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"Make Europe Great Again". El lema escogido por la Presidencia húngara del Consejo de la UE, que echa a rodar el próximo 1 de julio, es toda una declaración de intenciones. Víktor Orban, aliado, amigo y admirador de Donald Trump, ha copiado el emblema con el que el republicano llegó a la Casa Blanca en 2016. El país magiar asume la batuta de la UE en un momento clave de transición entre legislaturas, con las guerras de Ucrania y de Gaza en marcha y con los desafíos migratorios, climáticos y de pérdida de competitividad europea en ebullición.
En Bruselas han recibido con perplejidad el eslogan elegido. "No parece muy original", afirma con sarcasmo una fuente europea. "Está en el interés de los húngaros que su Presidencia sea un éxito, les va en ello el prestigio nacional. Tienen un interés claro en que estos meses no se conviertan en una espiral de caos", tranquiliza otra fuente diplomática. "No veo que Donald Trump quisiera hacer nunca a Europa grande", se excusan desde Budapest. Durante los últimos meses, Trump -que aspira a revalidar su mandato como presidente de EEUU en noviembre- y Orban se han deshecho en elogios mutuos. "Orban es un gran hombre en la primera línea para rescatar a la civilización occidental", afirmó el republicano recientemente.
Asumir la Presidencia rotatoria implica fijar prioridades, ejercer de árbitro y tejer consensos en las reuniones de los 27 ministros. No tiene un gran poder en los Consejos Europeos, donde este rol pertenece al presidente, en estos momentos el belga Charles Michel, ni en las reuniones de Asuntos Exteriores, donde la competencia recae en el Alto Representante, que es, hasta el cambio de cúpula, el español Josep Borrell. "Hungría trabajará como un mediador honesto, con un espíritu de cooperación sincera entre los Estados miembros y las instituciones, para la paz, la seguridad y la prosperidad de una Europa verdaderamente fuerte", asevera János Bóka, ministro húngaro de Asuntos Europeos.
Aun con todo, los europeos se han puesto manos a la obra para blindar las próximas medidas de apoyo a Ucrania antes de que Víktor Orban, el hombre más próximo a Moscú en la mesa del Consejo Europeo, asuma el timón. Está previsto que el próximo lunes, los 27 ministros de Asuntos Exteriores formalicen el 14º paquete de sanciones contra Rusia, será el primero que incluya restricciones al gas natural licuado ruso. Un día después, la UE abrirá negociaciones de adhesión con Ucrania y Moldavia. Hungría cedió ayer a establecer el marco negociador, que consta de 35 capítulos, a cambio de que los de Volodimir Zelenski se hayan comprometido a tomar medidas específicas para proteger a las minorías en su país.
Este pistoletazo de salida de las negociaciones se formalizará con la celebración de la Conferencia Intergubernamental. "Millones de ucranianos, generaciones enteras de nuestro pueblo, están haciendo realidad su sueño europeo. Ucrania está regresando a Europa, donde ha pertenecido durante siglos, como miembro de pleno derecho de la comunidad europea", celebró Zelenski.
Siete prioridades y muchas dudas
La Presidencia húngara da el pistoletazo de salida el próximo 1 de julio. En su programa de 44 páginas menciona a Ucrania de puntillas. Con ocho menciones y tres referencias a Rusia, dejando constancia de que no es una de sus prioridades para la segunda mitad del año. Sí lo son otras siete: adoptar un Nuevo Acuerdo para la Competitividad Europea, reforzar la UE de la Defensa, avanzar en el proceso de Ampliación -aunque con la mira en los Balcanes Occidentales-, poner coto a la inmigración ilegal, fomentar la cohesión europea, incluir a los agricultores en las medidas contra el cambio climático y abordar el cambio demográfico en un continente que no cesa de envejecer.
La Presidencia húngara es de alto voltaje. Es el único país bajo la lupa del Artículo 7 de los Tratados por vulnerar los valores europeos fundamentales. Orban ha intentado torpedear cada paso de apoyo a Kiev. Y, sin ir más lejos, la semana pasada, el Tribunal de Justicia de la UE le impuso una multa de 200 millones de euros por incumplir la normativa de asilo. El Fidesz de Orban ha mermado los derechos de las minorías y socavado la libertad de prensa haciendo a Bruselas de chivo expiatorio cuando las cosas se torcían dentro de casa. La Comisión Europea ha congelado miles de millones de euros tras constatar riesgos de corrupción en medio de su deriva autoritaria. La Eurocámara ha aprobado varias resoluciones alertando de que el país ha dejado de ser una democracia completa.
Tras las elecciones europeas de junio, asume el liderazgo en medio del cambio de transición hacia la nueva legislatura. En pleno maratón para la conformación de los nuevos grupos políticos y la próxima cúpula de poder comunitaria, los eurodiputados del Fidesz están huérfanos. Durante este mandato fueron expulsados del Partido Popular Europeo y, por lo pronto, no encuentran encaje en sus favoritos: los Conservadores y Reformistas de Giorgia Meloni. Ayer mismo, Orban acusó a la UE de estar gestando una coalición para el próximo lustro "a favor de la guerra y de la innmigración".