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No sólo América Latina observará fragmentada las trascendentales elecciones presidenciales del domingo en Venezuela. También lo hará la izquierda continental, dividida entre quienes apoyan sin condiciones a la revolución bolivariana y los escépticos, encabezados por el presidente brasileño, Lula da Silva.
Para las próximas horas está previsto que aterricen en Caracas, epicentro político mundial, los dos principales líderes de cada bloque. Por el lado revolucionario, José Luis Rodríguez Zapatero, y por el otro bloque, CelsoAmorim, ex canciller brasileño y principal asesor internacional del mandatario. El ex presidente del Gobierno español encabeza la delegación del Grupo de Puebla, foro que agrupa a dirigentes izquierdistas, populistas y revolucionarios y que el año pasado abrió sus puertas a la revolución cubana y a la revolución venezolana.
Desde su irrupción en la Venezuela revolucionaria en 2015, como observador de las elecciones parlamentarias ganadas por la oposición, Zapatero ha pasado de ser un mediador entre las partes a consolidarse como uno de los grandes aliados de Maduro en Europa, apoyado en sus vínculos estrechos con la vicepresidenta Delcy Rodríguez y su hermano Jorge, jefe de la delegación negociadora del oficialismo y hombre para todo de Maduro.
Zapatero cuenta con el respaldo de los ex presidentes Ernesto Samper (Colombia), Leonel Fernández (República Dominicana) y Martín Torrijos (Panamá). Samper fungió durante años, por órdenes de Hugo Chávez, como presidente de la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur).
Los veedores del Grupo de Puebla son la punta de lanza de un nutrido grupo de observadores llegados desde África y Asía, además de los habituales aliados del continente.
"Estarán presentes para acompañar al pueblo venezolano durante el proceso electoral", aseguró el canciller chavista, Yván Gil, tras recibir ayer a Samper y a Fernández.
El propio ministro de Asuntos Exteriores también recibió en persona a la delegación oficial de expertos de la República Popular China, a quienes ilustró sobre el "sólido sistema de votación venezolano y el ambiente de paz que prevalece en el país".
Fue precisamente la estrategia de pánico desplegada por Maduro la que provocó la reacción de Lula da Silva y de Alberto Fernández. El enfado monumental del "presidente pueblo" forzó a que las autoridades del Consejo Nacional Electoral (CNE) revocaran la invitación al expresidente argentino cuando estaba a punto de viajar a Caracas. "Entendieron que generaba una suerte de desestabilización del proceso", se quejó amargamente Fernández.
"Concuerdo y respaldo las declaraciones de Lula: no se puede amenazar bajo ningún punto de vista con baños de sangre. Lo que reciben los mandatarios y candidatos son baños de votos y esos baños de votos representan la soberanía popular, que debe ser respetada", reaccionó ayer Gabriel Boric, presidente progresista de Chile que mantiene un pulso diplomático con Caracas después de que el militar rebelde venezolano Ronald Ojeda fuera secuestrado, torturado, ejecutado y enterrado dentro de una maleta y debajo de una capa de hormigón en territorio chileno. La Fiscalía de este país acusa a un comando integrado por sicarios del Tren de Aragua, a las órdenes de alguien llegado desde Caracas que la familia de Ojeda y sus compañeros de lucha denuncian se trata de un agente revolucionario de Inteligencia.
Pese a formar parte de la Patria Grande, Boric ha sido siempre crítico con las violaciones de derechos humanos en las dictaduras de Venezuela y Nicaragua.
Desde Bogotá, su canciller, Luis Gilberto Murillo, decidió dar un paso atrás y anunciar que no viajará a la capital venezolana, tras un día de tiras y aflojas sobre su participación en los comicios.
Las críticas de Maduro contra Colombia y Brasil también provocaron que el Tribunal Supremo Electoral del gigante suramericano diera marcha atrás y decidiera no enviar a sus delegados a Caracas "ante las declaraciones falsas contra las máquinas de votación electrónica brasileñas, que contrariamente a lo que aseguran las autoridades venezolanas son auditables y seguras".
"El tirano está desnudo, por la derecha y por la izquierda", resumió el politólogo Walter Molina Galdi. Once países del continente han exigido la realización de unas elecciones libres, además de denunciar la oleada de detenciones en contra del comando opositor. Entre estos países críticos figuran varios progresistas, como Guatemala, Costa Rica y Canadá.