¿Y si la mafia fuese estúpida? El periodista italiano Giovanni Bianconi nos invita a reflexionar sobre esta posibilidad en el libro Un pessimo affare (Solferino). Durante décadas, Bianconi ha cubierto para el Corriere della Sera los designios de las distintas tramas subversivas que atacan al Estado italiano desde hace décadas. Lo hace sin perseguir conspiraciones ideológicas, y sin detenerse apenas en las verdades declaradas oficialmente, pero con el rigor de quien trata de comprender.
¿Comprender si la mafia es estúpida? No lo parece si se considera el poder abrumador que ha tenido y aún tiene en la sociedad italiana, si se observa su extensión, más allá de la isla de Sicilia, si se entienden sus vínculos con los poderes financieros, económicos, políticos e institucionales... Pero si se miran las campañas de masacres de la fase Riina, da la impresión de que La Comisión, el colegio de mafiosos que cuida de su privativo bien común, no se guio por una evaluación lúcida de costos y beneficios en campañas como criminales las de 1982 y los de 1992.
Cuando Toto Riina decidió, el 30 de abril de 1982, la muerte del líder comunista Pio La Torre, lo hizo, según los documentos de la época, para torcer la línea del Partido Comunista Italiano, orientada a confiscar los bienes de la mafia y a introducir el delito de asociación mafiosa. Cuatro meses después, la mafia asesinó al general Carlo Alberto dalla Chiesa, que había llegado a Sicilia para aumentar la presión contra un fenómeno que conocía bien desde que estuvo de servicio en la isla, entre 1966 y 1973. Ya en 1971, Dalla Chiesa describió en un informe, antes que nadie, la extensión a toda Italia del fenómeno mafioso y su vinculación con «círculos y personalidades vinculadas al mundo político y financiero».
El efecto de aquellas ejecuciones fue el contrario al que esperaban sus autores del clan de los Corleonesi. El efecto fue la llamada Ley La Torre, que aún hoy es el principal instrumento contra el crimen organizado.
El arrepentido Marino Mannoia, en el momento del asesinato de La Torre, ya estaba en el presidio de Ucciardone, en Palermo. Entonces, dijo que aquel «fue un asesinato inútil porque había que prever que el Estado reaccionaría, había que considerar esa respuesta en los cálculos. Pero entonces había una razón, algo más importante que ni siquiera nosotros entendíamos».
«Algo más importante» también había, sin duda, en el asesinato del general Dalla Chiesa. En su caso, Bianconi describe en su libro el ánimo del general, entonces prefecto, en las vísperas de su asesinato. Dalla Chiesa era un hombre solitario que supo pronto que no iba a tener los medios necesarios para su propósito. Escribió una carta dramática para avisar de sus circunstancias al primer ministro, Giovanni Spadolini, ya en el día de su nombramiento. Cuatro días después le narró a su esposa una reunión que tuvo con el líder de la Democracia Cristiana, Giulio Andreotti: «Fui claro con él y le di la certeza de que no me plegaré a esa parte de la sociedad de la que vienen muchos de sus votantes».
La Torre, Borsellino, Falcone, Dalla Chiesa... La historia de Bianconi expresa la soledad de aquellos a los que la mafia echó su soga. El hijo del general, Nando dalla Chiesa, recuerda la desesperación de su padre cuando algunos políticos dejaron de contestar a sus llamadas. Su hermana Fiammetta recuerda que la familia se instaló en la casa del juez Borsellino en los días posteriores al asesinato de Falcone: «Traté de seguir a Papá a todas partes durante esos 57 días. Siempre le decía: 'Papá, te acompaño'. Hasta que mi padre, consciente de lo que le podía pasar, creo que con mucha angustia, decidió enviarme de viaje».
La mafia volvió a parecer un poco estúpida en 1992, cuando, como escribe Bianconi, «reventó una carretera y un edificio para matar a Falcone y Borsellino». El efecto fue una gigantesca reacción popular y la decisión del ministro Martelli, el protector de Borsellino, de ordenar el traslado de decenas de mafiosos presos hacia cárceles en las que no podían apoyarse y vigilarse unos a otros.
¿No había calculado ese escenario la Mafia? Riina, Provenzano y otros capos que han acabado entre rejas se habrán preguntado muchas veces si se equivocaron al desafiar al Estado. Puede que los mafiosos, con las bombas, quisieran obligar al Estado a negociar. O tal vez esas bombas stuvieran haciendo un favor a algunos poderes políticos. El arrepentido Tommaso Buscetta lo sugirió en su declaración ante la Comisión Antimafia: «Yo creo, yo creo... que la entidad que había pedido a la Cosa Nostra el favor de matar a Dalla Chiesa no quería esas secuelas».
«La entidad». La entidad es una manera de llamar a aquellos que le quitaron al cadáver de Borsellino su diario rojo y a aquellos que hicieron desaparecer la cartera de Dalla Chiesa y abrieron su caja fuerte en la prefectura la noche del asesinato. A quienes organizaron la gran confusión en la investigación sobre la muerte de Borsellino con la falsa confesión de Vincenzo Scarantino. A los que guiaron a los sicarios que, tras las elecciones de 1993, quisieron reparar la estructura política anterior.
La Corte de Palermo emitió un informe sobre los asesinatos de Reina, Mattarella, La Torre y Dalla Chiesa: «Son actos fundamentalmente mafiosos, pero al mismo tiempo son delitos que trascienden los propósitos típicos de una organización criminal». No es probable que la mafia sea estúpida. Más bien, debía algún favor.
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