Se define a sí mismo como «un periodista que lleva 15 años en la universidad». Ahora es, en buena medida, una de las caras de España en Estados Unidos. Juan Luis Manfredi, profesor de Periodismo y Relaciones Internacionales de la Universidad de Castilla-La Mancha y director académico del Observatorio del Sector Público Esade-PwC, es titular de la cátedra Príncipe de Asturias en la Universidad de Georgetown, un cargo que puede ejercer por un máximo de tres años en el centro académico en el que estudió el Rey Felipe VI.
- Este cuatrimestre, la clase que imparte en Georgetown es sobre la desglobalización. ¿Está usted estudiando al enemigo?
- En realidad, la desglobalización como tal no existe. Lo que sí estamos es en un momento histórico en el que las grandes potencias están reconfigurando la globalización que habíamos heredado de la Guerra Fría, o sea, para crear unas nuevas relaciones globales. Y eso se debe a tres motivos: EEUU no tiene capacidad, no tiene liderazgo y no tiene confianza. No es sólo China y Rusia. Es también Brasil, Turquía, o incluso Gran Bretaña con el Brexit, que no es más que el intento de salir la de UE para recuperar una posición negociadora en el comercio mundial. Este objetivo de salir del sistema para volver a entrar en él en otras condiciones es visible en muchos de esos países. La letra es distinta, pero la melodía es la misma.
- Ha citado a varias potencias, pero no a la UE.
- La UE tiene varios problemas. Uno es político: ¿qué quiere ser la UE como proyecto político? No tenemos respuesta. Después está el fiscal, que ya casi ni cuenta, porque es permanente: ¿quién quiere pagar por esto, nos compensa ser europeos? A continuación está el problema tecnológico: la UE es una potencia que compra software estadounidense y hardware chino, pero que no produce ninguno de los dos. Y, finalmente, está el económico, que ha sido expuesto por el Covid-19. Así es muy difícil ser un actor global. En términos económicos, por ejemplo, la UE ha hecho más que nadie con el Covid-19, pero eso no ha importado a nadie, lo que refleja esa ausencia de proyecto común en la UE. Nadie quiere preguntarse si queremos ser europeos y, por tanto, pagar juntos la deuda de la UE, o si queremos evitar que los países de la UE se hagan dumping fiscal unos a otros. Una cosa lleva a la otra. Si ponemos sobre la mesa los problemas estructurales de España, también deberíamos hacerlo con los sistemas fiscales de Holanda, Luxemburgo, o Irlanda.
- Los españoles hemos dejado de ver el beneficio de pertenecer a la UE. Podemos -en el Gobierno- y -Vox-, en la oposición, son muy críticos con ella.
- Lo sorprendente de la última década es que, por fin, se discute la idea de Europa. Esto es una novedad en nuestra historia política. Desde Ortega en adelante, siempre habíamos visto a Europa, y a las ideas de Europa, como solución. Este consenso se mantuvo hasta alrededor de las elecciones de 2015 al Parlamento Europeo. No creo que haya un agotamiento en relación a Europa, pero lo que se puede pedir a los dos partidos que han sido siempre partidos de Gobierno [PP y PSOE] es que hagan más patria de lo que significa ser europeo en términos de integración económica, desarrollo de libertades... No han sabido contar el valor que ha creado Europa para ser español: integrarnos en un mercado único que avanza y nos permite un desarrollo económico potente; contar con órganos judiciales que nos obligan a mejorar las garantías de nuestro sistema legal y a mejorar nuestras propias políticas...
- En su razonamiento parte de una idea implícita de que España no es lo suficientemente buena por sí misma y que necesita un adulto -la UE- para refrenar sus peores instintos. Pero ahora hay partidos que dicen: 'Ya está bien de dejar a Bruselas y a Estrasburgo que nos digan lo que es bueno o malo'.
- Ese discurso antielitista y antiintelectual de 'qué se creen estos extranjeros que son para venir a decirnos lo que tememos que hacer' es recurrente en todos los populismos. Yo no lo veo así. Lo que veo en Europa es el espacio de convivencia en el que actores muy similares a nosotros colaboran con nosotros. España es un país ganador desde 1985 [cuando entró en la Comunidad Europea]. Y todo eso, sin hablar de la geografía. ¿Alguno de esos críticos ha mirado el mapa de España? ¿Es que por salir de la UE vamos a cambiar de ubicación geográfica? Ser español es ser europeo.
- Como Unamuno, que decía que era vasco y, por consiguiente, doblemente español.
