- Mario Casas. "Sé que hay gente que sigue pensando que no soy buen actor, pero ya no me afecta como antes"
- C. Tangana. "No sé si quiero matar a C. Tangana, no lo descarto... Se me hace un personaje lejano"
- María Patiño. "Me he operado de todo y no me avergüenzo. Si me dicen un piropo, pido que me lo repitan"
Las cifras de Marina Rivers (Madrid, 2002) impresionan, 10 millones de seguidores entre TikTok e Instagram, pero eso es lo esperado en una de las creadoras de contenido más famosas de España. La gracia es que la madrileña destroza el estereotipo de influencer. En la universidad está sacando con nota el doble grado en Derecho y Economía y en las redes lo mismo baila, da consejos estéticos o presenta la velada de Ibai que explica a los chavales las competencias en la dana, la crisis de la vivienda o les anima a votar. Y ahora ha asaltado a otras generaciones siendo subcampeona en la última edición de ‘MasterChef Celebrity’.
- ¿Notas un cambio por la calle?
- Sí, de repente me piden fotos las madres y no sólo las niñas. He llegado a un sector de la población que no me conocía y que ha conectado un montón conmigo. Me daba mucho miedo cuando empecé el programa ser, como decía Francis Lorenzo, tan insolentemente joven. Pensé: "Joder, a lo mejor a la gente le cuesta conectar conmigo". Pero ha sido todo lo contrario, la verdad. Un público más mayor del que estaba acostumbrada me ha acompañado súper bien en esta aventura, me ha entendido un montón y me ha hecho mucha ilusión porque siento que está conmigo.
- ¿Y empieza a entender a lo que os dedicáis?
- Creo que la gente cada vez valora más lo que hacemos y se da cuenta de que es una parte más del entretenimiento, sencillamente. Desde la cuarentena, TikTok se volvió la aplicación más descargada del mundo y la gente mayor también empezó a utilizarla y a disfrutarla. Lo bueno es que en las redes sociales hay sitio para todo el mundo: para aquellos que quieran consumir contenido de cocina, divulgativo, entretenimiento, público infantil, gamers... Los adultos que van perdiendo los prejuicios hacia este mundo lo disfrutan y se dan cuenta de que hay hueco para todos.
- Ya, pero apuesto que todos los días aún te pregunta alguien qué es lo que haces.
- [Risas]. Sí, la verdad es que sí. También te digo que mis padres tampoco entienden del todo qué diablos hago, pero me ven contenta, les gusta que sea feliz y ya está. Yo tampoco tengo claro a veces qué hago exactamente porque tengo tanta diversidad que resulta difícil explicarlo: a veces hago contenidos de Derecho, otras de mi vida, otras de marca y otras simplemente chorradas que me parecen divertidas. Es importante decir a la gente que no se puede ser serio e intenso 24/7, que también está bien desconectar y consumir contenido vacío, que es completamente lícito. Lo que intento con mi trabajo es inspirar a la gente, motivarla a hacer cosas, estudiar y formarse. Ese es mi mensaje, pero no puede estar uno aprendiendo, leyendo e informándose las 24 horas. Está guay que de repente te pongas un vídeo frívolo.
- Siempre se os cuestiona sobre la influencia que ejercéis sobre tantos adolescentes y jóvenes. ¿Es justo cargaros ese peso?
- Sólo en parte. Tenemos una responsabilidad intrínseca por decir cosas públicamente y tener un público detrás. ¿Cómo no vas a ser responsable de eso? No puedes decir barbaridades, difundir bulos o fomentar actitudes peligrosas, pero también hay que decir que no somos educadores. Somos niñatos de 20 años que no tenemos ni idea de la vida, que nos vamos a equivocar y a veces vamos a decir tonterías, yo la primera. Quien tiene que educar son los centros educativos y los padres. Sobre todo, los niños más pequeños que consumen redes sociales deben estar siempre controlados por sus padres y hacer un seguimiento activo para que no consuman cosas inapropiadas, que las hay. No pueden pedir responsabilidades a chavales de 16 o 22 años que hacemos cosas intrínsecas a la edad que tenemos. No pueden pedirnos que eduquemos a una generación entera cuando ni siquiera nosotros estamos educados del todo todavía.
