LA LECTURA
Ensayo

Por qué las brujas siguen dando miedo en el siglo XXI: "A Stormy Daniels o Hillary Clinton se las acusa de brujería tanto metafórica como literalmente"

La profesora estadounidense repasa casi siete siglos de historia para seleccionar 13 juicios a mujeres acusadas de relaciones con Satán. "La demonología no ha muerto y la palabra bruja no ha desaparecido de nuestro lenguaje", dice la autora del ensayo 'Brujería' (Siruela)

Stormy Daniels llega a los tribunales de New York, en el marco de su juicio contra el abogado de Donald Trump, el 16 de abril de 2018.
Stormy Daniels llega a los tribunales de New York, en el marco de su juicio contra el abogado de Donald Trump, el 16 de abril de 2018.Yaba OaskovaGetty Images
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Cuando a finales de mayo Donald Trump fue declarado culpable de 34 delitos (entre ellos falsedad documental, fraude fiscal e intento de chantaje mediante el pago de 130.000 dólares a la actriz porno Stormy Daniels para que no revelase, en vísperas de las elecciones de 2016, la relación que mantuvieron 10 años atrás), el ex presidente de EEUU y actual candidato republicano no dudó en declararse víctima de una "caza de brujas". Algo que repitió hasta casi 400 veces en las redes sociales durante su mandato. Lo paradójico, explica la profesora estadounidense Marion Gibson en su obra Brujería, que la editorial Siruela pondrá a la venta el miércoles 16, es que la propia Daniels declaró en Facebook que "se la estaba acusando de brujería por su trabajo sexual, su profesión de lectora de cartas del tarot, cazafantasmas y médium y por tener creencias religiosas no cristianas que la convertían en pagana, o como ella misma decía, en bruja". Y es que, apunta Gibson, nuestra sociedad ha heredado el "pensamiento binario y demonológico" del siglo XV. "Así se crea una demonización metafórica que hoy actúa a través del prejuicio, la teoría de la conspiración y el chivo expiatorio", afirma. "Pero la demonología también se ha tergiversado y transformado a lo largo de la historia hasta llegar a borrar en la actualidad los límites entre bruja y cazador de brujas... Por eso, en un contexto global donde la brujería sigue estando criminalizada en muchos países, resulta repulsivo que Trump se presente a sí mismo como una bruja y aún más terrorífico que adversarias suyas como Stormy Daniels, Nancy Pelosi y Hillary Clinton sean acusadas de brujería tanto metafórica como literalmente".

El caso de Stormy Daniels es el último de los 13 juicios por brujería que Gibson analiza en su libro. El primero de ellos es el de Helena Scheuberin y seis sospechosas más de brujería acusadas en 1480 en Innsbruck por el inquisidor Heinrich Kramer, autor de Malleus maleficarum, un manual de demonología para aplicar contra las brujas de toda Europa. Entre ambas, explica Gibson en conversación con La Lectura, hay muchas similitudes. "Tanto Daniels como Scheuberin fueron calificadas como sexualmente promiscuas, subversivas, heréticas, alborotadoras y de ser muy poco femeninas. Y como las brujas medievales, Stormy Daniels es una superviviente de abusos sexuales y amenazas de violación y muerte". Pero a diferencia de la austriaca, matiza, Daniels ha reconocido "tener una identidad como bruja neopagana. A muchas mujeres les gusta la idea de la bruja como modelo a seguir, como mujer acosada por el Estado o la Iglesia o como víctima de la intolerancia".

Esta historia de siete siglos que desarrolla Gibson empezó "durante el período medieval, cuando se fundó una nueva ciencia teológica: el estudio de los diablos o demonios, propiamente llamado demonología. Hacia el año 1400, los clérigos cristianos que desarrollaron la demonología habían afirmado de manera convincente una única visión del funcionamiento del cosmos y la voluntad de Dios. Ahora, según los demonólogos, la brujería no era sólo magia buena convertida en mala; se veía como un oficio consagrado al mal y enemigo de la Iglesia. Y el imaginativo mundo de los siglos XV al XVIII se llenó de maleficios, bendiciones, ángeles, demonios, fantasmas, espíritus capaces de invadir los cuerpos, duendes y hadas y un Dios benevolente que gobernaba sobre todos ellos".

