- Escándalo La Administración Trump incluye por error a un periodista en un grupo de Signal junto a Vance, Hegseth, Rubio, Waltz o Witkoff para coordinar el bombardeo a los hutíes
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El Signalgate, el escándalo generado tras la publicación por parte del director de la revista The Atlantic de un increíble artículo contando cómo la plana mayor del Gobierno de EEUU discutió este mes a través de un grupo de mensajería no seguro los planes para el bombardeo de Yemen y además lo incluyeron a él por error, ha provocado el primer terremoto serio dentro de la Administración Trump. Sin consecuencias inmediatas, pero con cicatrices, como revela la campaña masiva lanzada desde la Casa Blanca para quitar hierro a lo ocurrido, minimizar las posibles consecuencias e intentar desacreditar a Jefrrey Goldberg, el periodista. "Es el único fallo en dos meses", ha asumido el presidente este martes dando un toque de atención en público a los responsables.
Cuando hace unos días entendió lo que pasaba, Goldberg no se lo podía creer "porque es completamente increíble", dijo ayer una y otra vez en televisión. El consejero de Seguridad Nacional, Mike Waltz, lo metió en un grupo de la aplicación Signal. Y durante unos cuantos días asistió atónito a cómo todos los responsables del Gobierno, menos el propio presidente, discutía en su pantalla los planes militares para atacar a los hutíes, compartiendo información evidentemente clasificada sobre el momento exacto en el que empezarían los bombardeos, cómo serían, con qué armamento y qué efectivos norteamericanos estaban implicados. Cómo lo celebraron cuando se confirmaron las primeras bombas con emoticonos de corazones, fuegos, bíceps o la bandera estadounidense. Pero también cómo el vicepresidente o el responsable de Defensa arremetían con rabia contra Europa e incluso cómo JD Vance chocaba con las ideas de Trump, diciendo que no estaba "seguro de que el presidente sea consciente de la inconsistencia de esto con su mensaje actual sobre Europa" o del "riesgo adicional de que veamos un aumento moderado o severo en los precios del petróleo. Estoy dispuesto a apoyar el consenso del equipo y guardarme estas preocupaciones para mí. Pero hay sólidos argumentos para retrasar esto un mes, para informar sobre su importancia, para analizar la situación económica, etcétera", dijo intentando frenar el ataque.
Ante todo eso, el periodista pensó que era víctima de algún tipo de engaño, de una potencia extranjera o incluso del propio Gobierno, ya que Trump lo tiene atravesado. Ayer mismo al ser preguntado por primera vez Trump dijo: "No sé nada al respecto. No soy muy fan de The Atlantic. Es una revista que va a la quiebra. Pero no sé nada al respecto". Goldberg temió que fuera una trampa para desacreditarlo si publicaba algo que era falso. O para demandarlo si publicaba algo considerado secreto y que pudiera poner en peligro la seguridad de las tropas. Pero no. Todo era real. La administración de la primera potencia nuclear discutía de verdad esos temas en una aplicación segura, rompiendo protocolos, probablemente leyes, y con un periodista de testigo.
Terremoto inmediato
El terremoto fue inmediato, con algunas sacudidas al otro lado del Atlántico, ya que las conversaciones publicadas muestran la animadversión clara que en privado figuras como Vance o Hegseth muestran hacia Europa, más allá de sus discursos en Bruselas o Múnich, los tuits provocadores o lo que dicen en entrevistas para consumo interno. Hay resquemor, rabia profunda incluso ante la posibilidad de hacer algo que pueda ser beneficioso para los aliados de la OTAN y de la UE. "Odio rescatar de nuevo a Europa", escribe Vance sobre cómo la operación militar que planean podría beneficiar a los barcos europeos. "Vicepresidente, comparto plenamente tu rechazo al oportunismo europeo. Es PATÉTICO. Pero Mike tiene razón: somos los únicos en el planeta (en nuestro lado) que podemos hacer esto. Nadie más ni de cerca", dice Hegseth en la conversación. Incluso uno de los asesores más cercanos del presidente, Stephen Miller, interviene para decir que hay que explicarle rápido "a Europa qué esperamos a cambio. También debemos determinar cómo hacer cumplir dicho requisito. Por ejemplo, si Europa no remunera, ¿entonces qué? Si Estados Unidos logra restaurar la libertad de navegación a un alto precio, es necesario obtener algún beneficio económico adicional a cambio".
En Washington, docenas de congresistas y senadores exigieron explicaciones y dimisiones. Las cadenas de televisión y los periódicos abren todos no sólo por lo rocambolesco sino por las posibles implicaciones. Legales y políticas. Todo el mundo ha opinado porque es un tema rocambolesco, pero también porque en el pasado, cualquier cosa parecida habría implicado dimisiones, ceses y una investigación en profundidad, por ejemplo por parte del FBI, ahora dirigido por uno de los más fieles escuderos de Trump, Kash Pattel.