- Sin embargo, tú sí tienes cierto espíritu educativo y te posicionas en temas sociales y políticos desde una mentalidad progresista. ¿No te puede perjudicar eso?
- Hombre, está claro que no posicionarse es muchísimo más fácil, sobre todo a nivel de marcas y la gente no puede olvidar que esto es un trabajo. Pierdes por posicionarte, es así, y no lo hago constantemente, lo que pasa es que tengo unas líneas rojas que no permito cruzar y son los derechos humanos, básicamente. Ahí sí me posiciono porque considero que debo hacerlo, lo necesito y siempre he sido así, en mi clase, con mi familia y con mi gente. Soy reivindicativa y cuando considero que tengo que alzar la voz, la alzo, pero cuando considero que tengo que callarme también lo hago porque en esta sociedad sobran opiniones de bar. Sólo hablo cuando me siento plenamente informada sobre un tema y he reflexionado sobre él, que muchas veces nos lanzamos a hablar demasiado rápido sin pararnos a pensar qué opinamos verdaderamente sobre las cosas. Esta histeria colectiva de la inmediatez de las redes sociales a veces me abruma y por eso siempre tardo un poco más en posicionarme, porque me gusta dar una opinión basada en una reflexión y un contraste de información más extenso que cuatro tuits.
- Es normal que reflexiones viendo el impacto que tienes. El vídeo en el que analizabas las responsabilidades políticas de la dana lo vieron más de 10 millones de personas, la audiencia de una final de Champions del Madrid.
- Claro, por eso freno antes de lanzarme. Con ese tema había histeria colectiva y mucha desinformación sobre las competencias de cada gobierno y yo simplemente arrojé un poco de luz sobre lo que yo conozco, que es el Derecho. La gente estaba muy nerviosa y se estaban diciendo muchas tonterías sobre una cosa tan sencilla como es abrir un Código Civil, que es público para todos, y leerlo. Quería arrojar un poquito de claridad y acercar a mí generación lo que estaba ocurriendo a nivel jurídico para que ya ellos se formaran su opinión. Mi objetivo como en redes sociales es ayudar a la gente a pensar. Yo te doy las herramientas para que tú construyas una opinión en base a la realidad y lo objetivo. Aunque considero que, evidentemente, mi opinión es la correcta, no quiero influir en gente tan joven sobre cuestiones poliédricas y debatibles. Ya te digo que en lo único que no admito discusión sobre derecho humanos… que algunos los discuten ahora también.
- Las redes sociales son clave en este auge del populismo, el negacionismo y el totalitarismo.
- Sí, pero no es culpa de las redes sino de la gente. Me parece un error informarse sólo por redes sociales, es como leer sólo un periódico. Entonces tampoco se le puede pedir a los influencers que controlen eso cuando ni somos periodistas ni somos medios de comunicación ni tenemos por qué asumir esa responsabilidad. Todos los que hacemos esto lo hacemos con la mejor de las intenciones, pero nos podemos equivocar, por eso le pido a mi generación que se informe, que contraste y que dejen de decir que son tan apolíticos, porque todo en la vida es política y es importante interesarse por ella. Somos una generación desapegada de la política y necesitamos reaccionar, involucrarnos y hacerla nuestra, porque ese desapego genera una radicalización y una polarización tremenda, como vemos en el auge de la extrema derecha entre los jóvenes. Invito a mi generación a pensar y a no repetir como loros lo que escuchamos en casa. Pensemos por nosotros mismos en vez de asimilar como nuestras premisas de nuestros padres, nuestros abuelos o de un tertuliano de televisión.
- ¿Qué sientes cuando escuchas que sois una generación de cristal?
- Siento que cuando seamos nosotros mayores diremos exactamente lo mismo de los jóvenes. Para la gente mayor, los jóvenes son siempre más tontos, más débiles y están menos preparados. Claro que si comparamos la vida de ahora con la vida de nuestros padres, en muchos aspectos la nuestra es un camino de rosas, pero también lo era la suya comparada con los que vivieron la guerra. Pero a nivel de oportunidades laborales o de emancipación estamos peor que ellos. No se le puede exigir responsabilidades a una generación que no es culpable de lo que está viviendo. Somos una juventud que está cansada y quiere cambiar las cosas, pero no encuentra las herramientas para hacerlo porque las revoluciones se hacen en las calles, no poniendo tuits.
