TELEVISIÓN
Telecinco

Vivir Supervivientes en primera persona: una experiencia brutal, más bestial de lo que se piensa

Pocas personas más allá de los concursantes que participan en Supervivientes saben en realidad lo que es este reality. EL MUNDO ha podido vivir 24 horas tal y como viven los supervivientes: aislados, sin prácticamente comida, comidos por los mosquitos y en manos de tus capacidades

Vivir Supervivientes en primera persona una experiencia brutal, más bestial de lo que se piensaEL MUNDO
Actualizado

Si hoy alguien me preguntara dónde has pasado las últimas 24 horas, pocos se creerían mi respuesta: en Supervivientes. En los 24 años que lleva el concurso en emisión entre anónimos y famosos, nunca ningún periodista ha podido vivir el concurso en primera persona. Hasta ahora. Mediaset y Cuarzo, productora de Supervivientes 2024, han permitido a cinco periodistas pasar 24 horas en una de las playas donde en esta edición han vivido los supervivientes: Playa Olimpo. Entre ellos se encontraba quien escribe estas líneas. Para los aprensivos, mejor no sigan leyendo, pues, aunque fueron solo 24 horas, la realidad es que lo que uno se imagina cuando lo ve desde su casa se queda muy lejos de lo que es la verdad.

No es solo hambre, que en 24 horas no da para pasar mucha, es verte solo, sin nada más que un saco con un pantalón largo, un chubasquero y unos calcetines en medio de una playa en la que el intruso eres tú y en la que te tienes que buscar, además de alimentos, capacidades que nunca te imaginarías que podrías llegar a tener. Este es el relato de una experiencia brutal, mucho más despiadada de lo que se piensa.

Lunes 3 de junio, 15.00 horas. De uno de los cientos de embarcaderos de La Ceiba, Honduras, una lancha me recogió saco en mano. Hasta llegar a Cayos Cochinos el viaje no es un crucero. Las barcas en las que viajan los concursantes de cómodas y agradables no tienen nada. Literalmente por cada ola que la lancha supera, un hueso de la columna vertebral -incluido el coxis- se descoloca. Así 45 minutos. Si Dios te ayuda o, más bien, tu genética, y no te mareas, llegarás dolorido, pero con el estómago en su sitio. Por supuesto, ojo con el sol. El sol del Caribe no es el de la ciudad, aquí cuando pega, pega de verdad. Ni la protección más alta evitará que tengas que estar embadurnándote cada 15 minutos si no quieres convertirte en el cangrejo Sebastián. En la lancha, la brisa te hará creer que no te estás torrando vuelta y vuelta. ¡Error! Será el primero de muchos.

Después de 45 minutos de barquita se llega a Cayo Menor, la zona donde está todo el equipo que hace Supervivientes. En total 200 personas. Allí, Irene, miembro del equipo de producción, te pedirá el salvavidas, te dirá que vayas por última vez a un baño de la civilización, que bebas agua embotellada y te explicará todas las normas que impone la protección del segundo arrecife de coral más importante del mundo, el de Cayos Cochinos.

Supervivientes
Los cinco periodistas, tras quedarse como supervivientes en Playa Olimpo.E. M.

A partir de ahí, la suerte está en tu mano. Un inspector te acompaña a Playa Uva, la conocida como Playa Olimpo en esta edición de Supervivientes. Si eres un turista, la playa es la octava maravilla del mundo, si eres un concursante es un monstruo que te engulle rápidamente.

Lo primero que ocurre nada más desembarcar es que empiezas a sentir por todas las partes de tu cuerpo que lleves al aire libre como pequeños aguijones que no dejan de pincharte: son los temidos mosquitos jején, mosquitos del tamaño de una cabeza de alfiler, imposibles de captar por el ojo humano que te comen vivo. No hay repelente que pueda ellos. De hecho, tras vivir esta experiencia puedo asegurar que el repelente es como si les pusieran nata para que su postre esté aún más dulce. Su postre somos yo y el resto de compañeros. En cuestión de minutos, cuando ni siquiera le había dado tiempo a Irene a explicarnos que nos dejaba una dotación de arroz, otra de lentejas, un poco de café, una lata, dos lonas, un chisquero, un machete made in Supervivientes 2024 y un kit de pesca, todos nos estábamos rascando unos a otros de lo que nos picaban. Y esto solo acababa de comenzar.

