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De barrio okupa a boho-chic

Bernardus Van Maaren: el enigmático holandés que quiere hacer de una zona marginal de Ibiza un barrio para gente "de luz"

El empresario y ex boxeador Bernardus Van Maaren promueve junto a su mujer la rehabilitación de 30 viviendas en una zona degradada del centro, que es patrimonio de la humanidad. "Este será un lugar cordial donde todo el mundo será bienvenido"

Bernardus Van Maaren junto a su mujer, Nienke Nishi Siekman
Bernardus Van Maaren junto a su mujer, Nienke Nishi SiekmanGermán G. Lama
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Cuando atiende la llamada de LOC desde su casa de Ibiza, no usa el automatismo rutinario de un "dígame". Simplemente pronuncia su nombre, que suena como un trueno: "Bernardus".

Escucha a su interlocutor y pronto se muestra desconcertado, ligeramente a la defensiva. Responde en buen castellano con una indisimulable desconfianza, extrañado por atraer la atención de un reportero.

Dice que estos días tiene demasiado trabajo y un atasco de peticiones de "muchos periodistas" desde que la prensa local se hizo eco de su proyecto, publicado en julio por La Voz de Ibiza. Algo así como quien monta un estanco, lo exhibe y se extraña luego de que toque a su puerta un ejército de fumadores.

Se muestra educado en todo momento, aunque es parco y no extiende demasiado la charla: reclama un cuestionario por escrito. Dos días después, lo contesta puntualmente -a cuatro manos con su mujer- y proclama su proyecto como una epifanía: "Queremos rehabilitar, pacificar y embellecer el barrio de Sa Penya; que sea un lugar cordial donde todas las personas sean bienvenidas". Gente "que aporte luz".

Bernardus Van Maaren y su mujer, Nienke Nishi Siekman, son los empresarios neerlandeses que han ido colonizando poco a poco el barrio de Sa Penya, en pleno casco amurallado de Ibiza, un lugar declarado Patrimonio de la Humanidad en una de las ciudades con el precio de la vivienda más caro de España. Más de 6.000 euros el metro cuadrado, según los portales inmobiliarios especializados.

Treintañeros

Apenas tienen 37 y 38 años respectivamente. Pero ya han comprado en la ciudad un total de 30 viviendas, la mayoría ubicadas en las calles de este antiguo barrio de pescadores que durante décadas ha sido un foco de marginalidad y droga, con clanes y bandas de okupas campando a sus anchas en sus pequeños inmuebles encalados de blanco.

A lo largo de los años, la población local no transitaba esas calles -por las que correteaban incluso gallos de pelea- y recomendaba enfáticamente a los turistas evitarlas en sus paseos por la zona.

Nada de aquello frenó a Bernardus. Un vendedor de coches de lujo y maquinaria de Groningen que fue luchador de kickboxing («con 20 KO's a favor», apostilla su mujer) y que hoy, junto a una veintena de inversores privados y anónimos, lidera una reconversión radical del barrio y aspira a convertirlo en un lugar residencial y de pisos de alquiler.

"Cuando compramos las casas, gran parte se encontraban en ruinas", explica a este suplemento. "Nuestro proyecto es rehabilitarlas y reacondicionarlas para residentes de Ibiza y también gente de temporada", agrega, sin ocultar que aceptan más financiación: "Estamos abiertos a conocer inversores que estén interesados en apoyar este objetivo".

Cierto halo de misterio rodea al nombre de Bernardus entre los ibicencos, donde es conocido como un vecino más del barrio, peculiar, tranquilo, educado, un holandés errante que desembarcó hace una década en la isla y acabó apostando por un barrio en la orilla de la marginalidad, donde para muchos invertir era llanamente una locura.

Hoy, en cambio, el dinero husmea una oportunidad. Incluso el Ayuntamiento expropió una manzana y la ha reconvertido en viviendas para policías nacionales.

Negocios

Los Van Maaren explican cómo llegaron allí. "En Países Bajos tenemos otras empresas y una vez nos llegó un negocio ofreciéndonos una vivienda en Sa Penya". Nunca habían estado en Ibiza pero se la quedaron. "Nos interesó la idea, cerramos el trato y vinimos". Luego, se "enamoraron" de la isla y de la barriada.

Bernardus huye del adjetivo "problemático" para definir al vecindario de la zona. "Para nosotros, Sa Penya no ha sido problemático; al contrario, siempre vemos la parte positiva del barrio y de su gente". Es más, apostilla que allí ha conocido a algunas de las personas "mejores y más leales" de su vida. Gente "que sabe lo que significa el valor de la palabra y lo que representa el orden, la ley, el respeto y el honor". Admite, eso sí, que ha tenido algunos inconvenientes con ciertas personas pero que han sido pocos.

El joven neerlandés dice que tiene material para "grabar un documental de Netflix" con cientos de horas de grabación sobre su labor. Cuenta cómo, tras desembarcar en el barrio, poco a poco fue entablando contacto con los propietarios de las casas, que se las fueron ofreciendo.

Algunos las tenían por herencia y no querían pisarlas. Eran infraviviendas deterioradas. Ellos fueron invirtiendo, alcanzado acuerdos con los dueños y los moradores y, apostillan, encarándolo "con pasión", como "un proyecto de vida".

Las críticas

Ahora, una placa con su apellido luce en uno de los edificios rehabilitados. "La mayoría de los habitantes de Sa Penya con los que he tratado son personas que apoyaré y podrán contar conmigo, mientras esto sea mutuo".

La pareja dice compartir un mismo objetivo con el Ayuntamiento, del que ensalza su labor rehabilitadora en el barrio.

El trabajo de él como "vendedor de coches clásicos", relata, le ha facilitado contacto con inversores. Y cuando se les pregunta por las críticas de ciertos sectores locales hacia los inversores inmobiliarios extranjeros, a los que se acusa de especular, no eluden el debate. Tampoco despotrican, defienden su labor y se muestran respetuosos.

"Seguro que hay críticos y no son solo políticos, siempre habrá personas a las que les guste y otras a las que no". Ante eso, matizan: "Nosotros vinimos como extranjeros pero nos trasladamos con la familia, nuestros hijos van aquí a la escuela; nos consideramos parte de esta Isla".