Una gigantesca marea de camisetas negras y cuernos rojos desafiando al calor rugió con furia cuando asomaron por el escenario del estadio de la Cartuja de Sevilla este miércoles los integrantes de AC/DC, la mítica banda australiana de rock and roll duro que lleva medio siglo encadenando trallazos, éxitos y sumando seguidores a su causa.
A las 21.30 horas en punto, la hora de comienzo del concierto, las más de 60.000 personas que casi llenan el estadio lanzaron un silbido atronador, llamando a la banda. Justo seis minutos después comenzó el show. Y qué espectáculo. Pantallas gigantes proyectando imágenes teñidas de rojo y montañas de decibelios cayeron sobre el público. Y mucho calor.
Del gigantesco escenario emergió el pequeño gran guitarrista Angus Young, vestido de colegial. Y de rojo. Como un diablillo, como Peter Pan. A sus 69 años, es el único miembro fundador de la banda que sigue en activo tras medio siglo de carrera. A su lado, el cantante Brian Johnson con su inseparable gorra, Stevie Young (guitarra rítmica), Chris Chaney (bajo) y Matt Laug (batería).
Para empezar, If you want blood you got it. Y el delirio llegó con Thunderstruck. Pura energía. Los riffs de guitarra se reconocen al instante y todo el público sacó de forma automática sus móviles para no perderse nada. A esas alturas del concierto, a Angus Young ya le sobraba la chaquetita roja y la gorra. Melena blanca al viento siguió dándolo todo. Y la temperatura iba subiendo.
Durante el concierto, Angus Young no se resistió e hizo repetidas veces su famoso baile del pato que copió de Chuck Berry. Cualquiera diría que el origen de sus carreras con la guitarra por el escenario tiene que ver con una maniobra de protección para evitar convertirse en la diana de las latas de cerveza que les lanzaban en los primeros conciertos. "Ahí empezó todo", confesó el propio Angus, en una entrevista en Newsweek, como cuenta la biografía de la banda escrita por Susan Masino.
La siguiente pantalla fue aún más electrizante. Del escenario bajó la icónica campana de AC/DC cuando comenzó a sonar Hells bells (campanas del infierno), la primera canción del álbum Back In Black (1980), primer disco tras la muerte del cantante Bon Scott, fallecido en su propio vómito tras una noche de borrachera.
Pero ni la muerte del querido y añorado por la banda Bon Scott, en 1980, ni la del hermano de Angus, Malcom, en 2017, han podido derribar la leyenda de AC/DC. Al contrario, la han agigantado aún más. Con cada acorde que salía de las guitarras, el estadio se movía. Y no es ninguna metáfora.
El grupo cumplió con lo que se esperaba de él. Desplegó la potencia y la electricidad que sugiere el nombre de la banda, AC/DC, que deriva de las siglas en inglés "corriente alterna/corriente continua" que los músicos vieron escritas en la máquina de coser de la hermana de Angus y Malcom.
AC/DC y su potente energía poseyó a su audiencia, entregada sin remedio al poderoso repertorio de grandes éxitos. La actitud de la banda, casi desde el primer concierto, ha sido la de "matar absolutamente a la audiencia" con decibelios y más decibelios de música. Y así lo hicieron en el estadio de la Cartuja. Una apuesta segura.
A mitad del concierto sonó Hell ain't a bad place to be, el himno que cuenta que el infierno no es un mal lugar en el que estar. Bueno, habría que preguntarles a los miles de fans sudorosos y en plena ebullición por el calor sevillano y la descarga de AC/DC que se amontonaban en la pista.
El show iba in crescendo. Más y más descargas musicales. Las gigantescas pantallas daban buena cuenta de los movimientos en el escenario de unos 70 metros de largo del cantante y el guitarrista, ya despojado de la corbata de colegial.
Las pantallas de vídeo se llenaron de llamas ardiendo y sonó Highway To Hell, el clásico de AC/DC, con potentes riffs de guitarra. Todo el público se desgañitó coreando la autopista hacia el infierno. El diablillo rojo de Angus ya sólo llevaba una camisa blanca y el pantalón de colegial.
Uniformidad rockera
La media de edad del público rondaba los cincuenta. Esa media incluía a hombres en edad de ser abuelos, padres con hijos veinteañeros (pocos) y pandillas de treinteañeros y cuarentones. Hasta jóvenes de la edad de Taylor Swift. Pero ni rastro de atuendos cursis o más o menos fashion. La uniformidad rockera manda. Vaqueros, alguna chupa con las mangas cortadas, cuernos rojos centelleantes y todos con camisetas negras con el logo de AC/DC.
Nadie quería perderse a la banda, tras ocho años sin pisar España y ante la perspectiva de que el concierto de este miércoles y el del día 1 de junio, también en el estadio de la Cartuja hispalense, pudieran ser los últimos. A las 60.000 personas que acudieron este miércoles a la llamada de la banda se unirán otras 60.000 este sábado. Son los únicos espectáculos que se verán en España dentro de la gira europea Power up que finaliza a mediados de agosto.
El promotor de la gira de AC/DC, Gay Mercader, que conoce a la banda desde hace años, está convencido de que será la última oportunidad de ver a los míticos músicos. "Esta gira me la tomo como una despedida de sus fans", dijo Mercader a El Pirata, de Rock FM.
Las cifras del grupo son mareantes. Ha vendido más de 200 millones de discos en todo el mundo, su LP Back In Black es el 'álbum más vendido de cualquier banda' y el 'tercer álbum más vendido de cualquier artista', con ventas globales de 50 millones y sigue sumando. Llevan 50 años de carrera y siguen llenando estadios. Del estadio de la Cartuja muchos salieron con la impresión de haber visto uno de los mejores conciertos de su vida. La descarga musical fue de alta intensidad, con la traca final de un solo de guitarra de Angus Young, mano a mano con el público rugiendo. Y varios cañonazos de fin de fiesta.