Referencia fundamental del informalismo en España y fundador del grupo El Paso, Rafael Canogar (Toledo, 1935) presenta en Málaga De architectura, diez impresionantes obras de gran formato que vienen de su propia colección. «Cuatro de ellas habían sido adquiridas por una empresa [Arte y Naturaleza, relacionada con el Fórum Filatélico] que luego resultó estar implicada en una estafa piramidal, por lo que fue intervenida y las recuperé», desliza Canogar, cuya obra protagoniza otras exposiciones internacionales, desde Berlín -con una muestra sobre el arte antes de la caída del muro- hasta Pasadena.
- ¿En qué medida resume la abstracción de estas diez piezas sus etapas anteriores, ya fueran figurativas o de contenido social?
- A menudo se me asocia a la abstracción, pero no he sido siempre un pintor abstracto. Es verdad que me interesó muy pronto, como aprendizaje, de la mano de Miró y Paul Klee. Pero ya en los años 50 tuve un periodo realista marcado por mi interés en someter a crítica el modo en que se había compartimentado la creación contemporánea. La pintura, la escultura y la fotografía iban cada una por su lado, pero yo quería mezclarlo todo.
- ¿Y cómo era el Canogar realista?
- En aquel tiempo trabajé la figuración, sí, pero recurriendo a imágenes tomadas de la prensa para denunciar la cosificación del hombre en aquellos años. Pero pronto me di cuenta de que necesitaba algo más, así que opté por sacar a la figura del plano bidimensional para llevar a otro tridimensional, aunque siempre desde una superficie plana. Para mí, lo abstracto y lo figurativo han estado siempre mezclados cuando he decidido buscar la forma que más me convenía.
- Con frecuencia ha señalado usted el seguimiento de la huella del hombre en la materia como su principal interés, ¿lo sigue siendo?
- Sí, esa búsqueda se hizo más consciente desde que viví en Sevilla, en una casa antigua con unos muros muy particulares que me influyeron enormemente. Para seguir aquella inspiración necesitaba buscar un material nuevo y lo encontré en la pasta de papel: la podía rasgar hasta encontrar límites muy interesantes en la superposición de las láminas. Lo curioso es que la obra creaba así su propia imagen, como un espacio virtual. Nunca me ha interesado aspirar a la verdad, que mi obra pueda parecer real. Lo que he querido siempre es crear algo que tenga una entidad física propia.
- Si trasladamos eso a la referencia arquitectónica, ¿construcción y deconstrucción son para usted lo mismo?
- En el fondo, esa paradoja es una constante en la especie humana. El hombre interviene sus espacios y ordena visualmente su actividad encima de lo que otros han hecho antes. Mi trabajo es una especie de reproducción a pequeña escala. Por otra parte, soy un pintor castellano nacido en Toledo, que se fue a Madrid a los cinco años. Volvía a Toledo con frecuencia, así que la tierra labrada ha sido tal vez mi paisaje más familiar. Aquellos surcos guiaron mi querencia informalista.Trabajaba el informalismo con las manos: vaciaba los tubos de color sobre el lienzo, abría surcos con los dedos, luego dejaba el lienzo sobre el suelo y derramaba pintura líquida que iba penetrando esos surcos. Tal y como se hace en el campo. Mi deseo ha sido siempre dejar mi huella en la materia.
- ¿Y cómo lo hace hoy?
- Con grandes planchas de metacrilato sobre las que doy pinceladas muy elementales. El gesto que pudo ser el informalismo ya está hecho, hoy día se enseña hasta en las escuelas de arte. El metacrilato me permite volver a dejar mi impronta en la materia de otra manera. Después de esas pinceladas, añado color en el reverso de las planchas, lo que viene a hacer la función de aquella pintura líquida que derramaba en los surcos. Lo que pasa es que yo trabajaba todo esto desde la rabia, desde el deseo de una libertad que no teníamos. Ahora que tenemos cierta libertad, aunque haya que ponerla entre comillas, lo que me preocupa es la belleza.
- ¿Qué es la belleza?
- La trascendencia. La experiencia que trasciende la materia. En el 75, cuando abandoné el realismo, volví a la abstracción. Y lo que me preocupaba era ofrecer una imagen en la que el espectador pudiera encontrarse a sí mismo. Aquello ya era una búsqueda de la trascendencia. Y ahí sigo.
- En su momento se mostró usted muy crítico con la dirección de Manuel Borja-Villel en el Reina Sofía por lo que consideraba una escasa atención al arte español. ¿Cree que sigue infrarrepresentado?
- Sí, siento enormemente que el Reina Sofía, nuestro museo nacional, no preste más atención al arte español. Paso cada día por la puerta de camino a mi estudio, pero en los últimos años he entrado poco. Creo que a Borja-Villel le ha interesado más la política que el arte y mi interés es justo el opuesto. Me parece bien que prestes atención a los artistas de cualquier latitud, siempre que la prestes también a los de tu país. Cuando viajo a cualquier otro país, me gusta ver la obra de los artistas de ese sitio. Si alguien viene a España y quiere conocer a los artistas de aquí, el Reina Sofía no le será de mucha ayuda. Ahora mismo no hay una sola obra de Antonio López en ese museo. Borja-Villel decía que no era el momento. No lo ha sido nunca. Y parece que ahora tampoco. He conocido a algunos artistas jóvenes indignados con su salida del Reina Sofía y han llegado a decirme que el museo ha ganado con él mucha proyección y encima con recortes continuos de presupuesto, lo que es falso.
- ¿Diría entonces que hay una motivación ideológica en esa poca atención al arte español?
- Después del 15-M el museo colgó una instalación hecha con restos y basuras de la acampada en la Puerta del Sol. Yo no llegué a verla, pero recuerdo que esa instalación, enorme, que ocupaba las salas de la colección permanente, parecía intocable, inmune a cualquier objeción, mientras los artistas españoles se quedaban fuera del museo. Recuerdo que en el Mayo del 68, en París, utilizaron algunas obras mías para ilustrar catálogos y panfletos, pero el Pompidou no se cambió, ni acogió instalación alguna de este tipo. Entiendo que esas actuaciones tengan sentido de manera temporal, pero incluirlas como permanentes en detrimento de los artistas me parece descabellado. Borja-Villel dijo hace poco que el arte debe ser más político, y yo digo que sí, que vale, pero siempre que se haga bien.
- ¿Alguna valoración sobre la nueva dirección?
- No sé si cambiará la historia o no. Ojalá. Pero, al final, un director deja marcado tras de sí un rumbo, un concepto.
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