BALONCESTO
Opinión
Al cielo con ella

Clímax Brizuela en temporada de lluvias

Darío Brizuela, durante un partido reciente del Barça.
Darío Brizuela, durante un partido reciente del Barça.ACB Photo
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La temporada del Barça es un fracaso o un éxito. Según a qué lado del hate se ponga el lector. O la semana que lea estas líneas. No ha ganado ningún título, no ha jugado ninguna final, acumula más derrotas que otros años, no está entre los tres primeros de ACB ni Euroliga. Pero, sin dos jugadores estructurales, Laprovíttola y Vesely, ni el recién llegado base suplente Juan Núñez, los tres lesionados de media o larga duración. Lapro y Vesely al cambio serían Campazzo y Tavares. Más o menos, no exactamente. Pero jugadores de esa dimensión, ofensiva y defensiva. Hoy el Barcelona es quinto en Euroliga, en puestos de playoff directo y casi factor cancha. Momento soleado en la tormenta eterna.

Para saber más
Para saber más

Cuando descansa Satoransky, el equipo de Joan Peñarroya no tiene base. Son minutos más movidos, más ofensivos, más locos. Son minutos más Brizuela. El donostiarra juega dos partidos, el que tiene que ganar su equipo y él, que es un partido en sí mismo. Hay que tener jeta para no haber jugado la Euroliga hasta casi los 30 años y marcarte tu mejor encuentro en Mónaco, anotando 27 puntos en las barbas de Mike James y Spanoulis. El estilo no son las zapatillas de marca que adora, sino los pasos laterales que da con ellas para quedarse solo cuando está sobremarcado. Y anotar.

A Darío, desde bien niño, todos los entrenadores le han dicho que tenía «algo». Pero nunca le decían que tenía «todo». Porque no querían ser profundamente sinceros ni reconocer la ignorancia del que cree saber de más. Al medir 1,88 metros y pesar entre 75 y 78 kilos, la sinécdoque se refería a que no podían afirmar que sólo con talento técnico podría llegar al primer nivel europeo. La parte no haría el todo. Él ahora demuestra que sí que lo hizo.

Punter y Brizuela son ligeros, botadores, geniales. Son atacantes y atacables. Sobre todo son killers del perímetro, prefieren tirar en tu cara antes que solos. Porque lo que les llena es levantar otra vez la grada maravillada ante la parábola imposible. ¿Pueden jugar en el mismo quinteto? Repartiéndose el papel de falso base, parece que sí. Siempre que el dulce sabor del éxtasis ofensivo no les aturda cuando toca camuflar fatigas defensivas.

Brizuela cuando termina los partidos no se viste de calle, porque ya juega en la calle. Su andar sobre las punteras es cadencioso y chuleta. Su mirada anuncia la necesidad de pasarle la pelota en el centro de la cancha, donde entra en su momento preliminar. Aclarado o con bloqueo lo que va a hacer es un sentir la velocidad y la pausa para encontrar el margen para lanzar a canasta. Puede meterla o no. Pero lo que no será es un tiro aburrido, una jugada más. Eso no. Darío es lo contrario a lo anticlimático. Incluso en temporada de lluvias.