La muerte de un líder terrorista debería ser motivo de celebración y, sin embargo, tras el selectivo asesinato de Hasan Nasrala en Líbano, la comunidad internacional ha vuelto a entonar el discurso de la contención y del alto el fuego, empezando por el secretario general de la ONU. Es, como dice Bernard-Henri Lévy en su nuevo libro, La soledad de Israel (La Esfera de los Libros), el discurso del "sentido común", que consiste en una estrategia para ocultar que todo esto empezó con el sangriento pogromo del 7 de octubre de 2023.
En esa estrategia, António Guterres, explica Henri Lévy, "marcó la pauta y declaró que el ataque de Hamas, por espantoso que fuera, no se había producido 'en un vacío' y debía considerarse en función del 'contexto de la ocupación por parte de Israel'". Y estas fueron las palabras, continúa el pensador francés, "que repitieron de manera unánime algunos políticos franceses, periodistas del Sur global y, en EEUU, decanos del MIT, de Harvard y de la Universidad de Pensilvania". Guterres ahora, para justa indignación de Israel, que le ha declarado "persona non grata por su actitud antiisraelí", ha vuelto con su retórica del sentido común para pedir un alto el fuego. Escribe Henri Lévy: "Puede que la llamada a un alto el fuego sea una manera disfrazada de invitar al realismo, al compromiso y a la paz con los asesinos, pero ¿propusimos la paz al Dáesh o a Al Qaeda? ¿Sería razonable permitir a la organización, califato o Estado terrorista, no solamente rehacerse, sino cantar victoria, mostrar que su violencia ha merecido la pena y ver cómo crece aún más su aura de David árabe que se rebela contra el Goliat occidental?".
La nueva judeofobia die que algo sabría el Mosad y dejó hacer para imponer un nuevo orden internacional. Y esto es lo que subyace en la actitud y las palabras de Guterres.
Se pide, en definitiva, a Israel la contención que no se exigiría a ningún otro país que hubiera sido agredido de la manera tan salvaje como fue atacado Israel hace ahora un año. ¿Acaso tiene que aceptar Israel que en territorios vecinos existan grupos yihadistas como Hamas o Hizbulá que trabajan para su destrucción como brazos armados financiados y equipados por Irán? ¿Lo soportaría cualquier otro Estado?
Cuenta Gonzalo Álvarez Chillida en su clásico El Antisemitismo en España. La imagen del judío (1812-2002), que Sánchez Dragó en su Gárgoris y Habidis se apuntó a esa forma de judeofobia conspirativa según la cual el Holocausto fue la culminación de un proyecto, cuidadosamente planificado durante casi 2.000 años y acordado con los nazis para, a cambio de la vida de unos cuantos judíos, justificar su regreso a Palestina. "Cinco millones de personas no van al sacrificio si de verdad desean evitarlo. Sólo los borregos, los suicidas, los mártires y los jugadores a largo plazo colaboran con el matarife. Los judíos del Tercer Reich no eran, por supuesto, borregos ni suicidas ni mártires. Con que...". Y esta argumentación, que ahora puede parecernos un delirio, es exactamente la que empezó a difundirse en el instante mismo de los asesinatos y secuestros del 7 de octubre perpetrados por Hamás. Algo sabría el Mosad y dejó hacer para imponer un nuevo orden internacional. Y esto es lo que subyace en la actitud y las palabras de Guterres.