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La foto que ilustra la portada de ayer de EL MUNDO muestra con precisión y cargante rotundidad barroca hacia dónde llevan la democracia plebiscitaria y la ambición cesarista a los partidos. En torno al outsider despechado y agalludo se arremolinan sablistas de dudosa calaña y mirada torva. A cierta distancia, el espaldero pone pie en pared. Los otros dos T-Birds [pájaros de trueno] aguardan aburridos; se arman de paciencia, barruntan y mascullan: «Este Danny Zuko nos saca de pobres». Nuestro Travolta sonríe en 2017. También tiene un plan personal, familiar y de negocio.
Los caminos de los cuatro pasajeros del Peugeot se han cruzado en el inquebrantable y lucrativo no es no. Uno de ellos, Ábalos, fue el todopoderoso 2 del PSOE de Sánchez; otro, Santos Cerdán, «el problema con patas», es el todopoderoso 3 de la camarilla de Sánchez. Koldo es la argolla que unió a sus jefes en torno a Aldama. Koldo custodió los avales de Sánchez en las primarias, el salvoconducto que condujo a los fajos.
El sociólogo Robert Michels teorizó sobre los partidos a principios del siglo XX: «Con frecuencia los partidos se basan en la protección acordada a los inferiores por un hombre fuerte». Se refiere a la Dieta prusiana, en 1855, cuando cada grupo llevaba el nombre de su líder. Hoy la tropa de Sánchez se abrasa por Sánchez, no por el PSOE. Continúa Michels: «Debe admitirse que cuando el partido asume el nombre de su líder lleva demasiado lejos el acatamiento del rebaño frente a su pastor». Así se forjan los partidos de clientela. El partido de Sánchez es de clientela. El jefe garantiza el negocio. El seguidismo es diamantino. Sánchez vampirizó al PSOE y constituyó un partido paralelo; una pétrea corte de sablistas.
Los contactos del canciller Víctor de Aldama permitieron montar el negocio. Sánchez acababa de derribar a Rajoy con la moción de censura y su bosquejo de muro. Corría mediados de 2018. Aldama fue raudo a ver a Ábalos. Esperó en la cafetería Sotoverde, cerca del Ministerio. Apareció Koldo y, antes de interesarse por sus viajes a Suramérica, le saludó: «Tú eres el famoso hermano del que tanto me hablan...». Rubén de Aldama era escolta de Ábalos. Fue la pasarela que puso en contacto a Víctor de Aldama con la corte de los sablistas. Rubén envió un mensaje a Víctor en agosto de 2018 [sólo habían transcurrido tres meses desde la moción regeneradora de Sánchez]: «Lo tienes a huevo para hacer cosas».
Con el fétido operativo a pleno rendimiento, en 2022, Aldama recibió «estatus de ministro» en un centro de élite de la Guardia Civil. Sus mandos no entendían «tantas atenciones». Al poco fue condecorado por Marlaska. En este otro filón, aparece el conector y comisario Villalba, que, destinado por Interior, fue agregado de la Embajada en Venezuela y está imputado por recibir 88.000 euros a cambio de proteger las comunicaciones de la red corrupta y dar continuidad a la trama. Villalba se justificó con un agente: «El gomina tiene psicosis con la seguridad». Al ser detenido, Aldama empuñó sus contactos con la Guardia Civil. Danny Zuko y su corte ansían un final: la fuga de Aldama.