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Si hay algo que aprendimos de la cinta de Greta Gerwig el año pasado, es que Barbie es mucho más que una muñeca de plástico vestida de punta en blanco, un canon de belleza supuestamente inalcanzable o simplemente una mujer rubia de ojos azules. Barbie puede ser blanca, negra, asiática, abogada, científica o una chica normal y corriente. Pero no siempre fue así.
Durante décadas, millones de mujeres no se vieron reflejadas ni representadas por la muñeca de Mattel, que, lejos de ser un símbolo de empoderamiento, se convirtió en un motivo de lucha por la visibilidad y la igualdad. Tuvieron que pasar más de 30 años para que las jóvenes afrodescendientes dejaran de preguntarse: "¿Seré así cuando sea grande?". La Barbie negra llegó en los años ochenta, y ahora la cineasta Lagueria Davis, sin ser precisamente admiradora de esta muñeca, indaga en su propia historia familiar para contar, en un documental de Netflix, cómo fue su creación.
El relato parte de las memorias de Beulah Mae Mitchell, tía de la directora y una de las primeras empleadas negras de Mattel, a quien la dueña Ruth Handler le preguntó una vez cómo mejorar sus juguetes. Ella respondió con profundo deseo, y al mismo tiempo bromeando: "¿Y si creamos una Barbie negra?". Y así llegaron al mundo Christie y Julia, a finales de los años sesenta, aún no conocidas como Barbie, sino como "las amigas de".
Las imágenes de archivo que siguen documentan la evolución en la textura del cabello, los rasgos faciales y los estilos de vestimenta de las muñecas, ya que, según afirman los protagonistas del relato, "no eran representativos de una mujer negra". Fue en ese momento cuando Kitty Black Perkins llegó a las puertas de Mattel. Era 1976, y la empresa juguetera jamás había contratado a una diseñadora negra.
"Investigué mucho. Hicimos varios sondeos de mercado con chicas jóvenes para ver qué querían exactamente. También lo hicimos con sus madres. Teníamos un equipo estupendo que trabajaba en la Barbie negra", explica la estadounidense en el documental.
El resultado de ese trabajo vería la luz en 1980, tres décadas después del lanzamiento original de la muñeca, y lo haría con aires de Diana Ross. "Quería que reflejara el aspecto de una mujer negra", se justifica Perkins. "Por eso opté por colores vibrantes, joyas llamativas, un peinado corto y una falda ajustada que dejara ver las piernas", además de darle labios más gruesos y una nariz más chata.
Este nuevo modelo se convirtió en una fuente de inspiración para la diseñadora de Mattel Stacey McBride-Irby, quien, al igual que las otras protagonistas del documental -Shonda Rhimes y Misty Copeland-, no recuerda "haber tenido una muñeca negra de pequeña".
Para la creadora de la Anatomía de Grey, el lanzamiento de la Barbie negra marcó un punto de inflexión. "Si nunca has visto una muñeca que se parezca a ti y de repente ves una, puede ser un momento bastante chocante", reflexiona. Y añade: "Para mí, no eran muñecas. Eran ejemplos de lo que yo quería ser: doctoras, abogadas, que viajaban y hacían cosas".
Desde el lanzamiento de la primera Barbie negra, Mattel ha introducido muñecas que representan a mujeres afroamericanas influyentes en la historia, como Rosa Parks y Ella Fitzgerald, en la serie Barbie Inspiring Women. La esgrimista Ibtihaj Muhammad también tiene su propia muñeca, que lleva un hiyab idéntico al suyo, un logro que ella valora profundamente al reflexionar sobre su experiencia con Barbie durante su infancia. "Recuerdo que no me veía guapa por la piel y el cabello que tenía. Sentía que fallaba en algo", admite, entre lágrimas. "Al llamarla Barbie y no Barbie negra ahora, dan a entender que lo negro también es bonito".