- Cuatro vidas de filósofos para explicar el malestar de nuestro mundo. "La idea de libertad ha sido secuestrada y hoy es un eslogan de la extrema derecha"
- Wolfram Eilenberger: "Hay que arrebatar a la extrema derecha la cuestión identitaria"
Nada puede pensarse en el siglo XX sin acudir a las experiencias desoladoras de Auschwitz o Hiroshima, jalones en la medianoche de la historia, iconos negros que proyectan su luz oscura sobre toda la modernidad. "¿Cómo pensar la liberación después de la liberación?", se pregunta Wolfram Eilenberger (Friburgo, 1972) en su fascinante Espíritus del presente, haciendo suyos los interrogantes del filósofo Theodor Adorno en 1949: "¿Cómo mostrar la salida hacia una vida de madurez responsable? ¿Cómo, después de las experiencias de esta guerra, hablar siquiera de autodeterminación?".
No son preguntas meramente retóricas, sino el principio de una confrontación que no ha finalizado aún. Si el recorrido de la razón ilustrada había acabado en una matanza programada, ¿qué le quedaba al hombre por decir o creer? Entonces, ¿qué es el progreso o cómo podemos definirlo? Los grandes filósofos de la época dirigieron su mirada hacia otros pensadores, tal vez marginales -judíos la mayoría-, a los que llamaron "los avisadores del fuego". Ellos habían visto una realidad que los demás no habían sabido intuir.
Espíritus del presente
Traducción de Joaquín Chamorro. Taurus. 440 páginas. 22,90 ¤ Ebook: 10,99 ¤
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El más importante desapareció en los Pirineos durante la guerra. Su tumba se encuentra en Portbou y su nombre es Walter Benjamin. Uno de sus textos más famosos habla del sentido de la historia y dice así: "Los ojos se le salen de las órbitas, tiene la boca abierta y las alas desplegadas. Pues este es el aspecto que debe tener el Ángel de la Historia. Tiene el rostro vuelto al pasado. Donde aparece ante nosotros un encadenamiento de aconteceres, él ve una única catástrofe que incesantemente amontona escombros sobre escombros y los arroja a sus pies. Quisiera permanecer donde está, despertar a los muertos y recomponer lo destrozado. Pero desde el Paraíso sopla una tempestad que enreda sus alas, y es tan fuerte que el ángel ya no puede cerrarlas. Esta tempestad lo empuja sin cesar hacia el futuro, al cual vuelve la espalda mientras el cúmulo de escombros ante él crece hasta el cielo. Lo que llamamos progreso es esta tempestad".
Pensar tras el derrumbe del mundo
Bajo los escombros y ruinas de la guerra se ocultaba la libertad de los hombres, el sentido de la vida, sus proyectos. Cómo hacer que el ángel cierre sus alas, cómo redimir la libertad y la dignidad humanas de la fatalidad de la historia: estas eran las cuestiones que inquietaban a Theodor Adorno y a Susan Sontag, a Michel Foucault y a Paul K. Feyerabend, los llamados "filósofos de la nueva Ilustración". En su último libro, Eilenberger los presenta como encarnaciones de la tensión profunda que supone filosofar después del naufragio de las promesas modernas.
El autor además de relatar sus vidas, examina de qué modo sus itinerarios personales influyeron en sus obras. En este aspecto, su ensayo es algo más que una historia intelectual, es una reflexión sobre la dimensión existencial del pensamiento. Para ellos, desde su posición central en la posguerra, filosofar no consistía en un acto aislado, sino una forma de afrontar el dolor, el desarraigo y la crisis de sentido. En 1949, todos ellos habían vivido el derrumbe de las estructuras sociales, políticas y epistemológicas que sustentaban el mundo moderno. Filosofar constituía, en ese contexto, un intento de redención. O, al menos, una búsqueda de autenticidad en medio de la fragmentación.
Sin duda, uno de los logros más notables de Eilenberger es la manera en que conecta estas biografías con unas preguntas que siguen siendo relevantes para nuestro tiempo. Si la segunda mitad del siglo XX estuvo marcada por la desconfianza hacia la razón, el siglo XXI heredará este escepticismo aunque amplificado por las crisis climáticas, tecnológicas y políticas que definen nuestra época. Se diría que somos hijos de una gran tempestad, así como de la calma subsiguiente. En este sentido, Espíritus del presente no es sólo el retrato de un momento histórico aislado en el tiempo; actúa además como un espejo que nos devuelve nuestras propias incertidumbres. Al explorar las respuestas contemporáneas de Adorno, Foucault, Feyerabend y Sontag, Eilenberger nos invita a reconsiderar el papel de la filosofía como herramienta para pensar el futuro; no como una utopía ingenua, sino más bien como una posibilidad de resistencia y dignidad.
Una cura para las crisis de sentido
Adorno, cuya teoría crítica trasciende los postulados del marxismo tradicional, nos invita a desconfiar de las recetas simples. Foucault, en cambio, se adentra en las estructuras del poder para revelar sus mecanismos ocultos. Feyerabend, con su "anarquismo epistemológico", nos recuerda que el progreso científico y el pensamiento creativo requieren de una pluralidad metodológica que vaya más allá de cualquier acercamiento unilateral. Sontag, por su parte, con su radical compromiso, nos enseña que la reflexión no puede separarse de la experiencia política. Cada uno de ellos aporta una clave distinta para desentrañar los dilemas de nuestro tiempo. Y Eilenberger -de quien ya disfrutamos sus memorables Tiempo de magos, El fuego de la libertad y ¿Sufren las piedras?- sabe tejer sus aportaciones en una prosa que combina la nitidez del lenguaje con un acercamiento riguroso.
Marca de la casa, el autor logra además humanizar a los grandes filósofos, mostrando sus contradicciones y vulnerabilidades. Adorno, por ejemplo, aparece como un intelectual marcado por el exilio y cuyo pesimismo no le impide convocar la esperanza. Foucault encarna la tensión constante entre teoría y práctica, mientras que Feyerabend, con su estilo provocador, desafía las convenciones por medio de un humor que oculta su honda seriedad. Sontag, finalmente, encarna la fuerza de la intuición y la imaginación, verdaderos motores de la reflexión filosófica.
Espíritus del presente dialoga con el pasado y con el momento actual, ofreciendo una visión renovada de la filosofía como herramienta para afrontar las crisis de sentido que atraviesan nuestras sociedades. Su autor nos hace ver que la historia, ruinosa y llena de escombros, se halla también conformada por preguntas que insisten y de pensamientos que resisten -por decirlo con el título clásico de N. Mandelshtam- contra toda esperanza. Y es que tal vez, en medio de la tempestad que llamamos progreso, siempre habrá ángeles que intenten recomponer lo destrozado. Yo creo que esa fue la intuición central de Benjamin. Y este magnífico libro nos lo recuerda.