No es aventurado decir que Trump es hoy presidente porque lo fue por primera vez en 2017, y eso ocurrió en no poca medida porque la publicación de que Hillary Clinton había consultado emails en un servidor privado le costó quizás las elecciones. Con el director del FBI, James Comey, abriendo dos investigaciones, una de ellas a dos semanas de las elecciones. "Tiene que ser una broma", escribió ayer ella al leer el artículo en la revista.
Conscientes de la gravedad, de las posibles repercusiones o de que sus altos cargos y en especial Hegseth están en la cuerda floja, la administración se ha cerrado en banda. El secretario de Defensa, expuesto, arremetió el lunes conta Goldberg, diciendo que era "una persona que se dice periodista, mentirosa y muy desacreditada. Alguien que se ha dedicado a difundir bulos una y otra vez, incluyendo, no sé, ¡los bulos de Rusia, Rusia, Rusia! Así que este es un tipo que vende basura. Esto es lo que hace". La portavoz de la Casa Blanca, Karoline Leavitt, ha seguido esa misma línea, afirmando que "Jeffrey Goldberg es conocido por su enfoque sensacionalista. No se discutió ningún "plan de guerra". No se envió ningún material clasificado al grupo". Y pesos pesados en materia se Seguridad o Defensa, como el senador republicano Lindsey Graham, reconocían que era un error grave, pero tratando de pasar página. "Este es un esfuerzo coordinado para distraer la atención de las medidas exitosas tomadas por el presidente Trump y su Administración para hacer pagar a los enemigos de Estados Unidos y mantener a los estadounidenses seguros", dijo la Casa Blanca en un comunicado.
Burla de las cadenas afines a Trump
Mientras las cadenas afines al presidente, las mismas que durante meses fustigaron a Hillary Clinton, se burlaban diciendo que era una tontería, algo que nos ha pasado a todos alguna vez, el presidente Trump defendía a su asesor de seguridad nacional, Michael Waltz, el que creo el chat, pero con un toque de atención. "Mike ha aprendido una lección y es un buen hombre", dijo en una entrevista telefónica con NBC News el martes. "El único fallo en dos meses y resultó que no era nada grave", ha querido zanjar culpando a un miembro del equipo del consejero de Seguridad Nacional del error material con el teléfono.
Las implicaciones, sin embargo, son muy serias. Este martes, el comité de Inteligencia del Senado convocó al director de la CIA, John Ratcliffe, y a la responsable de Inteligencia nacional, Tulsi Gabbard, ambos miembros de ese grupo de Signal. Gabbard, igual que la Casa Blanca, sostuvo que "No se compartió información clasificada", a pesar de que Goldberg dijo claramente que el secretario de Defensa los había compartido y que están en su poder. El director de la CIA intentó eludir responsabilidades, diciendo que cuando asumió el cargo la aplicación de mensajería ya estaba instalada en su ordenador. Pero cuidó mucho su lenguaje y matizó que él no había compartido información clasificada, pero sin entrar en si el Pentágono, a través de Hegseth, lo había hecho. Gabbard, apretada por los senadores demócratas, admitió que parte de los intercambios en el chat tuvieron lugar cuando ella estaba en el extranjero, pero no respondió si usaba su teléfono personal para esos chats o uno del Gobierno, e insistió en que en Signal no se mencionó ningún objetivo específico de los hutíes, sino que hubo una discusión más general.
Ley de Espionaje
En todo caso, según la Ley de Espionaje de 1917, la información de Defensa nacional no tiene que estar clasificada para considerarse que pone en riesgo la seguridad del país. Si el periodista comparte la información que estuvo en el grupo y los responsables han mentido se expondrían a consecuencias legales serias. "Como poco fue un comportamiento descuidado, poco profesional e incompetente", les reprochó el senador de Virginia Mark Warner. "Sólo porque ellos sean irresponsables con el material, no significa que yo vaya a serlo también", ha dicho el periodista Goldberg este martes sobre por qué no publica todo el contenido del chat si los responsables aseguran que no hay nada clasificado.
La gravedad es evidente, porque como señalan muchos expertos y ex altos cargos, el sistema está diseñado por defecto para que no se pueden hacer cosas así. Ordenadores, teléfonos y dispositivos que tienen la información clasificada no pueden tener aplicaciones vulnerables. Por lo que para compartir planes militares un grupo hay que exportarlos deliberadamente de un sistema a otro. "Introdujeron intencionalmente información altamente clasificada en un dispositivo no clasificado. Habría perdido mi autorización de seguridad en la Fuerza Aérea por esto y por mucho menos", ha criticado el congresista republicano Don Bacon. "Les garantizo, con un 99,99 % de certeza, que Rusia y China están monitoreando esos dos teléfonos. Así que creo que es una violación de seguridad, y no hay duda de que Rusia y China vieron esto pocas horas después de los ataques contra Yemen o los hutíes".