El equipo de Cuarzo y Mediaset se marchó exactamente a las 16.15 horas. En Honduras la hora en la que comienza a anochecer suele ser las 17.30 de la tarde. Teníamos solo una hora y cuarto para pescar, hacer fuego, preparar el refugio e intentar disfrutar de una experiencia que no solo íbamos a vivir una vez sino que íbamos a ser los únicos en vivirla.

Dividimos los equipos: dos se quedaron encargados del fuego y de preparar el refugio para pasar la noche, los otros tres, primero, fueron a por carnada para pescar; después se pusieron a abrirla, nada fácil pues la carnada suelen ser lapas y ermitaños cuya concha es durísima; y, por último, intentarían ir a pescar. Me tocó en el equipo del fuego. Creo que en mi vida he soplado tanto como soplé en Playa Olimpo durante dos horas. Sí, nos dejaron un chisquero, pero había que encontrar yesca, ¿y de dónde se consigue yesca seca? De los cocos. Ponte a abrir un coco recién caído de una palmera. Sí, también teníamos machete, pero el machete sirve para hacer el primer corte, arrancar la yesca corre a cargo de tus dedos y de la fuerza de tus manos. Me abrí tres uñas, me corté en varios dedos y, por supuesto, durante el proceso me atacaron centenares de hormigas rojas que al olor del coco acudieron como hordas.

Teníamos la yesca, llegaba el momento de la verdad. Con el chisquero, con mucha insistencia y con muchos pulmones, el equipo 1 conseguimos hacer fuego. Íbamos bien. Solo habían pasado 45 minutos desde que nos habían dejado. De repente, se escuchó un grito de emoción, el equipo 2 había conseguido pescar dos peces permitidos. En Cayos Cochinos no se permite ni coger erizos ni pescar determinados peces protegidos o peligrosos para el ser humano. Los que pescaron eran buenos. El refugio también estaba preparado. Dos lonas en el suelo, lo más cercanas al agua y calculando hasta dónde podría subir la marea.

Supervivientes
Probando la comida preparada en Playa Olimpo.E. M.

Lo que se suda en los Cayos está hasta otro nivel. Durante un día entero y bebiendo más de 4 litros de agua es raro el que va al baño más de tres veces. Eso sí, sudas tanto que la sed no remite nunca. Llegaba el momento de coger nuestros vasos, iguales que los de los supervivientes de esta edición y acercarnos al barril de madera donde están el isotónico al que en su edición se enganchó Isabel Pantoja y el agua. En ese momento, sentí que realmente estaba viviendo Supervivientes. Cuántas broncas y confesiones hemos visto desde casa en el famoso bidón. ¡Estaba ahí! Bebiendo el isotónico de la Pantoja, comida por los mosquitos y mirando a un mar Caribe en el que la tarde empezaba a caer.

Era el momento de disfrutar, de ver el muro de palmeras que separa Playa Olimpo de Playa Condeno y donde permanecen aún los agujeros que los Supervivientes hicieron cuando estaban divididos en dos equipos para poder comunicarse. En el árbol que preside la playa aún había cuerdas hechas con el sedal de los kits de pesca donde los concursantes colgaban su ropa mojada. Junto al fuego -la única zona donde se puede hacer, pues tiene una base de zinc para proteger el hábitat- tres grandes troncos, uno de ellos con el nombre de Blanca, un corazón y la palabra "gata", al otro lado el nombre de Manuel, otro corazón y la palabra "dragones" de cuando la concursante estuvo con su marido. Unos metros más a la izquierda el comienzo de la jungla donde había que ir no solo a buscar leña para mantener el fuego vivo sino también para ir a la letrina. Sinceramente, si son aguas menores mucho mejor el mar. Quien haya visto la primera escena de la oscarizada Slumdog Millionaire sabrá de qué le hablo. Quien no la haya visto, está tardando si quiere entender lo que es hacer tus necesidades ahí. Eso sí, a los supervivientes se les deja un rollo de papel higiénico, una cosa es sobrevivir y otra volver a la prehistoria.

