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¿Crisis?, ¿qué crisis?

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A mucha gente, la mayoría del PSOE, les hubiera gustado que Pedro Sánchez pudiera destituir a personalidades políticas de Unidas Podemos

Reyes Maroto, ministra saliente de Industria, Comercio y Turismo.
Reyes Maroto, ministra saliente de Industria, Comercio y Turismo.EFE

Sólo la agitación permanente de la política española y el ansia infinita de novedades puede explicar que el relevo de dos ministras que serán candidatas el 28-M haya sido calificado como una "crisis de Gobierno". Ni siquiera minicrisis. Hay una explicación algo más profunda a propósito de por qué los cambios que ejecuta el presidente en su equipo -aunque sean de obligado cumplimiento como es el caso- aparezcan rodeados de la expectación de una crisis de Gobierno como Dios manda. Y es que a mucha gente, la mayoría del PSOE, les hubiera gustado mucho que Pedro Sánchez pudiera destituir a personalidades políticas de Unidas Podemos que, en opinión de muchos socialistas, están causando daño al propio Gobierno de coalición en general y al PSOE en particular. Nadie tiene una explicación verosímil para que Ángela Rodríguez siga siendo secretaria de Estado del Gobierno de España. Pero el presidente nunca ha compartido la alarma que le trasladan dirigentes y ministros socialistas. Supone que son unos exagerados y que los ciudadanos sabrán valorar su gestión como presidente y líder global, más allá de los líos de Unidas Podemos.

Crisis de Gobierno

Como siempre, y como cada vez que el presidente Pedro Sánchez ha cambiado a algún ministro, la esperanza de muchos socialistas es lo último que se ha perdido. El presidente, que exigió en el pasado responsabilidades a sus ministros socialistas, ha decidido que nadie es responsable político del fiasco de la ley del sólo sí es sí. Por eso, habrá que esperar a las urnas para comprobar cómo digiere el electorado que haya un desastre legal y político caído del cielo, y no surgido de ningún ministerio.

El anuncio de los sustitutos de Carolina Darías y Reyes Maroto vino precedido por un elogio expreso, amplio y muy florido del presidente del Gobierno hacia las aún ministras de Sanidad e Industria. Las alabanzas probablemente tenían el objetivo de compensar un poco el cierto disgusto de las interesadas. Es bien sabido que nadie quiere dejar de ser ministro por nada del mundo, siempre -claro- que pueda evitarlo. Mucho menos es agradable para ser cabeza de una lista electoral sin posibilidades de ganar, como es el caso de Reyes Maroto, que deja de ser ministra para adentrarse en un desierto de la candidatura municipal de Madrid. Más fortuna demoscópica parece tener Carolina Darías como posible alcaldesa de Las Palmas.

Estamos a nueve meses de unas elecciones generales, por lo que los nuevos ministros apenas tendrán tiempo de hacerse cargo de sus carteras y trazar un plan de actuación visto y no visto. Los dos nombramientos pueden considerarse, así, como premios de consolación. Este tipo de recompensas son importantes, porque permite a los presidentes del Gobierno desquitarse de faenas que pudiera haber hecho en el pasado a dirigentes leales al partido y a su persona. Sánchez nombró a Héctor Gómez portavoz parlamentario del PSOE en el Congreso de otoño y lo relevó meses después. Gómez había ejercido el puesto con dignidad, moderación y sin dar tres cuartos al pregonero. Pero aún así, fue sustituido por Patxi López. Sánchez ha utilizado el relevo en el Ministerio de Industria para evidenciar que no deja a nadie tirado. O a casi nadie. Al nuevo ministro de Sanidad, José Manuel Miñones, el presidente del Gobierno le da la oportunidad de hacerse visible a nivel nacional. Sánchez y el PSOE necesitaban a un gallego en el Ejecutivo. Por razones obvias.

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