Entre los corrillos de periodistas locales de Pekín, Dong Yuyu tenía fama de ser una de las grandes firmas liberales que escribían en los periódicos del gobernante Partido Comunista Chino (PCCh), que tiene sus tentáculos mediáticos repartidos por todo el país. Dong, de corte reformista, llegó a ser subdirector de la sección de Opinión del conservador Guangming Daily, uno de los grandes diarios oficialistas. Pero a medida que el Gobierno de Xi Jinping fue controlando cada vez más la narrativa, imponiendo los sesgos ideológicos dominantes y frenando la crítica interna, la carrera de este editorialista fue cayendo hasta que, en 2022, acabó encerrado en una celda acusado de ser un espía.
Este viernes, un tribunal de Pekín ha condenado a siete años de prisión a este veterano periodista de 62 años. Los cargos de espionaje, según las propias autoridades, parten de que Dong se reunía con mucha frecuencia con diplomáticos, académicos y otros periodistas de Estados Unidos y Japón.
La sentencia contra Dong ha sido un duro golpe para la comunidad periodística de la capital. "¿Ahora los periodistas chinos seremos considerados espías si mantenemos contacto con colegas y diplomáticos extranjeros? Como periodistas, tenemos que estar abiertos a tener todo tipo de fuentes. Este caso es ridículo y muy preocupante", señala un reportero de un medio estatal que prefiere mantenerse en el anonimato.
La familia del condenado ha publicado un comunicado señalando que los cargos "absurdos" han sido utilizados para "castigar su lado independiente y sus esfuerzos por relacionarse con el mundo exterior, incluido el diálogo y el trabajo académico con personas e instituciones de Estados Unidos y Japón".
Dong fue detenido en febrero de 2022 después de comer en un restaurante en el centro de Pekín con un diplomático japonés, quien también fue arrestado. El japonés fue liberado horas después, pero Dong permaneció encerrado. Hasta un año después no se hizo pública la acusación de espionaje. "Está siendo perseguido por la independencia que ha demostrado durante toda su vida como periodista", afirmó la familia en su comunicado.
La lectura de la sentencia no se ha hecho pública, ni siquiera sus abogados han tenido acceso a ella. Pero los presentes en el tribunal han explicado que la sentencia hace referencia a varios diplomáticos japoneses, con los que Dong ha mantenido varios encuentros, incluido un ex embajador, como "agentes de una organización de espionaje" establecida en la embajada de Japón en Pekín.
Dong entró a trabajar como reportero en el Guangming Daily después de graduarse de la Facultad de Derecho de la Universidad de Pekín en 1987. Dos años después, fue uno de los miles de estudiantes que participaron en las protestas de la plaza de Tiananmen.
Su familia ha explicado que, tras las protestas que terminaron en una sangrienta masacre, fue condenado a trabajos forzados, pero que conservó su trabajo en el periódico, donde fue ascendiendo porque su defensa de las reformas por mercado coincidió con la estrategia aperturista que lanzó el Gobierno reformista de Deng Xiaoping para abrirse al mundo.
En 2007, Dong logró una beca Nieman de la Universidad de Harvard, una de las más reputadas a nivel mundial, y también escribió algunos artículos en el New York Times. En China, su firma se prodigó por las revistas más liberales que trataban asuntos como la separación de poderes y un sistema judicial más transparente.
Con Xi Jinping al frente del gigante asiático, el omnipresente PCCh fue consolidando el control ideológico de los medios y prestigiosas firmas como la de Dong comenzaron a ser desplazadas. Su familia ha señalado que, en 2017, un grupo de "inspectores del partido" se presentaron en la redacción del Guangming Daily y examinaron varios artículos de Dong, determinando que eran "antisocialistas".
"El veredicto de hoy es grave para todo periodista chino librepensador", sentenciaba el comunicado de la familia. En Pekín, algunos funcionarios del partido consultados aseguran que el caso de espionaje abierto está justificado porque Dong "filtraba información sensible y de inteligencia a espías japoneses que ponía en peligro la seguridad nacional de China".
En otro caso parecido, a principios de este año transcendió la noticia de que un escritor australiano llamado Yang Hengjun había sido condenado a muerte por espionaje. Aunque se trataba de una "sentencia a muerte en suspenso", bastante común en China, donde el fallo permite una prórroga de dos años para conmutar la pena capital por cadena perpetua o por 25 años entre rejas, siempre y cuando haya "buena conducta" durante esa prórroga.
Yang desapareció en enero de 2019 cuando aterrizó en la ciudad china de Guangzhou procedente de Nueva York. Pasaron varias semanas hasta que las autoridades chinas notificaron a su familia que se encontraba recluido en un centro de detención en Pekín sin acceso a sus abogados.
Oficialmente, había sido arrestado por cargos de espionaje, por "poner en peligro la seguridad nacional con daños particularmente graves al país". Yang nació en China y durante 14 años estuvo trabajando para el Ministerio de Seguridad del Estado (MSS), que dirige las fuerzas de seguridad en el gigante asiático. En 2000, se mudó a Australia, donde escribió varias novelas de espías y tenía un blog en el que publicaba artículos muy críticos contra Pekín por la represión de los derechos humanos.