CRÓNICA
Reclamado por las autoridades británicas

Los manuscritos inéditos del mafioso irlandés más temible, 'jubilado' en Alicante: "Hola, Bud. Tengo un trato para ti..."

A sus 72 años, John Gilligan, un gánster cuyo nombre lleva medio siglo apareciendo en la prensa británica, seguía manejando un laboratorio de droga de diseño desde su chalet en Orihuela. Sobre él y su banda se han hecho libros y películas. Ahora un equipo de la Policía Nacional ha dado con él y lo ha enviado a prisión. ¿Será su final?

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Cuando los agentes irrumpieron en aquel amplio chalet de La Florida, una urbanización de Orihuela (Alicante), John Gilligan todavía dormía en su cama. Eran las cuatro de la madrugada del 18 de diciembre de 2024. Había pasado la noche solo, sin Sharon, su última pareja conocida. A sus 72 años, en calzoncillos y sin camiseta que le cubriera ese torso ya apenas musculado y de hombros afilados, este irlandés, un histórico gánster británico con casi más muertos en la retina que años, se vistió, se espabiló y comenzó a ser testigo de cómo la Policía Nacional ponía patas arriba su casa.

Durante el registro se mantuvo en silencio, sin colaborar con los policías que habían dado con su último refugio, comportándose como sólo la mafia sabe: sin mediar una palabra, pero sin oponer resistencia. Pese a que vivía en un lugar donde miles de europeos jubilados se retiran a vivir sus últimos años atraídos por el buen clima y la buena gastronomía, Gilligan seguía en el negocio que le llevó a la cumbre del crimen organizado, el narcotráfico.

Había montado en su propia casa un laboratorio de tusi, una droga conocida como la cocaína rosa, por su color y porque se esnifa. Gilligan antaño tocó otra merca, pero ahora había dado el salto a la modernidad, las drogas sintéticas. Además de tusi, estaba enviando ketamina y metanfetaminas a sus islas, aunque tampoco le hacía ascos a la marihuana. También se piensa que mucha de esa droga se acabó moviendo en el mundo de la noche de la Comunidad Valenciana y de la Región de Murcia.

Pero los agentes de la Unidad de Droga y Crimen Organizado (UDYCO) de Murcia, quienes llevaban semanas tras él, encontraron otros objetos casi tan valiosos como la droga incautada. Estaban repartidos por distintas estancias de la casa, como el salón, las habitaciones o la cocina. Eran libretas y folios sueltos con anotaciones manuscritas del propio Gilligan.

En ellas, el gánster había ido anotando nombres de clientes —algunos, en clave— (Jaime, 777, EBBS, Villa, John, Taxi Mark), cobros realizados, cantidades de droga entregada, e incluso acuerdos con otros narcos que, a priori, se habrían cerrado trasladando ese documento de mano en mano.

Anotaciones manuscritas que constan en la investigación judicial.
Anotaciones manuscritas que constan en la investigación judicial.

«Hi, Bud. Have a new deal for you (Hola Bud. Tengo un nuevo trato para ti)», se lee en una de esas libretas incautadas por los agentes de UDYCO. Junto a una oferta a buen precio de ketamina y tusi, aparece otra frase de Gilligan, quien parece apurado: «Necesito dinero para pagar mis facturas tan pronto como sea posible. No lo dejes pasar, amigo».

Tras su detención, Gilligan pasó a disposición judicial e ingresó en prisión. Se le acusó de la comisión de un delito de pertenencia a organización criminal, tráfico de drogas y tenencia ilícita de armas, ya que en su casa de Orihuela se le encontró un arma de fuego oculta. En concreto, la escondía «entre unos ladrillos de vidrio pavés que se encontraban en la entrada de la casa desde el porche», se lee en la documentación a la que EL MUNDO tiene acceso.

Junto a él se detuvo a ocho personas más. Pertenecían a un clan familiar macedonio y estaban bajo las directrices de Gilligan. En otro domicilio también contaban con otro laboratorio clandestino para elaborar todo este tipo de drogas sintéticas.

En sus atestados, la Policía Nacional señala que en la casa de Gilligan «se descubrió la presencia de numerosos productos químicos, precursores y material o utillaje de laboratorio, confirmando (...) la existencia de una organización criminal dedicada a establecer laboratorios clandestinos de drogas de síntesis en nuestro territorio».

