GASTRONOMÍA
Gastronomía

La guardiana del legado de Alfredo, el estadounidense enamorado de Madrid que nos enseñó a comer hamburguesas con Alfredo's Barbacoa

Ana Galindo, viuda de Alfred Gradus (conocido como Alfredo), cuenta los orígenes de este restaurante que en 1981 trajo a la capital el auténtico estilo americano. De su parrilla siguen saliendo jugosas 'burgers' y costillas con sabor texano

Ana Galindo, en el restaurante Alfredo's Barbacoa de Lagasca.
Ana Galindo, en el restaurante Alfredo's Barbacoa de Lagasca.Foto: Antonio Heredia
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Ana Galindo es dueña de la mítica hamburguesería Alfredo's Barbacoa y también viuda de su fundador (fallecido en 2020), quien creó la salsa de barbacoa que lleva su nombre. Alfredo Gradus, nacido en 1941, vino a Madrid a los 17 años, harto ya de las peleas callejeras del Bronx, de donde era originario. Para escapar a esa realidad, se alistó en el ejército. Realizó su instrucción básica en Texas para luego venir a la Base de Torrejón, en Madrid. Según Ana, Alfredo aprendió algunas de sus recetas en las cocinas militares de Texas, que eran llevadas por negros del sur.

La idea de abrir el primer restaurante, sin embargo, fue idea de ella. "Yo nací y me crié en Marruecos. Siempre estuve en colegios franceses y americanos. De chica estudié en la ciudad de Kenitra y también en la escuela americana de Tánger, donde iban los americanos. Ya en Madrid no me relacionaba con nadie. Era del barrio de Chamberí, vivía cerca de donde está El Corte Inglés [de Castellana]. Pero bueno, pronto nos mudamos a Chamartín, porque estaban construyendo ahí casas. Y mis padres estaban esperando que les diesen una casa que habían comprado a priori, antes de venir", relata.

"Conocí a Alfredo en el antiguo Whiskey Jazz", continúa. "Era un local que estaba en la calle Marqués de Villamagna y era un club de jazz. A mí no me dejaban salir por la noche y ahí tenían unas matinés, que las llamaban, y a mí me gustaba la música. Yo fui al club con una amiga que era políglota, también, y ella venía con dos chicos americanos. Y eran más pesados...".

Ana continúa con los recuerdos: "Ya estaba harta y le dije en francés: 'Mira, guapa, me voy de aquí. Quédate con tu regalito porque no aguanto a estos dos más'. Ahí no había señora de guardar la ropa, tú colgabas tu abrigo y, si se caía, pues nadie te lo recogía. Y yo buscándolo no lo encontraba, y [Alfredo] estaba en la barra de enfrente con un amigo que también ha sido muy famoso aquí, uno de la familia Del Amo, multimillonarios californianos. Él recogió mi abrigo y me lo dio".

Tras iniciar una relación y casarse, Ana y Alfredo se mudaron a una base en Alemania, donde él gestionaba la alimentación del lugar. "Ahí ganaba muchísimo dinero", comenta. "Pero no aguantaba en Alemania y yo tampoco. Así que nos volvimos. Además, allí yo no podía trabajar. Como era española no podía trabajar en la base. Era third national y me faltaba un permiso. Como voluntaria sí me aceptaron para dar clases a niños con dislexia. Al volver a Madrid, Alfredo comenzó a trabajar en la Base de Torrejón, haciendo lo mismo que en Alemania".

Una de las famosas hamburguesas con el sello Alfredo's Barbacoa.
Una de las famosas hamburguesas con el sello Alfredo's Barbacoa.

Pasado un tiempo, sin embargo, la rutina acabó por hartar a Alfredo y en 1981 a la pareja le fue ofrecido un espacio en calle Lagasca, 5, todavía hoy ocupado por un restaurante Alfredo's. El espacio había sido una galería de arte, Kreisler. Según comenta Ana: "Alfredo conocía a los Kreisler porque conocía a todo el mundo. Yo lo animé a montar el restaurante, porque veía que él ya no quería estar en la base. Y eso es lo que hicimos, aunque no dejó su trabajo previo de inmediato, sino que esperamos a ver qué tal iba la cosa. Al principio no teníamos mucho trabajo, porque no había hamburgueserías aparte del McDonald's o el Burger King. Aquí la hamburguesa era una cosa tabú".

Esto fue culpa, en parte, de la revista Ciudadano (revista de información del consumidor) que "dio mal nombre a las hamburguesas. Y como la gente es tonta... No comprueba las cosas y se fía de lo que le dicen cuatro sinvergüenzas. Un día nos fuimos a pasear por El Retiro, ¡como no había mucho trabajo! Y al volver había cola y el local estaba lleno. Yo no sabía que el periodista Víctor de la Serna había sacado una crónica elogiosa... Desde entonces siempre había cola y la gente protestaba. Ya en 1986 abrimos otro local en Juan Hurtado de Mendoza, 11". Fue así, pues, cómo Alfredo's se convirtió en parte inamovible del paisaje madrileño, un restaurante en el que todavía a día de hoy diariamente se crean colas a la hora de entrar.