- Política Vox se parapeta en las encuestas y se lanza contra el PP para ahogar el ruido de su crisis interna
- Intrahistoria Gallardo contactó con purgados por Abascal antes de presentar su dimisión y tras una bronca conversación con Garriga
No tienen cargo orgánico ni aparecen en el organigrama del partido, pero son los dos alfiles clave de Santiago Abascal. No son cuadros oficiales del aparato de Bambú -sede de Vox y metonimia de su jerarquía, como Génova lo es del PP o Ferraz, del PSOE-. Fundamentalmente, son proveedores externos, pero están en los principales chats de trabajo del tercer partido de España: los de las negociaciones, los de los presidentes provinciales o los de carácter ejecutivo. Ejercen de asesores áulicos y concentran mucho, mucho poder.
Se llaman Kiko Méndez-Monasterio y Gabriel Ariza (hijo de Julio Ariza, presidente del Grupo Intereconomía). Los dos son, en buena medida, responsables del portazo de Juan García-Gallardo, ex vicepresidente de Castilla y León, que ha dimitido esta semana de todos sus cargos y ha abandonado la política sin ocultar su malestar. Y también influyeron en portazos anteriores como el de Iván Espinosa de los Monteros o el de Macarena Olona.
Diversas fuentes del ala crítica de Vox y de la formación en Castilla y León coinciden en señalar que la dimisión del portavoz autonómico se debe a la deriva de "bunkerización" de la cúpula del partido más que a la expulsión de dos procuradores (Ana Rosa Hernando y Javier Bernardo Teira) cuya purga se negó a firmar García-Gallardo en "una conversación muy violenta" con el secretario general del partido, Ignacio Garriga.
"Hay un estado de terror. No ya del Comité Ejecutivo Nacional, sino de Kiko Méndez Monasterio y Gabriel Ariza. Hay llamadas y presiones en cuanto dices cualquier cosa", aseguran fuentes del ala autodenominada "liberal" de Vox. "Es así, hay un régimen de terror. Y todo tiene un límite. A Kiko la gente como Juan le molesta", añaden fuentes cercanas a la cúpula de Vox en Castilla y León. ¿Y por qué le molesta? "Porque tiene opinión propia". Y la da.
En el reparto de culpas que hacen los críticos también aparece un tercer nombre, el de Enrique Cabanas, vicesecretario nacional de Presidencia. Pero todos coinciden en señalar que Méndez-Monasterio es el gran factótum de Abascal que ha tensado la cuerda con quienes no se pliegan a los designios del núcleo duro. "A Kiko se le tiene mucho miedo. Es el valido de Abascal, el conde-duque de Olivares de Vox", critica uno de esos dirigentes que dieron el portazo antes que Gallardo.
Méndez-Monasterio -que tiene una hermana, una sobrina y un hermano en la órbita del partido- actúa con una cantidad de poder proporcional a su influencia directa en la toma de decisiones: "Abascal está muy al margen del día a día del partido. No lo ves casi nunca en la sede de Bambú. Ariza, Cabanas y Kiko hablan por él, son sus representantes en la tierra y a él lo sitúan en una suerte de Olimpo, él es como el líder intocable". Para preservar la buena imagen del líder, han visto necesario aislarlo de todo debate interno. Han trazado una bisectriz en la cúpula: de un lado, los que mandan, de otro, los que "están a las órdenes", entre los que el ala liberal sitúa a Garriga, a la diputada María Ruiz y a Montserrat Lluis, vicesecretaria de Acción de Gobierno -de gobierno local, habría que acotar, porque Vox abandonó todos los ejecutivos regionales-. Lluis lleva con mano férrea las negociaciones con el PP, pero siempre en collera con Méndez-Monasterio: "Los líderes regionales no tienen acceso a negociar nada con el PP. Todo, absolutamente todo, lo lleva Montse, a indicaciones de Kiko".
Este goteo de dimisiones en el tercer partido más votado de España lo ha propiciado una estructura de poder sin duda napoleónica, en la que no cabe el término medio, como contaba Stefan Zweig en su biografía de Fouché: "Los hombres próximos a Napoleón sólo pueden ser dos cosas: sus esclavos o sus rivales". Eso mismo dicen los críticos sobre la deriva cesarista de Vox: "Si preguntas por alguna decisión del Comité Ejecutivo Nacional (CEN), te salta Kiko y te dice que si no confías en el presidente y en su criterio. Han matado el debate interno", se queja un cargo intermedio ya alejado de la cúpula. "Y si te enfrentas a Kiko, como Rocío Monasterio, estás muerto, te ponen la cruz", añade.
Gallardo ya mostró la semana pasada su malestar a otros ex dirigentes. Justo cuando se conoció que la esposa de Abascal, Lidia Bedman, estuvo cobrando 63.600 euros al año de una editorial cercana a Ariza. De hecho, en el ala crítica ven la expulsión de los dos procuradores castellanos y leoneses como una "cortina de humo" de este caso, revelado la semana pasada por El Confidencial.
De hecho, en sus llamadas a otros purgados y críticos, García-Gallardo también les confió, en privado, que el caso de la mujer de Abascal le parecía grave. Y se quejó de que las reuniones de la directiva de Vox habían dejado de ser útiles, porque todas las decisiones llegaban prefiguradas, cerradas y sin posibilidad alguna de debate. Lentejas. "Y si se te ocurría en el CEN poner algo en duda, eras el enemigo".
Así prosigue el relato de otro de los dirigentes críticos: "No hay democracia interna en Vox, ni mucho menos. Es todo opaco, hasta las cuentas. Es imposible conocer los detalles. El núcleo duro de Abascal ha ganado la partida y ha echado a los liberales. La dirección de Bambú está totalmente bunkerizada. Han ganado los del búnker y los de la órbita del Opus Dei", entre los que cita a Ignacio Hoces, a Jorge Buxadé y al propio Garriga.
A nadie se le escapa que Castilla y León es la siguiente comunidad que está llamada a las urnas -en principio, en febrero de 2026-, las expectativas no son buenas. Fuentes cercanas a la cúpula de Vox en esta autonomías señalan: "Este desastre aquí va a hacer mucho daño". ¿Qué hará Alfonso Fernández Mañueco, presidente autonómico y candidato del PP, ahora que Vox queda tocado y él en las encuestas ya llega a la mayoría absoluta?