- En la toma de posesión de Trump, Melania encarna una sobriedad hiperfemenina con un look bicolor con sombrero inspirado en los años 50
- El lenguaje secreto de doña Letizia: todas las veces que la reina ha mandado un mensaje oculto en sus looks, del vestido alquilado al polo de los JJ. OO.
Tras el almuerzo con el que se sellaba el segundo advenimiento de Donald Trump, Melania salió a bailar con su marido. Sobre el escenario, ninguno de los dos inquilinos reincidentes de la Casa Blanca movió los bracitos con las caderas paralizadas. El baile de la victoria trumpiana no se merecía el diseño de Hervé Pierre que la exmodelo eslovena había escogido para la ocasión. Requería reposo y solemnidad.
De palabra de honor y con una abertura hasta la rodilla, la creación del estilista dibujaba el cuerpo de la exmodelo eslovena con una cinta de gazar negra que zigzagueaba desde el pecho al muslo, desde donde se balanceaba para crear la ilusión óptica de una cola. Trump combinó el diseño con unos zapatos de tacón de color blanco roto y una gargantilla negra a la que añadió un broche de diamantes firmado, a mediados del siglo pasado, por el joyero Harry Winston.
En los pliegues del estilismo, se había inscrito un mensaje. O, al menos, una idea: con la cinta negra alrededor de la cintura y el broche floral en la garganta, la imagen de Melania se asimilaba a la de un ramo de flores. Como si se tratara de uno de los conjuntos de la reina Letizia o el method dressing de Law Roach para Zendaya, los detalles, en esta ocasión, también han aprendido a hablar.
Por segunda vez, Melania ha confiado en su estilista para abrir el baile que cierra la toma de posesión de su marido. En la primera ocasión, con solo dos semanas de antelación, Pierre, discípulo de Carolina Herrera, diseñó para ella un vestido de color vainilla con aplicaciones sinuosas en los hombros y un finísimo cinturón burdeos. Como sucederá con aquel, la creación pasará a formar parte del Museo de la Historia Americana del Instituto Smithsonian.