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Sánchez bracea en Rabat

Pedro Sánchez, el sábado, durante el Consejo Mundial de la Internacional Socialista celebrado en Rabat.
Pedro Sánchez, el sábado, durante el Consejo Mundial de la Internacional Socialista celebrado en Rabat.Jalal MorchidiEFE | EPA
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Se argumenta pobremente que la esposa de Sánchez es víctima de un acoso atroz para torcer la voluntad de su marido, que dura en La Moncloa. Sin embargo, se omiten los antecedentes: ¿Sería víctima de tal escrutinio si no hubiese desempeñado puestos y funciones que no le correspondían por carecer de formación académica para ello? ¿Sería objeto de atención si no hubiese despachado sus asuntos, dícense profesionales, en La Moncloa? Y sin duda, sí: es objeto de interés porque entabló relación con Aldama, «nexo corruptor» de una trama constituida, que se sepa, desde la primavera de 2019 y que campaba por al menos 6 ministerios. Aldama fue introducido en los despachos por un «ejemplo de militancia» de la máxima confianza de Sánchez: Koldo.

El viernes declaró ante el juez una «amiga» de Gómez que trabajaba en La Moncloa. Cristina Álvarez la ayudaba a captar fondos para su cátedra. Y a veces, según el destinatario y para qué, escribía desde su correo personal; otras veces lo hacía desde el de Presidencia. Cuando escribía desde el personal, era como «favor» a su amiga; cuando lo hacía desde el de Presidencia era en el ejercicio de sus funciones, aunque sus jefes fuesen Iván Redondo y luego Óscar López, laureado con el liderazgo envenenado de Madrid, tras derrocar a Lobato, para destruir a Ayuso [Sánchez eligió a López porque sabe de la capacidad de envilecimiento de los rehabilitados].

En el fondo es otro desliz provocado por el complejo aspiracional y propensión al tiburoneo de un matrimonio de advenedizos. Gómez puede tener asistencia personal pero no cargo a los presupuestos para sus negocios. España todavía no es Kirchnerlandia. Nada de esto habría sucedido si Gómez se hubiese limitado a hacer lo que sabía. O simplemente ha sucedido porque se ha ceñido precisamente a hacer lo que sabe.

Y va el celoso de su protección, García Ortiz, y da una dirección de Gmail

El fiscal general, García Ortiz, sostiene que borró mensajes siguiendo un protocolo de seguridad que no está acotado en ningún sitio. Para ello usó un criterio sobrevenido: eliminar exactamente los wapp que envió y recibió entre el 8 y el 14 de marzo de 2024. «Elevemos el debate público», exhortó Sánchez al respecto -otra vez desde Bruselas-.

Hagámoslo: el fiscal del caso -sacado a empellones del Metropolitano- preguntó a García Ortiz, a las 21.54h del día 13, que dónde le enviaba los correos cruzados entre el ciudadano particular y la Fiscalía. Y va el celoso de su propia protección, García Ortiz, y le da una dirección de Gmail. García Ortiz conserva ese correo, recibido a las 23.45h. El oficialismo, que ve una campaña de desacreditación del fiscal, se aferra a ese email de las 23.45h como prueba de que lo recibió después de que la Ser publicara citas textuales (23.24). Aunque la UCO repita hasta 5 veces en su informe que García Ortiz dispuso de los datos de la pareja de Ayuso 85 minutos antes de esa hora.

Aldama es un fanfarrón, corea el orfeón de Sánchez. Puede ser, pero el codicioso fantasma estaba en todos los lugares, en Ferraz y en San Petersburgo, donde conoció a Gómez; en el avión con Delcy Rodríguez; en la trama de las mascarillas; en el rescate de Globalia y en el caso hidrocarburos, el fleco concluyente que ejercerá de efecto dominó y retrata a este Gobierno de progreso: Aldama y sus compinches querían lucrase con la venta de petróleo que no reunía los estándares de calidad exigidos por la UE. El Gobierno zozobra, el cerco se estrecha, Sánchez bracea y dentellea en Rabat.