ver a EEUU como potencia imperial. Ser una potencia imperial conlleva la posesión de territorio ajeno. La experiencia estadounidense del siglo XX fue muy diferente, porque se sustentó en un entramado de alianzas. Europa no es una colonia del Imperio estadounidense, sino una asociación de estados libres. El verdadero problema, como apuntaba antes, es que no sé si Trump valora que lo que hace grande a su país es una alianza de pueblos libres que se alinean con sus valores, discuten sobre ellos de vez en cuando, comparten cargas y desarrollan posiciones de liderazgo juntos. Eso es lo que representa la OTAN, por ejemplo. Si tienes un presidente que no entiende eso y no lo valora, va a tener problemas. No creo que Trump pueda comportarse como un emperador en Europa. No tiene poder para hacerlo. Europa tiene que darse cuenta de lo importante que es plantar cara y aportar más dinero para protegerse, lo que significa dolorosos sacrificios presupuestarios. Es muy importante que Europa dé forma a su propio destino en los próximos cuatro años. Está en condiciones de hacerlo. Si empezamos a pensar que enfrente tenemos a un emperador, estaremos en el camino del sometimiento. Hay que oponerse a Trump cuando lo exija el interés europeo, de la misma manera que en su país a él se le opondrá quien no quiera ni haya votado por que le gobierne un emperador, sino por un presidente. Es muy importante tener cuidado con el lenguaje imperial en relación a Trump, porque exagera su poder y merma nuestra capacidad de resistencia.