- Algo así. Como español, no se me ocurre otra cosa que ser europeo. En cuanto a las ideas políticas, hay un factor más: Europa ha permitido convivir a personas que no tenían una idea muy clara de lo que es ser español. Cuando los nacionalismos periféricos están en Europa, están más cómodos, porque están siendo europeos a la manera española. Es lo mismo que lo que ha pasado entre Irlanda e Irlanda del Norte.
- Los nacionalistas saben que, si se van de España, se van de la UE: «la pela es la pela».
- Exacto. A pesar de las campañas de desinformación, ninguno de ellos quiere asumir que irse de España es irse de Europa.
- Aun así, ésa es una idea de España muy pesimista.
- No creo que ésta sea una visión pesimista, sino parte del catálogo de soluciones para la convivencia. La UE es un proyecto integrador, unidad en la diversidad, como reza el lema. No demanda adhesiones específicas a un himno o a una simbología. Este fenómeno político único permite expresarse y sentirse ciudadano de un proyecto que supera las fronteras administrativas de España. Para los nacionalistas es una solución a buena parte de las inquietudes. No hace falta sentirse español para ser europeo de pleno derecho.
- Pero, al margen del acceso a la UE, ¿qué ofrece España como nación a esos nacionalistas?
- España, como nación, es más fuerte en el seno de la UE. Nos permite ser y sentirnos de maneras distintas. No creo que haya una forma única de sentirse español. Ahí principian algunos de nuestros problemas de convivencia. España ofrece un legado de patrimonio, historia y cultura. Ser parte de este legado, con sus luces y sombras, es enriquecedor. No me gusta la idea de «democracia plena» y otras figuras retóricas similares. La sociedad española progresa y puede avanzar en materia política, institucional, social o económica y, en ese crecimiento, la nación española me parece más amplia que la actual configuración del Estado.
- Ha citado las elecciones al Parlamento Europeo de 2015 como el momento en el que los españoles empiezan a cuestionarse qué es la UE. Ese referéndum fue consecuencia de la crisis económica de 2010-2014. Habíamos hecho lo que nos habían pedido que hiciéramos, lo habíamos hecho bien, y nos habían aplaudido por ello. Y ahora nos venían con el cuento de que habíamos vivido por encima de nuestras posibilidades.
- La crisis fue utilizada por algunos para poner en cuestión no sólo el sistema económico español, sino también el político. Y, desde luego, una parte de la responsabilidad fue de la banca alemana, que había prestado por encima de sus posibilidades. Pero la lección no aprendida sigue siendo la profunda revisión de muchas de las políticas públicas que tenemos en España.
- ¿Cómo cuáles?
- Por ejemplo, en infraestructuras, donde tenemos un país perfectamente conectado sin que nunca nos hayamos preguntado si podemos pagarlo. Además, parte de ese desarrollo se realizó sobre un razonamiento de poder territorial, dejando atrás a buena parte del territorio, lo que hoy llamamos 'la España vacía'.
- Si no somos capaces de coordinar eso, ¿cómo vamos a ser capaces de coordinar la acción europea?
- Primero habrá que decidir qué acción europea queremos, y quién quiere pagar esa acción. Y, si el momento hamiltoniano [la mutualización de la deuda, como hizo EEUU con la de sus estados en el siglo XVIII] es muy difícil de imaginar, no quiero ni pensar lo que puede ser que Francia y Alemania renuncien en favor de la UE a liderar posiciones internacionales. Alemania, todavía, como potencia reticente, pero ¿Francia? Porque la seguridad europea no es la seguridad francesa. Ni tampoco la seguridad de la OTAN.Un ejemplo: ¿cuál es la política europea de migración? Los migrantes no entran por Suecia o por Dinamarca, lo hacen por España, Italia o Grecia. Estos flujos migratorios que alteran tantas cosas, incluyendo los estados de ánimo políticos -y aquí estoy hablando del populismo-, ¿son un problema de Canarias o Andalucía o es un problema de toda la UE? No se puede pretender es que existe Europa para unas cosas y para otras, no. Lo mismo pasa con la defensa. Llevo más de 20 años oyendo hablar de una política europea de defensa, pero ¿para defender qué proyecto político?
- Y, en todo esto ¿dónde queda España? Tenemos una UE indefinida, sin proyecto de futuro pero con fuerzas centrípetas, unos EEUU que sólo miran a Asia, y una España que tampoco tiene un proyecto definido de país.
- El Brexit es bueno para España porque, aunque es un desastre, una vez que se ha consumado nos deja como el cuarto país de Europa. Además, Polonia, que es nuestro principal competidor, no está por la labor, así que podemos avanzar en algunas líneas de actuación. Ahí creo que los movimientos del Gobierno para vincularse con Italia y Países Bajos, son novedosos.