"Es repulsivo que Trump se presente como víctima de una caza de brujas, y aún más terrorífico que Stormy Daniels sea acusada de brujería"

"La demonología", explica, "cambió la dinámica de la cultura, lo que significa que la gente se volvió más sospechosa de sus vecinos y más propensa a identificarlos como enemigos maléficos. Si alguien no estaba decididamente del lado de Dios, la gente podía pensar: ¿estaría trabajando con el diablo? ¿Sería una bruja?".

Y bruja, eso sí, en femenino, porque "las mujeres eran especialmente propensas a ser acusadas de ser brujas, ya que se pensaba que eran más vulnerables a las tentaciones del diablo, como lo había sido Eva en la historia del 'Génesis'. A las mujeres se las imaginaba como física y religiosamente débiles, menos inteligentes que los hombres, más propensas al chisme, al rencor, a las mezquindades, a las peleas. Esto las convirtió en objetivos perfectos para que Satanás las reclutara para sus fantasías sexuales y para que dañaran a otras personas en su nombre".

Con el tiempo, la demonología "decayó y las teorías de la conspiración crecieron tras la Revolución francesa, con un nuevo enemigo que adoptó la forma de las sociedades secretas: francmasones, jesuitas, illuminati. Algo que se extendió a otros grupos marginalizados, los judíos, por ejemplo, fueron un blanco frecuente, como tantas veces a lo largo de la historia A finales del siglo XIX, los supuestos enemigos fueron espiritistas, anarquistas, comunistas, sufragistas y homosexuales, y en el siglo XX activistas de los derechos civiles y nacionalistas anticoloniales se unieron a la lista".

En la década de 1890 apareció un nuevo tipo de bruja. La sufragista neoyorquina Matilda Joslyn Gage publicó una historia de los juicios de brujas medievales, en la que afirmaba, cuenta Gibson, que estos "estuvieron movidos por le temor de los clérigos a la independencia y al conocimiento práctico de las mujeres". "La prolongación de esta visión del mundo exigía que a las mujeres se les concediera el voto. Esta nueva imagen reinventada de la bruja, como un tipo muy específico de hereje y rebelde, era una reformista secular o religiosa que pasaba a la acción para reivindicar sus derechos civiles y poner fin de forma permanente a la discriminación religiosas contra las mujeres".

"Lo más probable es que la bruja actual sea una activista feminista, una madre soltera, una mujer política o una trabajadora sexual"

Y a mediados del pasado siglo, el concepto de caza de brujas reapareció en EEUU de la mano del senador McCarthy, como reflejo de una idea que ha obsesionado al país durante toda su historia. Gibson se remonta hasta la década de 1690, cuando "la nación fue preparada por la caza de brujas de Salem para ver cualquier conflicto judicial futuro a través de la lente del juicio de bruja, sobre todo si implicaba política y religión. Todas las situaciones que involucraban conflicto, prejuicio, injusticia y reparación recordaban a Salem, y por eso la cultura americana a menudo ha acudido a la imagen de la bruja en épocas de polarización, como sucede ahora con Trump y Daniels. Es de sobra conocida la obra teatral de 1953, escrita por Arthur Miller y titulada El crisol, que reflexionaba sobre la agitación anticomunista de los años 50 en EEUU sirviéndose de los juicios de Salem como analogía, y estableciendo el modelo de futuros empleos de los términos caza de brujas y juicio de bruja".

Como se ve, comenta Gibson, todo esto no es cosa del pasado. "La demonología no ha muerto", sentencia. "En todo el mundo se sigue matando a cientos de personas por brujería: en el sur de África, en la India, en Indonesia, a veces incluso en Europa o en América. La palabra bruja tampoco ha desaparecido de nuestro lenguaje. A menudo sólo se utiliza de forma metafórica, pero a veces se emplea en serio. Tenemos que fijarnos en quién reivindica esa identidad o a quién se le aplica esa etiqueta, porque a menudo es señal de que algo va mal y de que alguien está haciendo afirmaciones falsas o persiguiendo a otra persona". Sin embargo, y volviendo a Trump, concluye Gibson, "lo que está claro es que el de varón heterosexual, rico, blanco y sin discapacidad en lo más alto de la jerarquía eclesiástica no es el perfil habitual de la bruja: es el del cazador de brujas. Lo más probable es que la bruja hoy sea un migrante, una activista feminista, un pagano, un niño maltratado, una madre soltera que vive en la pobreza, una mujer política o una trabajadora sexual".