Laboratorio de cocaína rosa encontrado en la casa de Gilligan.
Laboratorio de cocaína rosa encontrado en la casa de Gilligan.

El tusi es un término que se ha popularizado en España en los últimos cinco años para describir una mezcla peligrosa de sustancias psicoactivas. Su nombre proviene de una deformación del 2C-B, una droga sintetizada en 1974 por Alexander Shulgin, perteneciente a la familia de las fenetilaminas.

El 2C-B, en su forma pura, ofrece al consumidor efectos alucinógenos y estimulantes, y ha sido valorado en ciertos círculos por su capacidad para inducir experiencias sensoriales intensificadas y un estado de empatía aumentada, tales como otros psicodélicos, como el LSD.

Con diversas denominaciones, como la de cocaína rosa, gema rosa, tusi, tussi b o tusibí, la popularidad de esta sustancia en España fue catapultada en el contexto de las fiestas nocturnas ilegales que se celebraban durante la pandemia. Ha adquirido un estatus de droga chic en ciertos círculos sociales, llegando incluso a ser objeto de incautaciones en fiestas con invitados de alto poder económico.

Anotaciones manuscritas que constan en la investigación judicial.
Anotaciones manuscritas que constan en la investigación judicial.

«Detectamos un aumento considerable del consumo de tusi en Murcia, especialmente en el ambiente nocturno. Hubo muchas incautaciones y notamos que su presencia estaba proliferando en grandes cantidades. En lugar de enfocarnos sólo en los vendedores de menudeo en locales de ocio, decidimos ir más allá e investigar dónde se estaba fabricando esta droga. Al ser un compuesto sintético, debía haber un laboratorio en algún lugar. Nuestro objetivo principal era encontrarlo», dijo ante la prensa el jefe de sección de UDYCO en Murcia, uno de los expertos antidroga que dirigió la investigación que ha llevado a Gilligan de nuevo a estar encerrado en una celda, esta vez en la prisión de Foncalent (Alicante).

Pero ese polvo rosa que ahora estaba llenando sus arcas es también el que puede que le lleve a la jubilación y a poner fin a su dilatada carrera criminal. Algo que no consiguió ni la heroína, con la que traficó en la década de los 80 y 90 del siglo pasado en Dublín, ni la marihuana, responsable de su penúltima detención, hace cinco años, en Torrevieja, a 34 kilómetros de su chalet en La Florida.

UNO DE LOS PRIMEROS 'PADRINOS' DE LA MAFIA IRLANDESA

En la operación, la Policía Nacional intervino más de 16 kilogramos de tusi, 2 kilos y medio de cocaína, 540 litros de precursores, 93,5 kilogramos de sustancias de corte para la elaboración de drogas sintéticas y un bidón de 75 litros de metilamina. La droga incautada podría haber alcanzado un valor en el mercado ilícito que oscila entre los cuatro y los ocho millones de euros.

La mano oscura de Gilligan siempre estuvo detrás de la muerte de Veronica Guerin Turley (1959-1996), aunque nunca se le pudo atribuir su homicidio a este mafioso ahora detenido por la Policía Nacional. Guerin fue una periodista de investigación irlandesa especializada en el crimen organizado en su país. Fue asesinada por un encargo que se cree que fue ordenado por un cártel de la droga con sede en el sur de la ciudad de Dublín.

En 1994 comenzó a escribir artículos sobre el submundo criminal irlandés para el Sunday Independent. Dos años más tarde, después de publicar varios reportajes sobre John Gilligan y su banda, Guerin fue emboscada y recibió un disparo fatal en su vehículo mientras esperaba en un semáforo en rojo en la autovía de Naas, cerca de Newlands Cross, en las afueras de Dublín. Ella no sabía que la estaban siguiendo. Recibió seis disparos de uno de los dos hombres que la perseguían a bordo de una motocicleta.

Su muerte causó indignación nacional en Irlanda. La investigación sobre su asesinato condujo a una serie de arrestos y condenas. Gilligan fue juzgado, aunque resultó absuelto. La historia de Guerin desembocó en la publicación de libros con miles de ventas y películas de cine, tales como Verónica Guerin o Cuando el cielo cae.

Pero Gilligan ya ha caído. La NCA británica (National Crime Agency) lo buscaba. Se le considera uno de los primeros padrinos (jefes mafiosos) de los poderosos clanes irlandeses de la droga. Ahora está entre rejas. Pero, ¿será su verdadero y definitivo final?