- ¿Qué es lo que más te preocupa?
- Veo en la gente de mi entorno una falta de esperanzas y de ganas que genera apatía porque, la verdad, el futuro no es muy alentador para la mayoría de los jóvenes. Sobre todo con el precio de la vivienda, que es el problema más importante en este país y nos genera terror, nos sentimos atrapados en casa de nuestros padres... Limita la independencia, empuja a la vida en pareja porque es imposible vivir solo y eso genera también una ansiedad si estás soltera… Es una sensación que frustra mucho a los jóvenes y hace que estas corrientes de pensamiento tan extremistas empiecen a proliferar por nosotros. Ojalá empiecen a tomarse medidas serias y reales sobre la vivienda, ese es el punto de inflexión para recuperar a la juventud.
- Tú sí te has podido comprar una casa y, cuando lo contaste, sufriste críticas muy duras, decían que era una incoherencia con lo que predicas.
- No se puede culpar al esclavo de la esclavitud. Soy joven y vivo en una sociedad en la que es muy complicado comprarse un piso, sé que soy una excepción que ha tenido una suerte y un privilegio increíble, pero tengo una hermana y muchas amigas que no van a acceder a una vivienda. El problema no es que yo haya podido, es que el 99% de los jóvenes no pueden. No sufrir un problema no me exime de preocuparme por él, es de cajón. Sería muy egoísta que mi privilegio hiciera que me olvidara de lo que sufren los demás. Un privilegio que, además, he logrado por mí misma, sin que mis padres me dieran un duro. Soy parte de esta generación y quiero las mismas condiciones para todos, que cualquier joven pueda acceder a una vivienda con su trabajo como he hecho yo. En este país parece que si tienes una buena situación económica no te puedes preocupar por temas sociales.
- Hay cierta obsesión con el dinero que ganáis los influencers.
- Ya ves. Ojalá se volviese tabú preguntar el dinero que gana la gente.
- Culpemos a Broncano, que siempre es socorrido.
- [Risas] Siempre he dicho que es mejor que la gente crea que ganas menos de lo que ganas, porque te juzga la mitad. No sé, a esto de la fama te acostumbras, supongo. Por ahora, quitando esto de los ataques, lo disfruto más que otra cosa porque hay tanta gente agradecida que prefiero centrarme en ella. Gente que te entiende y te acompaña, en cuanto a los otros, bueno, al final imagino que es bueno que hablen de mí aunque sea mal. No me importa, la verdad. La mayoría de la gente es muy divertida en redes sociales y me río mucho con ciertos comentarios. Entonces, de momento lo llevo bien. También porque estoy más calmadita, la gente me da un poquito más igual y ya no muestro tanto mi vida privada. Antes sí contaba con quién estaba y con quién no y lo pasaba un poco peor. Es la edad, supongo. Ahora he conseguido que a la gente le dé un poco más igual todo eso y estoy tan feliz.
- ¿Cómo ves tu futuro? ¿Crees que seguirás viviendo de esto con 35 o serás la abogada que estudias para ser?
- Me hace mucha gracia cuando se habla del futuro de los que curramos en redes porque siempre se trata como si fuera algo temporal. Es verdad que esto es poco estable , pero aún teniendo un salario fijo y un contrato indefinido te pueden echar a la calle. A menos que seas Amancio Ortega, se te puede todo ir a tomar por culo. Fijo en la vida no hay nada y sigo estudiando porque mi plan A siempre ha sido ese, lo que pasa es que mi plan B de repente me ha salido demasiado bien, pero yo quiero ser abogada y dedicarme al mundo del Derecho. Además, me gusta estudiar, soy una persona curiosa, me encanta la política, antes o después estudiaré también Historia del Arte… Sinceramente, ni ser influencer ni los estudios te dan ninguna seguridad de futuro, veremos qué pasa, por ahora hago ambas cosas por placer, amo tanto lo que estudio y lo que hago que no me podría imaginar dejándolo.