De repente, una lancha se acerca. Es el inspector, uno de los miembros del equipo de Cuarzo que cada día, según anochece se acerca a la playa donde se encuentran los supervivientes para ver que no necesitan más agua, más isotónico o más papel higiénico. Nos pregunta si todo está O.K., nos entrega un walkie por si ocurriera algo muy grave y se marcha. Ya es noche profunda. Toca el último baño. No solo es que te apetezca es que solo en el agua te dejan de comer nuestros amigos los jejenes. Pero en el agua también vivirás el poder del mundo animal, el bueno y el malo. La orilla está llena de estrellas de mar de todos los colores, en el cielo las estrellas brillan como nunca antes había visto. No hay luna con lo que la oscuridad es aún mayor. "¡Ay!", grita un compañero. "Algo me está mordiendo". "Y a mí", contesto yo. Efectivamente, algún pez que con la oscuridad es imposible de identificar también hace la labor del jenjen. Se aguanta. En mi vida volveré a tener la oportunidad de estar en El Caribe, en una isla perdida, con un cielo inimaginable y rodeada de estrellas de mar.

Es la hora de cenar: 30 gramos de lentejas, 20 de arroz, una lata de jamón cocido y nuestros dos peces. Aquí también se comparte, como en Supervivientes. El arroz con lentejas no hay quien se lo coma. No nos ha dado tiempo a fabricar sal con el agua del mar y aquello es terrible, pero no hay otra cosa. Es lo que tiene el hambre. El coco para el postre, pero tampoco se piense uno que está bueno. Y alrededor del isotónico, lo más rico que hay para llevarte a la boca, cucarachas del tamaño de una hoja de lechuga de buen ver -no exagero-. Está Godzilla y luego las cucarachas de Cayos Cochinos. Esos seres son seres que han mutado. No hay otra explicación. Les encanta el dulce. Debajo del barril de isotónico hay al menos cuatro, en el coco que hemos dejado abierto y que pretendía llevarme a la boca... ¡Sorpresa! Otra cucaracha más grande que la palma de mi mano. Y con ellas vamos a tener que dormir.

El fuego no se apaga, pero por si acaso echamos más leña. Nos preparamos para dormir. Pantalón largo, camiseta, calcetines por dentro del pantalón, sudadera y el chubasquero preparado, no porque vaya a llover sino porque es la única manera de que no te coman las hormigas, las arañas de fuego y los mosquitos. Los cangrejos han empezado a corretear por la playa y alrededor nuestro. No les damos nada de miedo. Las iguanas se empiezan a acercar al fuego y a la comida. Es mejor cambiarse e irse a dormir.

Supervivientes
Durmiendo con la cabeza completamente cubierta en Supervivientes.E. M.

Allí no hay intimidad, no hay un sitio para quedarte en pelotas solo, allí o te adaptas a que todos nos veamos como Dios nos trajo al mundo o vivirás mojado todos los días. Pues, nada, no queda otra. Allí no hay más sitio para la vergüenza.

Hace mucho calor, mucha humedad y estoy cubierta como si estuviera en el Polo Norte. Empiezas a sudar, te tumbas y te empieza a doler cada músculo de tu cuerpo, hasta músculos que no sabías que existían. No hay postura cómoda. Escuchas muchos ruidos, a las iguanas caminar, a los cangrejos acercarse, a las hojas cayéndose, todo te da miedo. Me cubro la cabeza y la cara por completo con la capucha del chubasquero. Mejor morir por hipoxia que devorada por algún ser vivo inesperado.

La noche es terrible: calor, dolor, picores, repelente una vez y otra, y otra más, y todas las que hagan falta. Y todos bien juntitos, pegaditos, dándonos un poquito más de calor. Si se consigue dormir más de dos horas seguidas has hecho un milagro. A las cinco de la mañana ya es de día. Los mosquitos siguen zampando, tú no has dormido, pero tienes algo que nadie tiene nada más que nosotros y los supervivientes que están a un saliente de mar de nosotros: despertarse y meterse en el mar Caribe y ver cómo despierta una parte del mundo.

El agotamiento es indescriptible, el picor es aún peor, los picotazos hasta duelen. Te revisas todo el cuerpo, a un compañero le pilló por la noche un cangrejo el dedo. Yo me salvé, pero tengo el pelo lleno de hormigas y termitas. Nada que no quite un buen baño. Me meto, buceo, una barracuda. Para fuera. Ya nos lo advirtieron, barracudas, a correr.

Huelo a humo, a salitre, a sudor, a humanidad. Sé que no me ducharé en horas y cuando lo hago de mi cuerpo caerá de todo, mejor no explicarlo ni entrar en detalles... Con saber que he sido una supervivient durante 24 horas me vale. La experiencia es único, pero casi 90 días como llevan los concursantes de Supervivientes 2024, creo que no sería capaz.