Dragolandia

Archivo OCT2019

Mientras dure la guerra

� � �Fui el otro d�a a ver la pel�cula de Amen�bar. No voy a valorarla en su dimensi�n cinematogr�fica, pero s� me gustar�a a�adirle un ap�ndice de �ndole historiogr�fica...

���� En los primeros d�as de septiembre de 1936 concedi� Unamuno una entrevista �al diario franc�s�Le Matin.�Hab�a transcurrido mes y medio desde el 18 de julio. En ella dec�a:

No hay gobierno en Madrid; hay solamente bandas armadas, que cometen todas las atrocidades imaginables. El poder est� en manos de presidiarios que fueron liberados y se pasean blandiendo sus pistolas. Aza�a nada representa (...) �l es el gran responsable de lo que acontece. Cuando el movimiento surgi�, crey� que se trataba de un simple pronunciamiento. No comprendi� que hab�a un pueblo dispuesto a unirse al ej�rcito (...)�

Espa�a guada�a: arder�is como en el 36

As� se titula el libro que acabo de publicar con la editorial Almuzara y que saldr� a la venta en cuesti�n de dos, quiz� tres, d�as si el General�simo lo permite. Verdad es que m�s vale llegar a tiempo que rondar un a�o. Lo digo porque yo, adem�s de nacer en el guerrero y cascabelero a�o de 1936, ser hu�rfano de guerra y envainarme nada menos que cinco procesos bajo el r�gimen de Franco, publico ahora, a dos d�as de la exhumaci�n del Caudillo de todos los espa�oles, un libro que recoge gran parte de lo que, a lo largo de mi vida, he escrito sobre la Guerra Civil, la Memoria Hist�rica y otros asuntos afines.

Libros: Elixir de Vida

� � �Nac� en 1936, rodeado de aventura (la de la guerra civil) por todas partes, y no tard� en darme cuenta de que el crecimiento personal y el desarrollo espiritual s�lo brotan en el huerto de quienes comprenden que s�lo vale la pena vivir para vivir.�

�����Ten�a yo entre cinco y seis a�os cuando, guiado por el instinto, empec� a devorar un libro tras otro durante las horas diurnas y a so�ar despierto con el contenido de sus p�ginas durante las nocturnas. Casi todos los libros que por aquel entonces ca�an en mis manos eran, por as� decir, de�viajes y aventuras...

Sobre la sentencia. No hay mal que por bien no venga

� � �El mal es la ya c�lebre y discutid�sima sentencia del Tribunal Supremo; el bien, su posible repercusi�n en las urnas el d�a 10 de noviembre.

������De ambas cosas trata el art�culo publicado el martes por Javier Ruiz-Portella en la revista El Manifiesto del Esp�ritu. Se titula La Sentencia. Lo reproduzco en su totalidad porque en �l se dice exactamente lo mismo que yo, hace un rato, me dispon�a a escribir. Gracias, Javier.�

Y a ti, Guiomar, esta nostalgia m�a

� � Cuando me sirven un flan (de los de verdad y no de los industriales, claro), est� donde est�, y llegue el bocado por donde llegue, es el sabor infantil del famoso flan de mi madre lo que a las duras y a las maduras se me cuela por las papilas del gusto. Y lo mismo me atrever�a a decir, por ejemplo, a prop�sito del vino o la cerveza: es siempre el primer chato y la primera ca�a de nuestra historia personal lo que una y otra vez saboreamos por mucho que vaya luego el c�ntaro del paladar a la fuente de la taberna. S�lo vale en esta vida el vistazo o chispazo inicial, y s�lo la infancia y la adolescencia existen...

Siete Catorce Veintiuno

� � Lo dec�amos as�: de un tir�n, con prisa y sin pausas, fecundando la sequedad aritm�tica de las cifras con la sonora fertilidad de las letras y agrupando las unas y las otras en una especie de heroico octos�labo embuchado y ligeramente encanallado.

���� Se trataba de un juego m�s bien mat�n y aguardentoso, muy indicado para quienes mediada la sexta d�cada del siglo pasado no �ramos sino chulescos se�oritos�progres�que so�aban con la bohemia existencialista del Par�s pagano, buscaban in�tilmente el desclasamiento y hac�an ingenuos pinitos antifranquistas con aroma de toreo de sal�n. Lo �nico que necesit�bamos para montar la timba era una tasca bien surtida, un cubilete de dados de p�ker, dinero y una sobredosis de ferocidad. No contaba el calendario ni importaba el horario, a condici�n de no sobrepasar la medianoche; y es que a partir de ella, por imperial decreto, dejaba de servirse vino pele�n en todas las tabernas del pa�s, aunque no el de marca ni tampoco los licores. Sutilezas de la lucha de clases...

Las Trece Rosas

�Le� en su d�a la novela de mi amigo Jes�s Ferrero sobre�Las trece rosas�(Siruela, 2003) e incluso lo llev� para hablar de ella a uno de mis programas de televisi�n en Canal Nou, pero la verdad es que, aparte de eso, que era literatura y no historia, nada de cierto s� a cuento de esas mujeres. Ignoro si eran �ngeles, como Zapatero considera probado, o diablesas, como sostiene Ortega Smith...�

Un alto en el camino

� � � O, simplemente, una digresi�n, un instante de perplejidad, un moment�neo desfallecimiento. Lo justo, s�lo lo justo, para reclamar y trasegar ese�vaso de bon vino�que mencion� Berceo.

�Hasta cu�ndo seguir� metido en la puja esquizofr�nica de jugar a ser simult�neamente escritor, periodista y hombre que embiste -aunque lo haga a rega�adientes- a algunos trapos culturales, nunca sociales, que no son de su incumbencia ni, menos a�n, de su preferencia?

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