Las sacudidas del terremoto político provocado por las elecciones europeas han parado, pero la calma no se ha instalado aún en el epicentro de Europa. El juego por la influencia y los puestos importantes no ha hecho más que empezar, aunque los jefes de Estado y/o de Gobierno se han reunido este lunes en Bruselas para una cena informal, dejando entrever que los cargos ya están prácticamente repartidos. A los postres, la ruleta sin embargo seguía girando, como los comensales en los corros y reuniones en pequeños grupos tan propios de la dramaturgia comunitaria. Más tarde,. en torno a la medianoche, se dio por concluida la sesión sin acuerdo entre los líderes.
Los criterios para la renovación de los altos cargos deben encontrar un equilibrio de género, geográfico y de color político. Pero una vez abierto el melón, la negociación es trueque y, con la borrachera de la victoria electoral del pasado domingo, el Partido Popular Europeo ha pedido tres de los cuatro puestos más altos de la UE. Además de la Comisión, que creen que les corresponde por ser la primera fuerza en las elecciones, los conservadores se quieren quedar con la mitad de los cinco años de mandato que tiene el Consejo Europeo. La otra mitad, 2,5 años, iría a los socialdemócratas, que estarían de acuerdo sólo si el mandato de la Comisión se divide también entre los dos.
Las familias europeas maximizan sus apuestas al son de un baile en el que se repiten varios nombres: Ursula von der Leyen, al frente de la Comisión Europea; el portugués António Costa para la presidencia el Consejo Europeo; la maltesa Roberta Metsola repetiría en el Parlamento Europeo y la estonia Kaja Kallas como alta representante de la UE para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad, en sustitución de Josep Borrell.
Nadie cuestiona el derecho del PPE a postular por la Comisión Europea, pero Von der Leyen, de 65 años, necesita el apoyo de una mayoría cualificada de 15 de los 27 países, que cubra al menos el 65% de la población del bloque. En estos momentos, sin embargo, cuenta con el apoyo de 13 jefes de Gobierno, según el canciller austríaco, Karl Nehammer. La alemana necesita más apoyos y sería conveniente que fuera el del francés Emmanuel Macron, del grupo centrista Renovación Europea, y el canciller alemán Olaf Scholz, del grupo S&D (Socialistas y Socialdemócratas).
Ambos líderes salieron muy debilitados en estas europeas, pero sin el apoyo de Francia y de Alemania no habrá Comisión Europea. Scholz dice querer un acuerdo rápido para no aumentar la presión política a la que está sometido, pero Macron, que ha soltado lastre convocando elecciones anticipadas, no cederá gratuitamente.
Si la actual coalición informal del PPE, los liberales de Renovación y los socialistas y socialdemócratas no encuentran una mayoría a favor de Von der Leyen, por ejemplo. Aunque matemáticamente exista, se necesitarán otros apoyos. Podrían ser los Verdes. O incluso fuerzas de extrema derecha, que han salido reforzadas de las elecciones.
Von der Leyen y el líder del PPE, Manfred Weber, ya habían dado señales de apertura hacia esa derecha con el argumento de que Europa necesita sumar y atraer los extremos al centro, pero la estrategia para lograr su reelección no cayó bien en todas las capitales europeas y menos en Berlín. El canciller Scholz fue muy claro. Si Von der Leyen pactaba con la extrema derecha y eso incluye al partido de la primera ministra italiana, Giorgia Meloni, Alemania no le dará su apoyo como presidenta de la Comisión.
El mensaje debió de llegarles sin filtros a Von der Leyen y Weber, porque ninguno de los dos volvió a repetir estas señales en el tramo final de la campaña electoral. Weber, aun así, no quiso descartar un pacto con la derecha más dura poco después de las elecciones.
Las negociaciones en la capital europea tienen una dinámica propia. Para enfilarlas, cada familia política designó a dos negociadores: el griego Kyriakos Mitsotakis y el polaco Donald Tusk para el Partido Popular Europeo, el español Pedro Sánchez y el alemán Olaf Scholz para el Partido de los Socialistas Europeos; y el neerlandés Marc Rutte y el francés Emmanuel Macron.
Dado que la presidencia de la Comisión volverá a estar en manos de los populares, los socialdemócratas europeos, segunda fuerza en los comicios, aspiran en esta ocasión al segundo puesto más preciado del reparto: la presidencia del Consejo Europeo, que queda libre el 1 de diciembre con la salida del liberal Charles Michel.
El principal nombre sobre la mesa es el del ex primer ministro portugués Costa, a quien se le presume muy buena relación con Von der Leyen, Sánchez y Macron pese a que le lastra haber sido investigado por la Justicia. Costa cumple la norma no escrita de aspirar al cargo tras haber sido jefe de Estado o de Gobierno de un país de la UE, pero no es el único candidato que cumple con ese requisito. También se menciona repetidamente a la primera ministra danesa, Mette Frederiksen.
La jefatura de la diplomacia europea sería en principio para un candidato liberal y suena con fuerza el nombre de la estonia Kaja Kallas, una de las voces más firmes en la UE en favor de continuar el apoyo a Ucrania y sancionar a Rusia. A su favor está el ser la única procedente de un país del Este, aunque su durísima línea contra el Kremlin puede jugarle en contra.
Fuera de las tres grandes familias políticas europeas, la primera ministra italiana, Giorgia Meloni, ganadora en su país de los comicios, expresó su esperanza de que en la conformación de la nueva cúpula de la Unión Europea se "reconozca" el rol de Italia y se entienda el deseo de los electores, mayoritariamente decantados por la derecha.
Sólo cuando se haya alcanzado un acuerdo será el turno del nuevo Parlamento de la UE. Podrá votar a favor o en contra de la candidata propuesta. Esto será posible como muy pronto del 16 al 19 de julio, cuando se constituya la nueva Eurocámara. Después vendrán las vacaciones de verano. Por cierto, la Hungría de Viktor Orban ocupará la presidencia de turno de la UE a partir del 1 de julio, lo que podría suponer una presión adicional para alcanzar un acuerdo en el Parlamento.
Según los Tratados de la UE, los jefes de Gobierno son los únicos con derecho de nombramiento. Deciden por mayoría cualificada. Por tanto, no es posible que un individuo -como el notorio opositor húngaro Viktor Orban- impida que se fije el rumbo mediante el veto. A continuación, el pleno del Parlamento vota la propuesta en Estrasburgo, donde el candidato debe lograr la mayoría absoluta de todos los diputados, es decir, 361 votos de un total de 720 mandatos.
Si fracasa, habrá que presentar una nueva propuesta. La composición de la futura Comisión de la UE, con otros 26 Comisarios, se retrasaría entonces hasta bien entrado el otoño.