COLUMNISTAS
El último escaño

Lo mucho que une a Sánchez y a Trump

Aparentemente tan opuestos, teóricamente con proyectos antagónicos, ambos comparten una misma concepción del poder

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez.
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez.ÓSCAR DEL POZOAFP
PREMIUM
Actualizado

Comparto la preocupación de tanta gente de izquierdas en España por el regreso de este Trump, ¡claro que sí!, pero me sorprende su alarma por el autoritarismo del líder norteamericano. ¿Ellos? Precisamente ellos, que abrieron con sus votos las puertas de Moncloa al neocomunismo de Podemos y a aquel Iglesias; ellos, que avalan pactar con los herederos de ETA y con el golpismo catalán; ellos, que idolatran y sostienen a Sánchez, el dirigente que más similitudes políticas y morales, pese al denodado esfuerzo de Orban, guarda con Trump.

No, ellos no pueden, porque no es aceptable denunciar de Trump lo mismo que se aplaude o se tolera de manera cómplice en Sánchez, como resulta ridículo que la derecha extrema española, de correaje húngaro y brillantina putineja, presente al socialista como una suerte de dictador y a la vez ensalce al norteamericano como referente e inspiración.

Aparentemente tan opuestos, teóricamente con proyectos antagónicos, Sánchez y Trump comparten una misma concepción del poder: un vehículo de realización personal y de autosatisfacción. Un fin e ideología únicos. Semejanzas que son evidentes en los relatos hagiográficos que los presentan como luchadores contra la adversidad y contra unos supuestos poderes fácticos.

De modo que la victoria de Trump refuerza esa leyenda de resistencia -un «anti frágil», en definición de Niall Ferguson- con un manual de cabecera parecido al de Sánchez. Trump, que liquidó el viejo Partido Republicano para convertirlo en una secta personalista, como Sánchez arrasó con el viejo PSOE para ponerlo a su entero servicio personal, anunció que meterá mano en el Departamento de Justicia, para purgar a jueces y fiscales. Un proceso de colonización partisana de todas las instituciones que es calcado al que Sánchez inició con éxito hace tiempo: Alvarone, Pumpido, Tezanos, Escrivá...

A Trump, como a Sánchez, le molesta la pluralidad de la democracia liberal e intenta acabar con la prensa crítica. Ya sea sobornando a sus propietarios o arruinándolos con censura y sanciones, mientras ellos producen los peores bulos: de los haitianos comeperros al complot de la «extrema derecha» para atentar con escobas contra Sánchez en Paiporta.

Pero, aunque uno y otro estén tallados por el mismo patrón narciso-populista, existe una diferencia que le es muy favorable a Sánchez: mientras que cualquiera se siente legitimado hoy para llamar Hitler a Trump, al español le protege la (falsa) superioridad moral de la izquierda. Esa garantía de impunidad.