- ¿Es eso suficiente?
- Tal vez no, pero es novedoso. Y es inteligente. España ha intentado buscar con [el primer ministro holandés] Mark Rutte algunos acuerdos, ha tratado de mover con Italia algunos acuerdos... Esto es una alternativa al eje francoalemán, no en el sentido de 'o tú o yo', sino de que seamos más los que participamos en el debate. Y, si sube nuestra posición relativa en la UE, también debería subir respecto a EEUU.
- Cuando Franco muere, España se fija como objetivo situarse en el centro de Europa. Han pasado 46 años y no sólo no lo hemos logrado, sino que aún estamos tratando de tener una influencia equiparable a nuestro peso demográfico y económico.
- El problema de España, en mi opinión, es que somos un país abierto, tolerante... o sea, con poder blando. Pero nunca hemos concretado eso en poder duro, o sea, en puestos de relevancia en la UE. Con el Brexit hemos visto cómo los británicos dejaban numerosísimas posiciones de primer nivel técnico en la UE. ¿Dónde hemos estado los españoles promoviendo nuestros candidatos? Ésa es una medida de política diplomática que tiene que estar con urgencia sobre la mesa. Necesitamos estar en posiciones de poder. Es maravilloso estar en cultura o patrimonio, pero también necesitamos tener más peso en política industrial, en defensa, en migraciones, en seguridad...
- ¿Cómo se hace eso en un país como España, que gasta muy poco en defensa y en el que gran parte de la opinión pública y de la clase política cree que se debería gastar todavía menos? Antes hablaba del protagonismo de Francia. Ese país tiene un portaviones y 10 submarinos nucleares. El año pasado, la Armada española sólo tenía operativo un submarino, y diésel; y sólo tiene un portahelicópteros, también convencional.
- Podemos intentar aprovechar el vacío dejado por Reino Unido para ver qué posiciones nos interesan y dónde tenemos activos. Toda estrategia tiene tres claves: recursos -tiempo, dinero, y personas-, procesos -cómo hacemos las cosas-, y valores -cuáles son los valores españoles en Europa-. Si tuviéramos claro esas tres cosas, podríamos mejorar nuestra posición en la UE.
- Para tener eso claro, ¿no hace fata un consenso nacional?
- Yo creo que el problema es el contrario. No hay disenso nacional entre los dos grandes partidos en materia de Europa. A lo mejor nos vendría bien que el PP y el PSOE se pelearan en público para que nos planteáramos como ciudadanos qué ventajas tiene ser europeos. Carl Schmidtt dice que el problema europeo es que, al no tener enemigo exterior, es difícil tener un proyecto político porque, cuando no estás amenazado, es más difícil señalar el ellos frente al nosotros.
- Ha dicho que España podría subir en relevancia para EEUU. Pero a EEUU, ¿le interesa algo de España que no sea Rota y Morón?
- Rota y Morón son dos joyas de la corona. En la era del Pacífico, la posición geográfica española es la mejor de Europa para sus relaciones con EEUU. Yo creo que en la redefinición de lo que es la OTAN, España es uno de los países decisivos, por su posición geográfica, de puerta del Mediterráneo, y con África, que es donde suceden muchos de los problemas que luego afectan a europeos y estadounidenses. El hecho de que la cumbre de la OTAN se vaya a celebrar en Madrid en 2022 es una enorme oportunidad para mostrar que hay un proyecto compartido de relaciones trasatlánticas.
- Una última cuestión. Esta vez de índole personal: existe la leyenda de que su padre, que era funcionario de la Agencia de Información de EEUU (USIA, por sus siglas en inglés) trabajaba en la CIA. Si ése es el caso, permítame decirle que su padre era el peor espía del mundo. La clave de trabajar en la CIA es que nadie sepa que trabajas en la CIA. En esta sección entrevistamos hace dos años a Felipe Fernandez-Armesto, de la Universidad de Indiana, cuyo padre, el periodista Augusto Assía, sí fue espía, aunque del MI-6 británico, durante la Segunda Guerra Mundial. Pero Fernández-Armesto no se enteró de eso hasta que fue a Oxford a la Universidad.
- ¡Eso es lo que siempre digo yo! Es una leyenda urbana que circula por Sevilla. Mi padre debía de ser el úniEl Brexit es bueno para España porque nos deja como el cuarto país de Europaco espía del que todo el mundo sabía dónde trabajaba y lo que hacía. Mi padre siempre dice que no vale la pena desmentir esas leyendas. Lo normal es lo del caso de Fernández-Armesto y Assía: si tu padre es espía, te enterarás -si es que te enteras- por los historiadores.
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