- ¿Da la universidad cierta normalidad a tu vida?
- Totalmente. Me ayuda a no perder el foco, a ser un número más en la lista, sólo una estudiante y me encanta volver a conectar con esa parte más normal de Marina. Yo siempre digo que soy dos personas, Rivers y Marina. Rivers es una influencer con millones de seguidores y Marina es una chica normal que va a clase, a nadie le importa lo que hace o deja de hacer y se toma una cerveza con sus amigas en un bar cutre. Esa parte de mi vida me encanta y me ayuda mucho a valorar también lo otro y no perder la conexión con la realidad. En el mundillo de los influencers hay mucha gente que se olvida del mundo real. Es normal con la edad que tenemos y esta vorágine de dinero y fama, pero a mí la universidad me recuerda cada día de dónde vengo, quién soy y me ayuda a mantener un equilibrio muy sano para no obsesionarme con los números de seguidores, de reproducciones, etc., Muchos de mis compañeros de profesión viven pensando sólo en eso. Yo, como tengo tantas cosas que hacer, mantengo la mente ocupada y no me da tiempo a obsesionarme con tonterías.
- ¿Piensas mucho en cómo te has metido en este lío?
- La verdad es que no. Cuando la gente me pregunta cómo hago tantas cosas, me acuerdo de que cuando era pequeñita estaba apuntada a ballet, a flamenco, a natación y a pintura. Con 12 años ya estaba haciendo 27 extraescolares porque no me podía estar quieta, así que simplemente he continuado con mi línea. Si ahora no fuese influencer, aparte de en la carrera, estaría trabajando en cualquier tienda, yendo a pintura, al gimnasio y a un club de lectura. Soy un culo inquieto.
- ¿Hay mucha obsesión con el físico en el mundo de las redes sociales?
- Sí, toda la presión que sentimos en general las mujeres con nuestro cuerpo se incrementa en las redes sociales, más que nada porque es un mundo plagado de gente guapísima y la gente te compara todo el rato. Todos los días de tu vida te están recordando si has engordado, si has adelgazado, si tienes poco pecho, si tienes mucho, si eres vulgar, si te queda mejor el pelo largo o corto… Es una profesión en la que tienes que tener claro que si no tienes una buena conversación contigo misma, si no estás bien psicológicamente, es imposible sobrevivir a ella porque la gente te recuerda todos los días lo que haces mal, lo mal que te queda el vestido o lo fea que eres comparada con otra. Teniendo una buena autoestima se puede llevar bien y a mí todo lo que digan de mi físico me da absolutamente igual, pero conozco muchas compañeras que lo han pasado realmente mal. Deberían perseguirse estas cosas, este acoso hacia las chicas jóvenes en redes sociales, porque es muy heavy y muy peligroso.
- ¿Existe en la profesión esa cultura de cuidar la salud mental como en otras profesiones muy expuestas, tipo el deporte o el cine?
- No tanto, porque es gente muy joven, mucha no está preparada y luego le pasa una factura enorme. Los influencers somos críos que estamos lidiando con muchas cosas a la vez y a los que este nivel de crítica, de ataque o de acoso nos puede explotar como una bomba en la mano. ¿Cuál sería mi solución? Obligar a dar el DNI para abrirte una cuenta en redes sociales para que fuese sencillo denunciar a las personas que te acosan, porque el acoso no es individualizado. Es una cosa masiva y bastante repetitiva, hay gente que me lleva insultando años sin que pueda hacer nada porque son anónimos. Con un DNI detrás de cada usuario sería muchísimo más fácil convivir en redes sociales, pero mientras el anonimato impere en internet el acoso va a ser nuestro día a día. He leído cada comentario, cada cosa horrenda… Joder, existen los suicidios por acoso en redes sociales y existen personas que lo pasa realmente mal… No sé, deberíamos hacer algo para perseguir a esta gente, que es muy cobarde en su vida, pero muy valiente detrás de una pantalla y puede destrozar vidas.