El Gobierno boliviano escenificó en la noche del miércoles el capítulo final del pintoresco golpe militar del 26 de junio, resuelto en menos de tres horas, con su principal protagonista esposado y con gesto abatido ante las cámaras de televisión. "El objetivo era derrocar al Gobierno nacional en ejercicio haciendo uso de la violencia. El general Zúñiga quería tomar el mando, el poder, pero hemos logrado con la Policía evitar que este trágico hecho se consumara. Son delincuentes y criminales", fustigó Eduardo del Castillo, ministro de Gobierno y mano derecha del presidente izquierdista Luis Arce.
A pocos metros, quien fuera comandante general de las Fuerzas Armadas y principal ficha militar del propio Arce mantenía la mirada perdida. Unos minutos antes se había defendido señalando directamente a su jefe político, a quien acusó de ordenarle sacar los blindados para aumentar su popularidad en medio de la crisis política, social y economía que sacude a Bolivia. El Gobierno boliviano ha anunciado la detención de 21 personas vinculadas a fallido golpe.
Golpe militar fracasado, autogolpe, rabieta de un general destituido y show político. En la Bolivia política se dispararon de inmediato las distintas tesis, investigadas ya por la Fiscalía, mientras las imágenes de tanquetas y militares desplegados en la Plaza Murillo, corazón político de Bolivia, daban la vuelta al mundo en un inesperado déjà-vu en una región ensangrentada el siglo pasado por los golpes militares.

Juan José Zúñiga, el comandante "con cojones" para enfrentar a Evo

Militares desplegados en La Paz
En la última asonada en las Américas, encabezada por el entonces presidente peruano Pedro Castillo en 2022, los militares ni siquiera llegaron a aparecer por las calles de Lima. Fracasó en unos pocos minutos para un mandatario acosado por la corrupción, que hoy se mantiene apresado en el penal capitalino de Barbadillo.
"Es absolutamente falso y son cosas que me parecen inconcebibles", se defendió la ministra de Presidencia, María Nela Prada, ante las acusaciones de autogolpe. El gobierno informó que el general Zúñiga y el vicealmirante Juan Arnez prepararon la asonada durante tres semanas. Junto a ellos hay una decena de militares detenidos.
La tesis gubernamental apunta a que la rebelión de Zúñiga, un militar siempre fin al oficialista Movimiento Al Socialismo (MAS), fracasó porque no llegaron los refuerzos de la Armada y de la Fuerza Aérea, así como tampoco las unidades de Viacha, a 30 kilómetros de la capital. Los insurrectos derribaron la puerta de acceso al Palacio Quemado, sede del gobierno, y confrontaron al presidente, que ordenó su retirada. Minutos después abandonaron sus posiciones en la Plaza Murillo, pero antes provocaron lesiones a 12 personas, según los datos del Gobierno.
El diálogo de alta tensión que mantuvieron el presidente y su general favorito parece clave en el desenlace final. Uno de los viceministros presentes en apoyo a Arce aseguró que Zúñiga mostró su molestia y que el mandatario le encaró con su bastón de mando presidencial. Un día antes, el presidente había destituido al comandante general por su enfrentamiento público con el ex presidente Evo Morales, el otro gran protagonista de esta historia.
La mención de Evo Morales
Zúñiga aseguró en una entrevista que no iba a permitir que Morales se postulase por cuarta vez para la presidencia pasando por encima de Arce en la guerra fratricida que se vive en el seno de la revolución indígena. Incluso durante el asalto a la casa del gobierno se declaró defensor de la democracia y aseguró que ordenaría la libertad de los presos políticos. Entre estos prisioneros se encuentran la expresidenta Jeanine Áñez y el gobernador opositor Luis Fernando Camacho.
"¡No puede ser eso, no puede ser el desprecio, tanto desprecio!", se lamentó Zúñiga en el diálogo con el presidente, que mantuvo la entereza hasta conseguir que los militares dieran marcha atrás y abandonaran el palacio de gobierno. La desbandada posterior confirmó que el desafío había fracasado.
Arce aprovechó la tesitura y juramentó de inmediato a la nueva cúpula militar, que también ordenó el repliegue de las tropas. Desde el primer minuto también contó con el respaldo internacional. Presidentes y cancillerías de la región y del mundo salieron al paso de la intentona golpista y mostraron su apoyo institucional a un mandatario en horas bajas, como su país.
La oposición también se mostró desde el principio en contra de sus insurrectos, incluso varios ex presidentes, como el líder opositor Carlos Mesa y Jorge Tuto Quiroga, así lo manifestaron públicamente. En cambio, desde distintas posiciones políticas, desde opositores en la región "rebelde" de Santa Cruz hasta dirigentes cercanos a Evo Morales, calificaron la acción como un "show político".
Pero fue el propio Morales quien denunció una suerte de autogolpe horas antes de que la primera tanqueta embistiera contra Palacio Quemado. Más tarde convocó a los movimientos sociales, algo que también hizo el gobierno. Ambos se disputan su apoyo.
La Central Obrera Boliviana (COB) y la Central Sindical Única de Trabajadores Campesinos de Bolivia (Csutcb), así como los sindicatos cocaleros del Chapare, bastión de Evo, llamaron a la huelga general y al bloqueo de caminos. La mayoría de las convocatorias se desvanecieron con el paso del tiempo, sobre todo tras la comparecencia de Arce ante el país desde el balcón de la casa de gobierno. "Estamos firmes y aquí permaneceremos para enfrentar cualquier intentona golpista", aseguró el presidente. Sólo en el Alto de la Paz se registraron ayer bloqueos en los caminos.
Aunque la situación está bajo control absoluto del Gobierno, la realidad no pinta bien para un mandatario que hace semanas recibió la visita de una comisión del Grupo de Puebla para intentar apaciguar los ánimos entre ambos amigos del foro que acoge a izquierdistas, revolucionarios y populistas de las Américas. Hasta La Paz viajaron el ex presidente español José Luis Rodríguez Zapatero, la vicepresidenta chavista Delcy Rodríguez y el ex mandatario colombiano Ernesto Samper, como si fueran cascos azules de la Patria Grande. Los acontecimientos posteriores demuestran que nada consiguieron.