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Uno de los desafíos más universales para el ser humano es cómo olvidar el amor perdido. Aún más difícil de erradicar de la memoria colectiva es la presencia de un artista con 56.745.165 oyentes mensuales en Spotify cuyas canciones resuenan en discotecas, supermercados y peluquerías desde 2015. José Álvaro Osorio Balvin, más conocido como J Balvin, es el icono del reguetón colombiano. A pesar de haberse alejado un tiempo de los escenarios, el de Medellín asegura que nunca ha dejado de hacer música.
Su muy superlativa reaparición en Coachella hace un mes, con la inesperada participación de Will Smith, dejó claro que el reguetonero está de vuelta. Los alienígenas que formaban parte de su escenografía lo acompañan en su nueva aventura, Qué ganas de volver a verte tour, la gira europea con paradas en Alemania, Francia, Italia, Bélgica, España y Portugal.
El título de la gira refleja el deseo y la necesidad de Balvin de reencontrarse con su público: «El reencuentro ha sido hermoso. Me causa más gracia a mí verlos a ellos», asegura.
Balvin regresó la semana pasada a Madrid, donde no actuaba desde aquel memorable Wizink Center de 2017. En un pasillo del Palacio de Vistalegre, entre bambalinas, Balvin nos recibe con la incomodidad de un adulto que se dispone a conversar largo rato en un taburete. El asiento es un problema para su dolor de espalda, pero se niega a tomar el analgésico que le ofrece su asistente. Enfrenta con mucha actitud sus flamantes 40 años.
Descifrar al José detrás de J Balvin no es fácil a simple vista. Sus gafas anaranjadas ocultan sus ojos y los grillz en sus dientes robotizan su voz, pero su acento colombiano es inconfundible. Es un reguetonero excéntrico, fiel a su tierra y género.
Pero su marca es mucho más que eso. Son sus hits; no hace falta ser fan para bailarlos y cantarlos de memoria. Esa red de seguridad y el nacimiento de su hijo, Rio, le han permitido tomarse un respiro estos últimos dos años. «Hemos trabajado mucho para que sea una marca estable; no soy un artista que haya empezado ayer. Creo que ya es hora de disfrutar, que no tengo que demostrar nada», dice.
Y ahí estaba toda su gente. Con un clima de euforia colectiva, Balvin revivió sus grandes éxitos. Entre las 30 canciones que interpretó, adelantó por primera vez en toda su gira, su nuevo tema, Polvo de tu vida, perteneciente a su próximo álbum. Tras explorar distintos conceptos en discos como José y Colores, el nuevo proyecto promete evocar reguetón de antes. Lo que para el artista significa «una reconexión consigo mismo», algo que espera compartir con sus fans. «Necesitaba tiempo para hacer un álbum con el que me sintiera realmente cómodo sin pensar en números», asegura.
Sobre sus acompañantes en este nuevo álbum, Balvin fue reservado. Sin embargo, habló sobre una vieja colaboración que no fue, ni mucho menos, de color de rosa llegó con la intérprete dominicana Tokischa. La polémica por el videoclip Perra por su contenido machista generó un escándalo hasta el punto de tener que eliminar todo rastro de las redes. Sobre la controversia, el cantante reflexiona: «No fui criticado por estar en contra de una mujer sino por apoyar la visión de Tokischa. Sin embargo, se aprende, sólo se aprende».
"Necesitaba tiempo para hacer un álbum con el que me sintiera realmente cómodo sin pensar en números"
J Balvin está «excelente», dice, aunque no le ha sido fácil, ha trabajado mucho para lograrlo y ese esfuerzo revela una parte de lo que Balvin es hoy. «La meditación es una prioridad y me ayuda a tener un balance en un mundo complicado». Uno de sus gurús en este camino es Robin Sharma, conocido como el monje que vendió su Ferrari. En su último libro, Sharma escribe: «Nada causa más fracaso que el éxito». Balvin hace suyo este pensamiento: «Todo es cuestión de no tomarse muy en serio las adulaciones. Si te dicen que eres el mejor, gracias, pero ya; si te dicen que eres malo, gracias, pero ya. No te quedes con lo que te dicen, agradécelo, pero sigue adelante. El ego es un arma de doble filo, te hace soñar, pero también te hace cometer errores».