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Educación

El profesor de instituto que alerta de la sobreprotección que crece en las familias: "Hay padres que me preguntan qué tiene de deberes su hijo de 16 años"

Alberto Torres Blandina conoce a progenitores que no dejan ir a las excursiones a los niños por si les pasa algo. Otros les subrayan los apuntes o les hacen los esquemas. "Hemos pasado de educar a vigilar"

El profesor de instituto que alerta de la sobreprotección que crece en las familias: "Hay padres que me preguntan qué tiene de deberes su hijo de 16 años"
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Alberto Torres Blandina es profesor de Lengua y Literatura en el instituto público Campanar de Valencia. En los 18 años que lleva dando clase, ha visto que ha ido aumentando la desconfianza hacia las capacidades de los jóvenes, no sólo en los centros educativos sino en toda la sociedad. «Los adultos tratan a sus hijos como a bebés incapaces de valerse por sí mismos», denuncia en El arte de educar a estúpidos. Una crítica sociológica para recuperar la confianza en la educación (Barlin Libros), donde alerta de la sobreprotección existente en las familias y en las escuelas. «Hay padres de adolescentes de 16 años que me piden que apunte los deberes a su hijo en la agenda», revela. Otros les subrayan los apuntes a los críos, les hacen esquemas o no les permiten ir a las excursiones por si les pasa algo.

