Se han vuelto habituales las comparaciones entre la invasión de Ucrania y la nueva fase del conflicto en Oriente Próximo. Los más críticos con Israel denuncian, por ejemplo, que se haya condenado y sancionado a Rusia pero que no se haya hecho lo mismo con el Estado israelí. También se hace referencia a ambas situaciones como muestra de la inoperancia de la ONU y de la diplomacia global para impedir ataques militares y evitar sufrimientos de la población civil.
Sin embargo, estamos ante dos conflictos muy distintos, y cualquier comparación entre ellos debe ser consecuente con esto. Por ir a la diferencia más evidente: Rusia no fue atacada. Las sanciones no se deben solo al brutal sufrimiento causado por su invasión, sino al hecho de que esta fuera, en sí misma, un movimiento agresivo que no respondía a ataque alguno. El caso israelí es el contrario: está claro que la población del país fue atacada salvajemente hace un año, y la mayoría de gobiernos occidentales han hecho propia la idea de que Israel tiene derecho a defenderse. El debate y los reproches se centran, por lo general, en la manera en la que se lleva a cabo esa respuesta; esto es, en el punto en el que una defensa legítima se convertiría, por su desarrollo y consecuencias, en ilegítima. Esta diferencia también se proyecta sobre posibles extensiones del conflicto: hay al menos una justificación en que Israel ataque las terminales iraníes, ya que se entiende que Irán y su entramado en la región desempeñaron un papel en los ataques del 7 de octubre. Esa justificación no existiría en el caso de que Rusia empezara, por ejemplo, a atacar a los países que vienen apoyando la defensa de Ucrania.
También hay una diferencia clara en cuanto a la posibilidad de alcanzar un nuevo equilibrio tras ambos conflictos. La paz en Ucrania pasa por una cuestión de fronteras: dónde se fijan y cómo se consigue que Rusia las respete. En Oriente Próximo, sin embargo, cualquier solución requiere mucho más que un trazado de fronteras: el Líbano tendría que volver a ser un Estado operativo, Irán tendría que aceptar la existencia de Israel, la cuestión palestina debería resolverse de una forma realista y aceptable para todas las partes... cambios tan profundos que la idea de un futuro en paz parece, más que remota, inverosímil.