¿Hay un problema de sobreprotección en el sistema educativo?
Sí, totalmente. El mensaje que lanzamos una y otra vez a los alumnos, en una estrategia equivocada llena de buenas intenciones, es que no son capaces de hacer las cosas solos. Los adultos están convencidos de que sus hijos son estúpidos. Les tratan como a bebés incapaces de valerse por sí mismos. También el profesorado contribuye a generar estudiantes dependientes. Muchas veces vamos detrás de ellos para que repitan un examen o entreguen un trabajo que no hicieron porque estuvieron enfermos. El sistema educativo se basa en la supervisión, el control y la desconfianza hacia las capacidades de los estudiantes, considerados inmaduros emocional y cognitivamente hasta edades cada vez más avanzadas. Es un problema global, no sólo de la escuela, que no he visto en países como Islandia o Suecia.
¿Qué ocurre en esos países?
Que se fían mucho más de los niños y adolescentes y les dejan ser más autónomos. Cuando estuve allí, vi a alumnos de siete u ocho años utilizando sierras eléctricas y dando clases de cocina con fuego real. «¿Pero se queman?», le pregunté a la profesora. «Claro, hay fuego, a veces se queman», respondió. «¿Y qué pasa si se queman?», le dije. «Pues nada, que los curamos». «¿Y qué dicen los padres?», insistí. La cara de asombro con la que me miraba... «¿Qué quieres que digan los padres? Saben que sus hijos cocinan y que a veces se queman». No estoy diciendo que la educación sueca o islandesa sea mejor que ésta, pero en España no damos clase de cocina para que los alumnos no se quemen y no nos demanden los padres.
¿Puede hablarme de casos concretos de sobreprotección que haya presenciado?
Hay padres de adolescentes de 16 años que me piden que apunte a su hijo los exámenes o los deberes en la agenda. Otros me preguntan qué tiene de tarea su hijo. Conozco casos de padres que tienen en sus contactos de WhatsApp a algún buen estudiante de la clase de sus hijos para así preguntarle cada día los deberes. «Es que mi niño es muy despistado y no se entera de nada», dicen. O que no les dejan ir a excursiones por si les pasa algo. Incluso sé de algunos que rellenan la matrícula de la universidad por si los chavales no saben.
En el libro cuenta que hay padres que justifican las faltas de asistencia de sus hijos para darles más tiempo para estudiar los exámenes.
Llevo 18 años dando clase y he visto la evolución. Desde hace tiempo en Bachillerato no vienen a primera hora cuando tienen un examen, pero, en los últimos 10 años, esto también ha empezado a pasar en 3º y 4º de la ESO. Tienen un examen a tercera hora y a primera y segunda horas faltan 10 personas. Llamas a los padres y te dicen que su hijo está malo. ¿Están malos todos? En el instituto en el que yo estaba antes incluso se tomaron medidas y se dijo que o se traía un informe médico o no se dejaba pasar a nadie.
¿Hasta qué edad los padres ayudan a sus hijos a hacer los deberes?
En Bachillerato muchos alumnos salen de fiesta, tienen sexo y se emborrachan y luego vienen sus padres al instituto a ver el examen por si le tienes manía al hijo. Hay padres que se leen los libros de lectura obligatoria para contárselos porque sus hijos no tienen tiempo.
¿Existe esa madre que le pidió que le dictase lo que entraba en el examen para hacerle los esquemas a su hijo?
Sí, y no son extraños los padres que le subrayan la lección a su hija para que sepa lo que es importante, o que le hacen en parte o totalmente algunos trabajos. O que, cuando se acerca el final del curso, piden a los docentes que aprueben al niño para que no se traumatice. Por suerte, no todos los adultos tienen esa actitud, pero estos casos son cada día más numerosos. El problema es que lo hacen por su bien. Y encima la legislación los avala, porque, si el padre demanda al instituto, normalmente le dan la razón.
Y se produce un círculo vicioso, porque los centros educativos reaccionan vigilando a los profesores para evitar denuncias de los padres. Y los profesores reaccionan evitando líos.
Hemos pasado de educar a vigilar, y eso es muy peligroso. Cada vez nos fiamos menos de los chavales. Todo el sistema está en basado en la desconfianza, les damos el mensaje de que ellos solos no pueden.
El filósofo Gregorio Luri dice que la sobreprotección es una forma de maltrato. ¿Qué efectos acaba produciendo en los menores?
Soy de Sagunto (Valencia) y en mi casa usábamos una expresión, enrosinarse, que creo que no existe en español, para hablar de cuando coges a un bebé y lo quieres y lo abrazas tanto que le haces llorar. Nos empeñamos en ponérselo tan fácil a los hijos que les escamoteamos la posibilidad de ser autónomos y aprender a hacer las cosas de verdad, por sí mismos. Les minamos la confianza y retrasamos que se conviertan en seres capaces de resolver sus propios problemas. Siempre pongo el ejemplo del GPS: desde que lo uso puedo desplazarme al mismo sitio 10 veces que después no me acuerdo de nada. Si los chicos van siempre de la mano, acaban no fijándose y pensando que siempre pueden recurrir a la ayuda del adulto.
¿Qué se puede hacer?
Hay que acompañar y estar, pero dejando que sean ellos los que lleven el coche, no guiándose por el GPS. En Suecia, por ejemplo, las extraescolares las organizan los propios alumnos. Desde que los niños son muy pequeños están dándoles responsabilidades y, cuando llegan al instituto, son gente muy emprendedora y creativa. Porque cuando un alumno está obedeciendo órdenes todo el rato, la creatividad no es el valor más grande. Y hablo de creatividad en todos los aspectos.
Entiendo que la autonomía también ayuda a tomar buenas decisiones o tener mayor autocontrol.
Sí, y a gestionar las emociones. Porque eso de que el niño suspenda el examen y se frustre... Pues, vaya, que aprenda a frustrarse con el examen y más adelante, cuando en la vida le pasen cosas gordas, sabrá gestionarlas.
¿Por qué hay tanta sobreprotección?
Yo creo que se hace con la mejor de las intenciones. Y que también tiene que ver con los horarios de trabajo. Como no se puede conciliar la vida laboral y familiar, muchas veces se delegan muchas cuestiones en la escuela. Pero los padres quieren que los educadores lo hagan como ellos dicen. Y eso es imposible. A mí una familia me ha llegado a pedir que no explique a Darwin.
Cada vez se cuestiona más al profesor.
Te llegan padres que saben más que tú de tu asignatura. Otros saben más que tú de la labor de educar y vienen a decirte cómo tienes que hacer las cosas. Los equipos directivos tienen miedo, no quieren quejas a la Inspección.
Usted dice que nunca hemos vivido más seguros y nunca hemos tenido más miedo. ¿Tiene reflejo ese miedo en el día a día de los centros educativos?
Ahora se lleva poner canciones entre clase y clase y a veces son los chavales los que las eligen. Yo he oído decir: «Uy, no pongamos reguetón, no sea que venga alguien a quejarse por ser una canción machista». El problema más grande, en todo caso, es que nosotros, los profesores, nos autocensuramos y dejamos de tratar ciertos temas.
¿Habla de política o de religión en clase o son temas tabú?
Es imposible explicar a Gonzalo de Berceo y no hablar de religión. Yo no rehúyo nunca el debate. El primer día les digo a los alumnos: «Soy una persona subjetiva. Voy a dar mi opinión de las cosas como espero que deis la vuestra. Y, obviamente, no voy a poner menos nota a alguien porque opine diferente a mí». La mejor nota que he puesto en 2º de Bachillerato ha sido a un alumno que decía todo lo contrario a lo que yo pensaba, pero de forma magníficamente argumentada.
¿Tiene muchos alumnos que vayan a clase con pulseras de Vox?
Hay las dos cosas: defensores del feminismo y con banderas del arco iris y la reacción. Sobre todo entre los chicos, está volviendo a calar eso de ser un verdadero macho. Después del franquismo, lo que dominaba era el pensamiento conservador y, para fastidiar a sus padres, los adolescentes se hacían punks o anarquistas. Ahora el pensamiento políticamente correcto es el progresista y los jóvenes se rebelan contra él.
¿Lo hacen como una forma de transgresión contra lo establecido?
Sí, estoy convencido. Lo hemos visto generación tras generación. Aunque gente que es muy radical contra sus padres acaba siendo igual que ellos.
¿Usted cómo reacciona en clase ante estas cosas?
Hace unos años, algunos alumnos se pusieron a dibujar esvásticas en la pizarra. Aparte de que las dibujaban de forma incorrecta, resulta que uno de los que las hacía era negro. Una profesora se enfadó mucho, paró la clase y llamó a la dirección. Yo ni las borré y esos alumnos se acabaron cansando. Lo mejor es no hacer caso para que no consigan lo que quieren, que es no tener clase. Los adolescentes siempre han sido así.
En el libro denuncia que se está produciendo una 'disneyficación' no solo de la educación, sino de otros aspectos de la sociedad. ¿A qué se refiere?
A lo que hizo Disney con los relatos. Al principio, Caperucita se contaba para evitar que las mujeres fueran solas por el bosque. En el relato inicial, el rojo simbolizaba la regla, el convertirse en mujer, y el lobo violaba a Caperucita. Se pretendía enseñar la realidad y los peligros que acechaban. Pero de pronto llegó Disney y convirtió estos relatos en cuentecitos asépticos. Si dulcificamos todo, luego los niños no saben gestionar los problemas.
En las películas más recientes de Disney, los malos siempre tienen aspecto de buenos.
Ahí hay mucha tela. La Bestia ha raptado a Bella y la tiene encerrada, pero el relato se presenta como una historia de amor. La Bella Durmiente, en cierto modo, vendría a ser como Gisèle Pelicot: está durmiendo y van distintos príncipes a besarla. Pero nos lo muestran como que no pasa nada, como que el príncipe se enamora de ella mientras está dormida.
¿Por qué se 'disneyfican' los relatos?
Para evitar que los niños sufran.

EL ARTE DE EDUCAR A ESTÚPIDOS. UNA CRÍTICA SOCIOLÓGICA PARA RECUPERAR LA CONFIANZA EN LA EDUCACIÓN

Editorial Barlin Libros. 128 páginas. 15 euros. Puede comprarlo aquí